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Secuestros, homicidios e inseguridad: cultura de la muerte en Guerrero

* Ratifica su compromiso con la opción por los pobres y presenta alternativas contra la globalización y el neoliberalismo * Hay éxodo del campo a la ciudad por la pobreza de las zonas rurales, afirman en un documento diocesano * Buscarán el diálogo con otras iglesias, dicen

Ossiel Pacheco * En las costas de Guerrero, los niveles de la pobreza extrema son cada vez más alarmantes y se manifiestan en las deficientes condiciones en materia de salud, educación, alimentación y empleo, según el análisis de la realidad realizado por laicos, religiosas, sacerdotes y la jerarquía de la Iglesia católica de Acapulco en una asamblea diocesana con miras a elaborar el plan de pastoral.

Para la Arquidiócesis merecen “una atención muy especial” los pueblos indígenas y afroamericanos que se mantienen en condiciones de marginación. Y preocupa, “la cultura religiosa de muchos católicos alejados de una vida eclesial efectiva, amasada de superficialidad, superstición, ignorancia y ausencia de sentido cristiano.

“Grandes heridas”, siguen doliendo para los católicos de esta demarcación eclesiástica que abarca Acapulco, Costa Grande y Costa Chica, como la pobreza extrema creciente, desempleo, emigración, manipulación política, inseguridad pública, narcotráfico, secuestros, caciquismo, corrupción, impunidad y la violación de los derechos humanos.

Secuestros, homicidios e inseguridad pública

Para la Arquidiócesis, los secuestros, homicidios e inseguridad pública, son algunas de las manifestaciones en esta región de lo que llaman cultura de la muerte, “que se caracteriza por un profundo desprecio a la vida humana en particular”, aunque en el plano internacional, predominan el terrorismo y narcotráfico, aborto y eutanasia.

En este sentido aseguran que la vida humana, “es vista como una amenaza al bienestar y al desarrollo económico, como un objeto que hay que explotar para obtener ganancias y en su lugar se establecen como valores absolutos el placer, el poder y el dinero”.

“Una faceta de esta cultura de la muerte es la destrucción ecológica, donde se aniquila la fauna y flora de nuestros campos y se contamina el ambiente. Preocupa mucho el que esta mentalidad se vaya difundiendo poco a poco en nuestros ambientes y en consecuencia la vida se vea contantemente amenazada”, fijan al respecto.

Constante éxodo del campo a la ciudad

La creciente urbanización, que se manifiesta en el desarraigo cultural, la pérdida de las costumbres y el alejamiento de las tradiciones religiosas, se presenta entre los grandes desafíos para la Iglesia local.

En esta Arquidiócesis, “la mayoría de la población ya es urbana”, resultado del constante éxodo del campo a la ciudad causado por la pobreza y el subdesarrollo de las zonas rurales.

Sostienen que en la ciudad, “se favorece una cultura secularizada y un estilo de vida con características propias como el pluralismo, la autonomía, la libertad individual que hay que comprender y discernir para definir una autentica pastoral urbana”.

Ante este “gran desafío”, establecen que el modelo pastoral de la parroquia “necesita revisarse y adaptarse a la realidad de la ciudad, creando nuevos espacios y sujetos eclesiales en los diversos ambientes propios de la ciudad.

Ratifican compromiso por la opción por los pobres

El documento da cuenta que en los últimos años la Iglesia, ha buscado expresar de manera más adecuada y eficaz su necesaria presencia y acción en el mundo de los pobres. “La opción por los pobres ha ido madurando en las iglesias particulares y se ha ido expresando en acciones solidarias a favor de los pobres, los marginados y los excluidos”.

“Tenemos, desde acciones asistencialistas hasta acciones de promoción y de reivindicación social en diversos campos: derechos humanos, formación cívica y política, dignificación del trabajo, proyectos de economía solidaria, educación para el cambio, en los que han de ser los pobres los protagonistas de su propio desarrollo”, refieren.

Y asumen a la inculturación del Evangelio como un reto fundamental, para ello, requieren que la evangelización debe contar con una fuerza capaz de ponerse en diálogo con las grandes tendencias culturales contemporáneas, modernas y postmodernas y con las culturas concretas de cada pueblo.

