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Norma Elena Méndez Bahena

La deslegitimación del Consejo Universitario

  El 13 de diciembre resurgió el estilo intolerante de Florentino Cruz, mismo que con el “irrebatible” argumento  del “ejercicio de la mayoría”, consumó el primero de tres actos, que han ido deslegitimando al Consejo Universitario.

En la sesión de Consejo de ese día, haciendo uso de “su mayoría” el rector logró integrar una Comisión Electoral a su gusto, totalmente parcializada y desde luego previamente comprometida a cerrarle el paso a Rogelio Ortega Martínez, pero esta Comisión también tuvo la misión de cubrir las grandes debilidades del candidato oficial Nelson Valle López al solo recibir el día del registro de candidatos aquella documentación que no lo opacara, de encubrir sus deficiencias al negarse a la realización de los debates establecidos en el Reglamento Electoral, y todavía más, esta Comisión tuvo el especial encargo de desechar cualquier inconformidad, impugnación e irregularidad y declarar a Nelson Valle López “triunfador” del proceso a toda costa.

Por ello en sus reuniones nunca permitieron la participación de los representantes de candidatos; por eso nunca dieron entrada a las diversas impugnaciones, y por ello, obviamente  se hicieron de la vista gorda ante la descarada campaña realizada por el rector, principal promotor de Nelson, y en ello prefirieron ignorar el desvío de 15 millones de pesos, entre otros recursos patrimoniales de la institución; a pesar de que de acuerdo con lo establecido en el Reglamento Electoral, estaban obligados a atender la impugnación que por este motivo documentó el propio Rogelio Ortega y sus representantes ante la Comisión Electoral.

La puntualidad con que la mayoría de los miembros de la Comisión actuó para cumplir esos compromisos, tendrá explicación en unos días más. Las motivaciones debieron ser substanciales, pero en esa misma medida sabremos de la inexistencia de su compromiso con la institución y de su ambición.

Son vergonzantes los hechos sucedidos el 22 de marzo en el auditorio de Rectoría, que fue tomado literalmente por las huestes porriles de Inés Fierro Colima (cuyo único mérito es el control gangsteril que ejerce sobre los estudiantes pobres, migrantes de comunidades del estado, de los que abusa ante la necesidad de vivir en una casa de estudiante) que coparon los accesos al recinto y evitaron a puro golpe el ingreso de aquellos Consejeros Universitarios y personalidades que cuestionarían el proceso, el actuar de la Comisión Electoral y desde luego el documento de calificación del proceso.

En el periodo de Gabino Olea Campos, muchos de los miembros del entonces Frente por la Institucionalidad y la Reforma Universitaria (FRIRU), condenamos este tipo de actos y aún más cuando Florentino Cruz tomó posesión como rector el 6 de abril de 1999, declaró que nunca más habría una universidad copada por las fuerzas políticas, que nunca más la institución sería utilizada para fines políticos y/o personales. Bueno, eso quedó atrás, simplemente prefirió olvidarlo e instruyó bien por una parte a los porros a su servicio y por otra parte al Bronx de la llamada Alianza Estratégica Universitaria (AEU), para que gritaran hasta despulmonarse y quedarse roncos, para que abuchearan y “demandaran” que no hubiera más oradores y se votara el dictamen de la Comisión Electoral. Tal y como sucedió.

De hecho, cuando el compañero Carlos Cen Barrera solicitó dar lectura al informe de cinco  miembros de la Comisión Electoral, no se necesitó de mucho para advertir la descarada manipulación de Florentino a un auditorio, además, dispuesto a ello, cuando afirmaba “compañeros, si quieren que se le dé lectura, pero son 17 cuartillas… y hay que hacer uso racional del tiempo” y todavía más, la denigrante actitud que asumió al pretender descalificar al compañero Cen Barrera al “descubrir” que el le había asignado una categoría “que no le correspondía”, todo ello afirmado en forma dolosa y perjura, sin dar, como por derecho corresponde, la posibilidad de replica, lo que hubiera aclarado y echado por tierra la calumniosa afirmación de Florentino.

Todas estas son sólo algunas de las muestras de la “calidad humana y moral” de que hace gala actualmente el todavía rector. Sin embargo era tanta la intención de descalificar al entonces adversario, que se descubrió por sí solo ante el auditorio y la prensa, como lo que afirmamos muchas veces: un personaje capaz de violentar los contratos y asignar categorías de acuerdo a su muy particular interés.

Dos votaciones marcaron este segundo acto. La primera, con la que se canceló la posibilidad de increpar el dictamen al votarse por mayoría que se procediera a calificar el dictamen de la mayoría de la Comisión Electoral (afín a Nelson Valle), y la segunda, en la que sin ninguna sorpresa se aprobó dicho dictamen, sin haber dado a conocer a los consejeros la opinión de la Comisión de Garantías que planteaba la nulidad del proceso, sin haber debatido el informe presentado por cinco miembros de la Comisión Electoral, mismo que informaba acerca de las diversas irregularidades del proceso, y obviamente sin haber aceptado que se conociera por el auditorio la impugnación general al proceso electoral que se interpuso por parte de los representantes de Rogelio Ortega ante la Comisión de Garantías.

La imposibilidad además de que dicha sesión de Consejo Universitario contara con las dos terceras partes que exige la legislación universitaria, en tratándose de la calificación del proceso de elección de rector, es una realidad. A pesar del proceder que la misma prensa publicó, acerca de la concentración de consejeros la noche anterior en el hotel Parador del Marqués de Chilpancingo. No es real que haya habido 185 consejeros registrados en Rectoría, debido a que en nueve escuelas los consejeros ya egresaron y por tanto han perdido ese carácter de representación, y porque cerca de 65 de ellos se encontraban reunidos en la Escuela de Economía. Los números no cuadran y sólo develan todo lo que de ilegal e ilegítimo tiene esa supuesta sesión de Consejo Universitario, por ello se constituye en el segundo acto con el que Florentino Cruz contribuye a la pérdida de legitimidad del Consejo, al continuar convirtiéndolo en un instrumento a su servicio.

El tercer acto comenzó cuando se convoca a la toma de posesión del “rector electo”,  que por los antecedentes se constituye por sí mismo en un acto de total ilegalidad y legitimidad.

Cobijados en esa “mayoría” construida por Florentino a partir de alianzas temporales y sin principios, acostumbrados ahora a ejercerla sin importar la legislación universitaria y la cuantiosa pérdida de patrimonio universitario, por el perdón otorgado; se reunirán en el Conjunto Jacarandas, declarado recinto oficial y juntos todos aquellos que manipularon y ensuciaron el proceso, los que se prestaron al juego sucio por diversas canonjías, junto con esa clase política que afuera de la institución dice luchar por la democracia y un mejor futuro del país pero que al interior de la UAG practica lo que afuera dice rechazar, y desde luego presididos por el mayor promotor y comprador de conciencias  de la historia de la UAG, declararán vivas al rector saliente y más todavía a un usurpador, a quien ilegal e ilegítimamente han declarado rector de la universidad.

La consumación del proceso de deslegitimación del Consejo Universitario deja atrás los discursos de la lucha por la institucionalidad y la reforma universitaria. Son actos continuados que descarnan a quienes los han alentado, como responsables de la contrarreforma y del más escandaloso proceso de promoción de la corrupción y pérdida de principios en la institución. Pero, como dice el vox populi y la propia Biblia: “Por sus actos los conocéreis”

 

* Trabajadora de base de la Dirección de Planeación y Desarrollo Universitario. Miembro de la Dirección de CD-MAR.

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