Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

Los partidos y el gobierno

Después de los procesos internos de los tres partidos principales, lo que quede claro es que los tres están pasando por momentos críticos. Ninguno de ellos salió en posición de fuerza después de la selección de sus líderes. Si siguiéramos las ideas de Toynbee los tres han dejado de ser creativos y entraron en proceso de decadencia. Si aplicáramos las ideas de la teoría del conflicto llegamos a la conclusión de que se agudizaron las contradicciones y esto es lo que define sus crisis.

La alternancia que se logró en el año 2000 no era un fin en sí mismo, era el primer paso para definir un nuevo sistema, abandonar el ya viciado y establecer las bases para un mejor país. Sin embargo, el cambio de hegemonías, la nueva fuerza dominante no supo qué hacer, la situación era la de un partido que no había ganado, pero su candidato sí. ¿Cuál era la fuerza hegemónica? ¿El partido o el candidato? En esta dicotomía hemos visto un inicio de sexenio incierto que levanta más dudas de las que resuelve.

El cambio de liderazgo de este partido, el PAN se dio entre los procesos de selección del PRI y del PRD. Lo que le daba una ligera ventaja, porque después de los escándalos del PRI y de los casi seguros del PRD, trataban de significarse por su ecuanimidad y limpieza. Este proceso no era una elección interna, sino una elección por representantes, que a su vez eran electos por sus bases. Están por el mismo estilo del partido, son reducidos, y si bien no hubo escándalos por el proceso electoral, el proceso mostraba la realidad interna de este partido.

El partido muy elegantemente enfrentaba al presidente o al neopanismo con los tradicionalistas o el Jefe Diego. Ganaron estos últimos y el presidente quedó en la realidad que vive desde su elección. De hecho cuando nace el PAN, no aspiraban al poder, sino a ser un grupo de presión que impulsaba la legalidad y los valores tradicionales de la clase media, de hecho hasta su estructura mental no era para ejercer el poder, sino para ser el caballeroso participante que se convertía, por esa misma razón, en un buen negociador.

Al quedarse el presidente Fox sin un partido unido que le ayude a hacer realidad su agenda de gobierno, tiene dos alternativas: o un enfrentamiento permanente con el Poder Legislativo y ser un gobernante inefectivo o, por lo contrario, buscar la efectividad por fuera de su partido en una alianza pragmática. Pero, ¿con quién?

Las dos alternativas son los otros partidos. El PRD no es posibilidad porque tanto Cárdenas como López Obrador le apuestan al fracaso de Fox como gobernante para que se les abra su propia oportunidad. Además es un partido que también está dividido, por un lado el caudillismo de quién lo fundó y por otro lado, los que desean transformarlo en una institución que no dependa de una persona, pero estos están en minoría y además aparte de esa gran dualidad, hay la atomización de las tribus que forman ese partido.

La única otra alternativa viable pudiera ser el PRI, a pesar de estar en plena decadencia, pero con los números para poder ser factotum en el Poder Legislativo. En su proceso interno les fue mal, los que perdieron porque perdieron y los que ganaron porque nadie les cree y porque la imagen nacional de sus líderes es muy precaria. Sin embargo, es claro que pueden ser los que logren hacer que el gobierno pueda llevar adelante su programa.

Uno se puede preguntar ¿y la ideología? ¿Y los principios? La respuesta es que éstos son secundarios, uno de puede gobernar y su victoria puede anularse pero ser ineficaz, el otro no tiene ni el prestigio ni el poder, pero tiene los números y en esa alianza pueden salvarse los dos. Eso explica la cena misteriosa que tuvieron el presidente con los recién electos (¿) dirigentes del PRI.

Este nuevo equilibrio pudiera hacer funcionar un gobierno que todavía no lo es. Es natural que tendría sus críticos. Los fundamentalistas de la tradición, de la radicalidad y del caudillismo ven con horror este pragmatismo tan marcado, pero uno se debe preguntar ¿qué se espera de un cambio político? No se esperan milagros, pero por lo menos se espera que sea funcional.

Si todo mundo se mantiene puro, el primer paso a la democracia habrá fracasado. La división del PRI se ve en la posición de la fracción del PRI en el Senado de no dar el permiso al presidente Fox para salir del país por 48 horas. Esto pareciera contradecir la idea de una alianza con el gobierno. Lo más probable es que los líderes del PRI no tengan todavía un control total o que sus senadores no han sido incluidos en los planes del presidente de su partido.

 

468 ad