Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Renato Ravelo Lecuona

Del PRD a la UAG, entre gitanos

 ¿Estos gitanos son quienes quieren gobernar este país? Imagínense si así conducen sus pequeñas casas ¿qué harían desde el poder? Evidentemente, no ha surgido un enterrador calificado para el PRI. El PAN no está resultando ser sino el rostro de derecha que anida en el corazón del PRI y entre torpezas, mentiras y derechazos tipo Abascal, muestran a cada paso la inexistencia de un proyecto para la nación que están gobernando.

Lo que sucedió en el perredismo de todo el país, no es culpa de Rosario y su equipo, quizá ni del deseo de Ortega, porque los resultados estuvieron entreverados con los cómputos de las tribus estatales, que llevan al PRD a una situación de desastre nacional. En Guerrero la pérdida de consenso del PRD, precisamente por este manejo interno preelectoral, llegó al extremo de reunir sólo el 6 por ciento de la militancia acapulqueña. Casi más candidatos que militantes. Muchos generales y pocas tropas. Un partido pulverizado en un egoísmo de inversión mezquina de esfuerzos y cacaraqueo al máximo de méritos. Descrédito por la forma de elección de diputados y presidentes municipales, sin una línea de masas que los ligue aunque sea un poco a las demandas sociales. La escuela de este perredismo es, desde luego, nacional pero tiene en la UAG su escuela de cuadros.

Los jefes de esta escuela de cuadros del perredismo, (primero fue la UAG y luego el PRD) son los pilares de una tradición corporativa universitaria, capaz de acabar con cualquier proyecto por bien cacaraqueado que parezca. Chalío, Armando, Saúl, con su cauda de seguidores tienen un pie en la UAG y otro en la política del PRD; no sé donde tengan su corazón y donde su cabeza, donde su pie izquierdo y donde su derecho, pero su inteligencia y habilidad no les permiten despreciar al figueroísta Gabino con su AR ahora aliado suyo, grupo al que en tiempos no electorales denuncian como burócratas sindicaleros y por sus atracos al patrimonio universitario, pero suman votos acarreados, que es lo importante. No importa su perfil académico, si lo tienen, lo que importa es su capacidad de acarrear votos de jovencitos inexpertos.

Estos grupos corporativos, recién asumió la rectoría Florentino, como nuevo operador de la clase política universitaria, cedieron a la presión gubernamental y resolvieron hacer una reforma universitaria. El no tiene ideas propias pero no faltan cerebros que hagan la talacha, me supongo que bien pagada y suman muchos esfuerzos voluntarios, pues al fin y al cabo se necesita una reforma. Bajan del internet información de la ANUIES, se estudian las reglas de los nuevos programas federales para la educación superior y le ponen su toque guerrerense: la democracia de masas, ahí sí, aparentemente. Comisionan una comisión sin darle poder, para que haga su refrito, lo publican como un libro blanco, que primero lo discuten ¡las corrientes!, el oráculo de la burocracia se unifica y lo lanza en pos de un consenso bien controlado. Si el refrito se produce en quince meses, el consenso por sorpresa se apresura por la amenaza de los tiempos electorales y tiene que recogerse quizá en dos meses. Una reunión del Consejo Universitario silenciosa se realiza con una sola impugnación, ajena a las corrientes que es callada con burla por uno de los cerebros de la talacha bien acreditado y supongo que igualmente pagado. El silencio sepulcral de esa decisiva reunión de Consejo que aprobó la consulta y echó a andar el Congreso, evidenció que todos los consejeros universitarios habían aprobado el refrito blanco, con sus respectivas corrientes y que no hay consejero sin corriente, ni corriente sin consejeros coptados, con disciplina de grupo, que es lo que importa, aunque no sepan bien lo que votan en silencio y por disciplina en estos asuntos académicos, aunque pegan gritos y lanzan mentadas en cuestiones electorales, donde sí parecen estar bien truchas.

Terminado el III Congreso viene la propuesta de reforma a la ley. Documento más decisivo y menos consensuado. Menos foros y más premura: se acercan los tiempos electorales. En estos documentos las corrientes pasan a tener carta de validación estatutaria, cuando venían operando por usos y costumbres, es decir, malusos y peores costumbres, pero quedan sancionadas y salieron fortalecidas y legitimadas. No tienen ningún candado a la lucha corporativa que subvierte lo académico sustantivo por lo adjetivo administrativo; el poder por encima de la academia. Mal que en todo discurso se señala, sin excepción. Pero si el estatuto no pone coto a las relaciones corporativas, la costumbre menos. Cuando un abogado sugirió en la comisión de Reforma Universitaria que la ley que se presentara al Congreso para su aprobación, reservara todo el orden interno de la UAG para el estatuto y que fuera modificable y reformable por el Consejo Universitario, la mayoría de las corrientes que dominaban esa comisión a gritos aprobaron que se fuera todo a la ley, seguramente para imposibilitar a los universitarios la introducción de reformas haciendo uso de su autonomía. Como no tienen idea para que sirve ésta, excepto para manejar a su antojo el presupuesto, a nadie le extrañó y votaron en masa y sin reflexión, entregar todo su orden interno a la soberanía del Congreso del estado. Este hizo sus consultas rutinarias y lo aprobó como se lo pusieron, con correcciones de estilo.