Para penetrar en los ámbitos culturales que hay en las costas de Guerrero como el indígena, el afroamericano, el campesino y el urbano, la Arquidiócesis, reconoce que el anuncio del Evangelio, la catequesis y la liturgia debe sustentarse en las diversas realidades humanas y sociales, “lo que urge un serio discernimiento y preparación en los agentes”.

La Iglesia contra la globalización y el

neoliberalismo

En el mismo, asientan que el neoliberalismo, se trata de una forma de organizar la economía teniendo como principio absoluto el libre mercado sin ningún control del Estado y sin un sentido social, “este es el modelo que han adoptado nuestros gobiernos y como consecuencia, se agravan cada vez más las condiciones de vida de los marginados y excluidos, que cada vez son más”.

Expresan que este modelo económico que induce insolidariamente en el proceso de globalización económica, produciendo una serie de problemas como el desempleo, la violación de los derechos humanos, la destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales y contribuye al deterioro de la seguridad social.

Sustentado en el mensaje del papa Juan Pablo II, quien ha llamado a globalizar la solidaridad, que significa asumir la globalización, pero dándole una inspiración cristiana, teniendo en cuenta a la solidaridad como el motor del desarrollo no solo económico sino integral de las personas y de los pueblos.

Difícil despertar a la democracia

El documento pastoral diocesano, sostiene que en México y en particular en esta región de Guerrero, “durante los últimos años, ha habido un despertar a la participación, aunque todavía con muchas dificultades. Los vientos de la democratización soplan por dondequiera, en las naciones, en las organizaciones sociales y económicas, en la educación y en la cultura”.

Respecto a los derechos humanos, indican que “hay una creciente sensibilidad y preocupación por su promoción y su defensa, sobre todo ante los sectores más vulnerables como mujeres, indígenas, niños y luchadores sociales” y que los organismos civiles y oficiales, “se multiplican para desarrollar estas tareas delicadas y urgentes”.

Y agregan que todos los esfuerzos a favor de la dignidad humana y de la convivencia social reclaman una iluminación e inspiración desde el Evangelio que la Iglesia ha de ofrecer, “la Iglesia ha hacerse más presente en la vida pública del país, sin ninguna pretensión de poder sino con una disposición de promoción a la dignidad humana”.

Reivindican diciendo que ante el fracaso de la cultura moderna, que ha dejado un amargo sentido de la frustración: grandes dictaduras, en nombre de la razón, grandes guerras, genocidios, hambres e injusticias degradantes, se han “abierto las puertas para una vuelta masiva hacía la religión en sus más variadas manifestaciones, desde las grandes tradiciones religiosas hasta los nuevos movimientos religiosos con las más variadas excepciones”.

Sin embargo, aceptan que hay una nueva realidad religiosa ante “la avalancha” de sectas de origen protestante de corte fundamentalista, grupos para–religiosos, esotéricos, ligados al espiritualismo y otros de carácter meramente satánico, y el “alto recurso de mucha gente ligado a la superstición y a la brujería, lo cual, la Iglesia local pretende contrarrestar con el mensaje liberador del Evangelio.

Y reconocen como “una herida abierta” a la parroquia cismática tradicionalista, establecida en el barrio de Dominguillo. “Nos encontramos ante una gran diversidad de ofertas religiosas de toda clase, muchas de ellas destructivas, que buscan encantar ante el vacío espiritual que hereda el mundo moderno”, aceptan.

Plantean buscar el diálogo con otras

iglesias

En un viraje al nulo acercamiento que ha tenido la Iglesia católica porteña con otras iglesias cristianas, plantean que el diálogo y la colaboración ecuménica, se van abriendo como el camino obligado para responder a las grandes necesidades de la humanidad, sosteniendo que las religiones tienen una gran responsabilidad en cuanto al futuro de los pueblos, para contrarrestar los efectos nocivos de la globalización.

Reconocen que en la Arquidiócesis tienen “muy poca experiencia ecuménica” debido a que son escasas las Iglesias con las que el diálogo sea posible, no obstante hay la necesidad de promover los esfuerzos de todas las tradiciones hacia la edificación de la paz y de la justicia, “madurando actitudes de diálogo y de buena fe, abriendo espacios de colaboración a favor del pueblo de Dios”.

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