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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*Suástegui y la venganza de Aguirre

Seis meses dejó pasar el gobernador Ángel Aguirre Rivero para vengarse de Marco Antonio Suástegui Muñoz, pero al final descargó toda su cólera contra el líder de los comuneros de Cacahuatepec. En ese lapso, el gobernador hizo creer que había superado el trago amargo de la insolencia de Suástegui aquel 4 de diciembre, cuando integrantes del Cecop bloquearon momentáneamente su comitiva al llegar a esa comunidad y lo obligaron a platicar con ellos.
Seguramente la imagen de un gobernador vengativo y autoritario, que usa a la policía y la justicia para desahogar sus furias personales, no es la que desearía legar a la historia, pero estos acontecimientos definen por sí solos la personalidad de Aguirre y muestran a un gobernante preso de la intolerancia e incapaz de controlar sus arrebatos.
Los hechos previos: el 4 de diciembre de 2013, Ángel Aguirre acudió a Cacahuatepec a repartir alguna ayuda a pobladores afectados por las lluvias de septiembre. El movimiento opositor a la presa La Parota aprovechó la ocasión para reclamarle al gobernador el incumplimiento de los “acuerdos de Cacahuatepec”, firmados un año antes y puestos en entredicho por el acoso policial que se cernía sobre varios de sus dirigentes.
El insólito diálogo que se produjo en aquellos instantes refleja la trabazón que surge cuando un gobierno no escucha ni entiende la inconformidad social. “¿Me quieres llevar detenido o me quieres mandar a matar también?”, le dijo Suástegui al gobernador, éste dentro de su camioneta y con la ventanilla bajada. “No, yo no te quiero mandar a matar… tampoco me hables así”, le respondió Aguirre, como lo consignó este diario. “¿Me quieres llevar detenido?, aquí estoy, yo no soy ningún delincuente, cabrón, y me conoces porque te apoyé en tu campaña y hemos hablado sobre el desarrollo de Cacahuatepec”, agregó.
El vocero del Cecop le reclamó detenciones que se habían realizado contra algunos de sus compañeros y le dijo que “ya la gente está hasta la madre, ya no queremos ser encarcelados, ya no queremos ser asesinados, y si por este reclamo me voy a morir, dilo de una vez públicamente, si me voy a morir dímelo de una vez”. Y le pidió retirar las órdenes de aprehensión que habían sido giradas en su contra.
Ante los requerimientos de Suástegui Muñoz, Aguirre le dio públicamente garantías de que no sería detenido, y declaró explícitamente que había ordenado que ya no se ejecutaran más órdenes de aprehensión contra los luchadores sociales. Para cerrar el acuerdo y poner punto final al incidente, Aguirre Rivero y Marco Antonio Suástegui “se dieron un apretón de manos frente a todos los integrantes del Cecop, quienes festejaron con aplausos que el gobernador los haya atendido: ‘viva Cacahuatepec’, ‘viva el Cecop’, ‘bravo Aguirre’, gritaron los asistentes”, relató la crónica. Antes de salir de Cacahuatepec, Aguirre Rivero le dio un abrazo a Suástegui Muñoz y le dijo: “nadie te quiere como nosotros”.
Los hechos actuales distan de aquel abrazo y aquella declaración de cariño que el gobernador expresó al dirigente del Cecop hace seis meses, y nada lo ilustra mejor que la fotografía de Suástegui rengueante y encorvado sometido por los policías ministeriales. Los golpes, el trato de criminal y su reclusión en un penal de Nayarit son los otros trazos de la firma de la casa, para que no quede ninguna duda de qué se trata.
Excepto por el ingrediente personal presente en este caso, son evidentes las semejanzas entre la detención de Marco Antonio Suástegui y las de Nestora Salgado, Gonzalo Molina y los demás miembros de la CRAC. Son las mismas motivaciones y el mismo mecanismo de fabricación de delitos a partir de hechos manipulados, por lo que no hay ya ninguna duda de que esas detenciones obedecen a una estrategia cuyo objetivo visible es ahogar los brotes de inconformidad y reclamo social. Pero es incomprensible que el gobernador Ángel Aguirre esté más ocupado y muestre más eficacia en esa tarea indigna, que en actuar real y efectivamente contra la violencia y la inseguridad que destroza al estado.
Debe ser elevado el valor que el gobernador le atribuye a la detención del dirigente del Cecop, pues con ello traicionó ostensiblemente su palabra y se dio el lujo de perder la cabeza. Si en un afán de servir al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto lo que se propone es destruir el movimiento que se opone a la presa La Parota, podría salirle el tiro por la culata, pues las comunidades de los Bienes Comunales de Cacahuatepec encontrarán en la lucha por la liberación de su vocero un motivo adicional de unificación. Y podría suceder que en lugar de debilitar al movimiento social, esta nueva detención sea como la gota que derrame el vaso y lo fortalezca. Son ya demasiados los asesinatos y encarcelamientos de líderes sociales ocurridos durante el gobierno de Ángel Aguirre como para pretender que no pasará nada.

¿Sigue Bruno Plácido?

Según el patrón seguido por el gobierno de Aguirre, Bruno Plácido Valerio sería el siguiente detenido. Al levantisco líder de la UPOEG debe quererlo Aguirre más que al dirigente del Cecop, pues lo apoyó ampliamente en el principio de las autodefensas, hasta que la línea federal lo paró en seco.
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