Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Edgar Neri Quevedo

REGISTRO DE CONTRIBUYENTES *

¿Por qué Traven?

La biografía del hombre creativo carece

 totalmente de importancia.

B. Traven

 

Hace treinta y tres años, un 17 de abril de 1969, las cenizas de Hal Croves fueron esparcidas sobre el río Jatate en la selva de Chiapas. Las cenizas correspondían a una persona que utilizó varios nombres, y constituyó uno de los más grandes misterios literarios del siglo pasado.

Hace unos días, entré a la librería Educal que se encuentra en el interior del Museo Histórico de Acapulco Fuerte de San Diego y descubrí un libro titulado B. Traven: biografía de un misterio, escrito por Karl S. Guthke, publicado en la colección Vidas para leerlas. Una vez que lo leí, sugerí a la Dirección General de Publicaciones del Conaculta su presentación en Acapulco. Hay una gran razón para hacerlo. El capítulo VI se titula Acapulco y la caoba y da cuenta del periodo en que el escritor, amparado con el nombre Torsvan, vivió en Acapulco, durante casi veinticinco años.

Los méritos literarios de B. Traven son muchos, sus obras se tradujeron a treinta idiomas y se han vendido poco más de 25 millones de ejemplares de ellas. Muchos, si consideramos que en el momento en que emerge en la literatura no existían medios de comunicación tan desarrollados como ahora.

La vida atrás de la leyenda es una vida igual de intensa que sus obras. Amparado por diversos seudónimos Ret Marut, el editor de El Ladrillero, anarquista y crítico feroz, llega a América y adopta el nombre de B. Traven.

En 1926, aparece la primera edición de El barco de la muerte, todo parece indicar que empieza a escribir la obra en Londres, y narra la historia de un marinero estadunidense que describe descarnadamente lo que ocurre en un barco El Yorikke, donde quienes viajan lo hacen sin documentos de identidad, Traven escribe: “Eran hombres muertos. Extintos. Sin país. Sin documentos. Sin patria”. Algo de autobiográfico hay en esta su primera novela publicada. Esta novela constituyó una cachetada a la literatura marina de entonces, una literatura de aventuras, escenas color de rosa, de amor y desamor. Traven decidió tomar otro camino, un camino que no abandonaría nunca.

En Rosa blanca, por ejemplo, Traven escribe: “No debe hacerse uso del hombre cuando puede utilizarse su fe y su credo. El hombre puede titubear o flaquear, pero su fe no cambiará. De ahí que su fe constituya el sitio más apropiado para cimentar cualquier cosa que se desee, sea un palacio, un campo de batalla, un asta de bandera, una nueva constitución, el bolcheviquismo, fascismo, semitismo, antisemitismo o un país sobrepoblado con capital en el polo Sur”.

Traven fue un escritor congruente, aún cuando el Nobel le hizo un guiño y el cine le coqueteó para ofrecerle iluminadas pasarelas.

En El tesoro de la Sierra Madre, Traven describe la explotación humana en Chiapas. Su descripción es cruda, incluso atropellada, pero nunca alejada de la realidad. Este libro provocó, en 1927, que los ojos del mundo voltearan hacia este estado del Sureste mexicano, y no habrían de hacerlo hasta 1994, en razón de la insurgencia. Letras y armas parecen ser siempre los causantes de los grandes movimientos sociales.

En esa obra, Traven escribe: “Los indios no ignoraban que la vida en la finca les sería menos dura; pero preferían quedarse en su tierra árida, seca (…), y vivir su vida precaria, con la agonía constante de ver destruidas sus cosechas, a perder la libertad, aún cuando a cambio de su servidumbre se les hubiera ofrecido el Edén. Preferían morir de hambre libres, independientes, a engordar bajo las órdenes de un amo. Si se les hubiese preguntado el por qué de su elección, habrían contestado lo mismo que la vieja negra de Luisiana, esclava en su juventud, antes de la guerra de secesión. Entonces eran sus amos quienes debían de preocuparse por su existencia; ella comía tanto como quería. Ahora vivía en una choza miserable y lavaba la ropa de sus vecinos para poder vivir, sin saber jamás si podría comer al día siguiente, si se vería obligada a robar para vivir y si la meterían en la cárcel. Un día en que le preguntaron: ‘Pero vamos a ver, vieja, ¿es que no vivías mejor cuando eras esclava?’, contestó: ‘Sí, antes vivía mejor; pero ahora soy feliz, porque no es el estómago lo único que hace feliz al hombre’”.

Estas palabras que suenan incluso hoy día atrevidas, siguieron derramándose profusamente en la obra subsecuente de Traven.

En El General (Tierra y libertad), Traven da muestras de su capacidad descriptiva, al narrar: El grito de guerra de los hombres que se habían levantado en armas parecía claro e inequívoco cuando lo lanzaban a los cuatro vientos con la fuerza de su entusiasmo. Sin embargo, habrían enmudecido si alguien les hubiera preguntado qué cosa era esa tierra y esa libertad que se habían propuesto obtener.

Cada uno llevaba dentro de sí su personal idea de lo que significaban los conceptos de tierra y libertad. Para cada cual, tierra y libertad expresaban algo distinto, de acuerdo con sus anhelos, preocupaciones, circunstancias y esperanzas.

Muchos de ellos, vendidos a los poderosos terratenientes por deudas ya propias o de sus padres, o bien a causa de multas policíacas o judiciales, poseían en su pueblo un pedacito de tierra que amaban y que no habrían cambiado por ninguna otra que pudieran conquistar, aunque fuera mejor y más rica. Para esas gentes su grito de guerra carecía aparentemente de sentido, porque ya poseían tierra. Pero lo que les faltaba para cultivarla y para gozar en paz los frutos de su trabajo era la libertad.

