Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Escasa cultura democrática en la izquierda

Las pasadas elecciones de la directiva nacional y estatal del PRD y la elección del rector en la Universidad Autónoma de Guerrero, nos mostraron cómo todavía la mayoría de la izquierda mexicana, y guerrerense en lo particular, no pasa la prueba de la democracia. En ambos procesos de elección resultaron reprobados en cuanto a limpieza, imparcialidad, equidad y legalidad.

Lamentablemente, parece ser que la única pretensión es seguir enalteciendo la democracia de dientes para afuera. De cubrir las formas y la fachada, mas no asumir la esencia de la democracia como sistema de vida. La izquierda mexicana, en términos  generales, aún no está dispuesta a jugar limpio, ni a acatar los resultados; mucho menos aceptar la derrota, ni siquiera  en sus contiendas internas. Juega a ganar sin escrúpulos y sin rubor con el uso de las chapucerías. En los hechos extienden el dicho: en la democracia, como en el amor y en la guerra, todo se vale.

Tampoco se concibe sin el ingrediente de la mapachería en todas las instancias de acción democrática; aprendieron bien las lecciones de otros. Aceptan que practican una democracia pervertida, pero solamente lo reconocen en privado, salvo en unos cuantos que abiertamente lo expresan. Públicamente exhiben cinismo y desfachatez; todos son unos dechados de virtudes democráticas y revolucionarias en el pregón, pero ocultan un cúmulo de vicios y retorcimientos en la acción.

En sus organizaciones e instituciones, consciente o inconscientemente, tratan de que no haya democracia y si hay, procuran ejercitarla y reducirla a su mínima expresión. Su práctica los desgasta y los confronta por falta de cultura democrática y por no jugar con pulcritud. No se está preparado para ejercerla, por el arraigo y expansión de prácticas viciosas. Entran así al círculo vicioso de la democracia mexicana; sin ejercicio democrático no se acrecienta nuestra cultura democrática y sin ésta, rehuimos de su práctica porque salimos rasgados.

La izquierda no sólo es proclive a pervertir procesos democráticos, sino además, en la acción, desecha con suma facilidad lo que los movería a convencer y a tener a su lado a las mayorías: el contenido de programas o propuestas, de ideales o principios; es decir, los supuestos motivos revolucionarios que impulsan a participar, contender y pedir el voto. De nueva cuenta, las conveniencias por encima de las convicciones: si no se puede persuadir entonces hay que comprar o inventar el voto.

La izquierda también ha caído en la trampa que le impone el mercado; concebir a la política como mercadotecnia y los candidatos políticos como mercancía a colocar y vender. Los teóricos y los ideólogos los remiten al desván de las cosas caducas; los publicistas y formadores de imagen pasan a ocupar las oficinas de asesoría. No importa tanto difundir ideas de transformación o mejoramiento social, lo esencial son mensajes pegajosos y banales, dichos con sonrisa de comercial de pasta de dientes.

Pronto los propósitos aviesos quedan expuestos con el resplandor de toda su desnudez: pretenden el poder por el poder mismo, el uso del presupuesto público para sus intereses particulares y poner las instituciones públicas al servicio de camarillas o tribus y no de la colectividad. Por supuesto, eso no se dice, se hace y punto. Así, la hipocresía de izquierda queda escudada y transfigurada con el manto de la democracia y de sus procesos.

Pero lo peor de todo esto es que con estas actitudes, la izquierda está corrompiendo a las generaciones venideras. A las jóvenes está dándoles una enseñanza continua de que en la vida sólo se triunfa basándose en trapacerías y fingimientos. Con el tiempo, tamaña perfidia tendrá un costo social muy alto que habrá que pagar. De ahí mi antipatía a los capocorruptores de izquierda de la UAG que la han convertido en el mayor burdel académico del país, con una total impunidad, al cobijo de una autonomía mal concebida y peor practicada.

En conclusión, la futurología nos indica que puede llegar un día en que el pueblo, harto de tanta democracia torcida, mandara muy lejos a los seudodemócratas, a las estructuras y procesos democráticos viciados, para acogerse a los designios de cualquier aprendiz de tirano o dictador. No son alucinaciones, son retroproyecciones que nos brinda la historia.

Argentina está próxima a tirar la tina democrática con todo y niño, por el descrédito que le merecen al pueblo todos los políticos de todas la ideologías. ¡Que se vayan todos!  Es el clamor popular. Hitler subió el poder debido al hartazgo del pueblo alemán por los vaivenes y confrontaciones estériles de sus demócratas. Lo mismo pasó con Mussolini en Italia. Recuérdese que en política, de los errores a los horrores hay un paso.

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