Como los tiempos electorales se echaron encima, supuestamente, no se publicó el nuevo reglamento para la elección del rector, y se actuó por usos y costumbres corporativas: La comisión electoral se conformó ¡por representación de las corrientes! La clase política que hace grilla y no instancias académicas fueron las depositarias y organizadoras del proceso electoral!: cuatro representantes para un grupo, cuatro para otro, etc. Parece que el nuevo reglamento habla de una comisión electoral formada por personal ajeno a todas las corrientes, lo contrario de una comisión integrada sólo por militantes de los grupos interesados en el poder. Así, los altos jefes que tienen un pie en el PRD y otro en la UAG, dominan el proceso electoral, sin reglamento y por mal usos y malas costumbres.

Primero se autodestapa Rogelio, temeroso de que le dieran madruguete o quizá cuando Florentino le haya echo saber que no sería el oficial. Sólo ellos saben. La troika Chalío-Armando-Saúl lo llama al orden, no acepta y ellos deciden que será Nelson. Rogelio empieza a tejer una alianza, empezando por el grupo que constituyó la Comisión de la Reforma, con Aréstegui al frente, y varios otros personajes como Efrén y Pedro, que tienen un perfil académico bien definido. Se conforman entonces dos bandos, el corporativo que sólo se le conoce por sus ejercicios de poder y tiene el poder de la administración, que sabe usarlo amplia y facciosamente, ocupando plazas clave, expulsando ex aliados y colocando a sus cuadros burocráticos que saben mover los hilos de la chamacada vía las Feugs y cientos de maestros fieles a la tradición corporativa, portadores orgullosos, o quizá mas bien interesados en vestir diversas camisetas. La jugada del control del proceso electoral, sin reglamento alguno, con el asalto faccioso a la Comisión responsable de ella, la no constitución de la de Garantías y Vigilancia, la expulsión de las plazas útiles a los disidentes, los ofrecimientos de plazas o categorías a los cuates, actividad que destroza por varios meses la vida universitaria, luego una campaña de bandas y chile frito, escuela por escuela, turno por turno, que nos evitó la molestia de pensar nada a fondo en medio del alegre escándalo que boicotea toda actividad docente y bajo una decoración que tapiza todas las paredes con fotos como único slogan. Si entre gitanos no se leen la mano, aquí sí. La jugada jalisciense estaba ya planeada de antemano: si entre las encuestas Rogelio agrupando a una mayoría de perfil académico iba varios puntos arriba, entran directamente al quite los capos a hacer labor de base y sobre todo, planean el fraude: el problema fue tan sencillo, como eliminar a la minoría neutral u opositora de la Comisión electoral. La mandaron a dormir y realizaron el conteo de actas y votos en familia, y en hora y media de trabajo, estuvo listo todo el cómputo, que sospechosamente repitió las cifras de una estimación que hicieron pública horas antes. La mañana que siguió al fraude noctívago, por la radio en el espacio de Lilián escuchamos la denuncia de esa parte de la comisión electoral excluida, que se lavaba las manos, que no había participado en el cómputo de los votos, que dejó a la comisión al negarles participación a los representantes de los candidatos. Por la noche Nelson había celebrado ya su triunfo arrollador por tres mil votos de ventaja.

Esa mañana llego con la noticia a mi escuela de base, comento con los primeros compañeros que encuentro, escuchan lo que les digo aunque ya lo sabía uno de ellos, lo hace con pluralismo y me dice: “Así es siempre. Todos los perdedores protestan y desconocen los resultados en cada elección que ha habido, hablan de transparencia y acaban negociando cargos en la administración. Si no verás”.

Hago memoria y así ha sido efectivamente. Los principios se doblan ante la seducción de los cargos con poder. Las ofensas se olvidan, dejan pasar dos años y empieza el teatro de esta democracia otra vez. Desde que llegué a esta Universidad en 1979, el grupo de Gabino entraba en disputa con el de Wences, hablaban de fraudes millonarios, nunca fundamentados después de la campaña y luego las denuncias se olvidaban. Una veces competían y otras se aliaban, como ahora. Cualquier parecido a lo que pasa en el PRI y en el PRD, es pura coincidencia. Es la misma cultura política guiada por el principio de que el fin justifica los medios.

Como la esperanza es el alimento de los simples, no puedo vivir sin ella y siempre busco una causa justa a la que sumarme. Para romper con esta tradición corporativa de esta mi Universidad, hay que hacerlo con una estrategia académica, en serio y a fondo, por la base y en trabajo sistemático de varios años, no en una campaña electoral, ni con otro bando corporativo que persiga el poder. La esperanza está en lo dicho por uno de los disidentes de la Comisión Electoral, por Carlos Manuel Cen Barrera: no aceptar ningún cargo en la próxima administración. Aceptar esta propuesta y constituirse en una corriente académica que al margen de la administración haga un plan a largo plazo para erradicar los grupos corporativos, ponerle candados en el reglamento, cambiar las bases de la elección, poniendo en el centro una reforma real de la universidad desde la actividad académica.

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