Y les faltaba libertad frente a miles de corrompidos empleados públicos –funcionarios y subalternos-, aleccionados por la dictadura para su conservación y protección y a quienes había que cebar para que no se convirtieran en peligro para el dictador. Ningún juez los condenaba. Cuando sus acciones llegaban al colmo de la injusticia, los disculpaban diciendo que habían obrado impulsados por un celo excesivo al servicio del bien público y por devoción al Viejo.

Sesenta y cinco años después la situación chiapaneca seguía siendo la misma, y todo parece indicar que seguirá siendo, a pesar de todo.

Traven, a la par de su trabajo literario, nos legó un maravilloso ejemplo que creo vendría bien tomar en cuenta en Acapulco y en todo Guerrero. Este autor dijo lo siguiente: “por favor omita el maldito ‘misterioso’ al mencionar mi nombre o mi obra. No guardo ningún misterio, de verdad, ni pizca de un misterio. El único misterio es que odio a los columnistas, articulistas, autores de folletines sentimentales y reseñistas que no saben nada del libro que comentan. No existe mayor alegría y satisfacción para mí que el hecho de no ser reconocido como escritor cuando me encuentro con alguien o visito algún lugar. Sólo de esta forma puedo ser yo mismo y no tengo la obligación de actuar”.

En estas tierras existen algunas, no pocas, personas que sin una página publicada en algún libro, se adjudican el nombre de escritor. Y así se consigna en la página de sociales donde aparecen rodeadas de amigos. Y van a la cafetería y van por la calle queriendo que la gente al saludarlas advierta un rasgo que devele su grandeza literaria, tal vez en el peinado, tal vez en los zapatos, o tal vez por la forma en que sorben el café. Se autodenominan escritores y no cuentan con el mejor de los respaldos, el trabajo literario que se gesta en lo individual y no en grupo. Por eso me encanta B. Traven, porque además de pretender, quizá para provocar el efecto contrario, mantenerse siempre en el anonimato, produjo una serie de obras literarias que lo colocan como uno de los mejores escritores de su siglo.

B. Traven, que no Bruno sino B., recibió de Albert Einstein el mejor de los elogios cuando dijo que su novela El barco de la muerte era el libro que llevaría a una isla desierta.

Hal Croves, Ret Marut, Torsvan Traven, Otto Feige fueron entre otros los nombres que resguardaron la identidad del hombre, pero solamente uno develó al grandioso escritor: B. Traven.

Este libro que hoy presentamos es un libro que nos tiene que conducir definitivamente a la obra literaria de Traven, es un atajo. Al leer sus páginas descubrimos una vida apasionada, vibrante, generosa. Descubrimos al escritor y al hombre.

Por eso invité a Anituy Rebolledo, cuyos relatos sobre El gringo de la Marañona son bien recordados por los lectores de El Sur. Debo aclarar que es la primera vez que no vemos las caras con Anituy, por lo que destaco que el único motivo que tuve para animarlo para estar presente en esta ocasión, fue, como Traven, su trabajo creativo. Así también en el caso de Rafael Castrejón.

Investido como Hal Croves, declarando ser representante de B. Traven, el escritor pasó los últimos días de su vida. Murió el 26 de marzo de 1969 en la ciudad de México, en el puente de mando, como denominaba el espacio que más le gustaba de su casa.

Todos los que de alguna u otra manera escribimos debemos ser Traven, todos, y el ejemplo más próximo a lo que debiéramos ser lo encontramos en Gabriel Zaid, al mantener una separación entre nuestra vida particular y nuestro trabajo creativo. Y jamás, nunca, aparecer con el título de poeta, escritor o peor aún, poetisa, en la página de sociales de algún periódico, al lado de la boda de la hija de fulano de tal.

Por eso viene bien conocer la vida de Ret Marut, viene muy bien para interesarnos por B. Traven, todo un personaje que vivió aquí mismo, en Acapulco, hasta que el acoso de la prensa le obligó a dejar su Parque Cachú, donde sembraba y cosechaba anacardos.

Luis Spota vino acá para hacer una cacería periodística y  descubrir –Traven lo negó– que B. Traven era el extranjero que vivía gran parte del tiempo en Acapulco, entonces sin el turismo que hoy goza o sufre, en una casita de las hermanas María de la Luz y Elva Martínez. Aunque Traven mantenía un cuarto en un hotel de la ciudad de México, vivía largas temporadas con la familia Martínez. Recibía la correspondencia en el apartado de correos número 49 del puerto. Ese apartado fue la carnada de Spota.

Estas y otras historias van hilándose para construir la biografía que hoy presentamos y que además de recomendar su lectura, es un buen pretexto, otro de muchos, para acercarnos a la obra de Traven.

¿Existió realmente B. Traven o fue producto del ingenio de un editor?, ¿cómo vivió en Acapulco?, ¿qué trascendencia tiene su obra?

Estas y otras interrogantes son abordadas por Karl. S. Guthke. Finalmente todos los caminos para llegar a B. Traven conducen a México, conducen a Acapulco, conducen a Pie de la Cuesta, y ese es el mejor pretexto para reunirnos aquí.

 

*Texto leído en la presentación del libro B. Traven: biografía de un misterio, escrito por Karl S. Guthke que tuvo lugar ayer en el Museo Histórico de Acapulco Fuerte de San Diego.

 

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