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Alfredo Arcos Castro

Autoritarismo en la universidad

 El historiador y ensayista Enrique Krauze en su obra, Caudillos del siglo XIX afirma: “El autoritarismo es un régimen vertical en donde impera la ley de la fuerza no de la razón”.

El rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Florentino Cruz, al puro estilo autoritario de principio a fin, consumó su última decisión: nombrar a su sucesor Nelson Valle López, tal y como sucedía en los caducos gobiernos priístas.

Antes de que se llevara a cabo el proceso electoral todo mundo tenía conocimiento de que este hecho tarde o temprano iba a suceder. La estrategia era muy evidente: el grupo político que ha corrompido a la UAG, utilizándola como maquinaria para el logro de fines políticos y la actitud sumisa del rector frente a los cacicazgos representados por Armando Chavarría y Wences Reza inclinaron el fiel de la balanza a favor del profesor Nelson Valle.

La última artimaña de este cochinero electoral estuvo protagonizada por el “honorable consejo universitario”. Dicha sesión nos trasladó de ipso facto a las viejas prácticas utilizadas por los priístas en sus asambleas: la cultura de la línea, donde la mayoría de los grupos sociales no discuten sólo asumen. Quienes tuvieron la osadía de cuestionar dicho proceso, fueron sometidos con la fuerza de la mayoría que los ninguneó y los exhibió como bichos raros.

En este teatro romano quedó claro que los caciques no tienen nada que ver con el desarrollo integral de la universidad. Su discurso es eminentemente demagógico. Los reales propósitos de estos grupos seudoacadémicos son de carácter político, por eso, la filosofía del “todo vale” estuvo presente durante el proceso electoral.

La coacción, corrupción, intimidación, amenaza, terror, despidos, clientelismos, ilegalidad, corporativismo, trampa, cinismo y la exclusión, fueron actitudes y conductas asumidas por el rector y la mafia que lo acompañó en este fraude descomunal.

Toda crítica, toda inconformidad de parte de los opositores fue acallada con gritos y descalificaciones. La intolerancia, la arrogancia, la altanería, la petulancia, la ostentación, el arrebato y la violencia de los nelsonistas, fueron expresiones no de universitarios responsables y conscientes sino más bien de perros hambrientos que luchan por un hueso, por cuotas de poder. Sin duda, este espectáculo es deprimente, nos da tristeza pensar que hemos llevado a la universidad hasta la ignominia.

Independientemente de lo que pueda suceder, de la impugnación que Rogelio Ortega Martínez haga a dicho proceso, lo importante es tener claro que por encima de los intereses del grupo o personales deben imperar los intereses generales de la universidad a toda costa. Triste sería que nuestra universidad siga siendo botín de los partidos políticos.

Mucho se habló de democracia, muchos son fervientes luchadores de la democracia, pero en la práctica ejercen el autoritarismo. Sin duda, el autoritarismo practicado por el rector en turno dio la pauta que preparó estratégicamente el fraude electoral donde se “legitimó” el triunfo del susodicho Nelson Valle.

Para terminar con este comentario quisiera decir que la democracia como régimen de gobierno tiene virtudes y defectos, pero puede ser perfectible. No olvidemos que es el único orden político donde podemos proponer libremente, elegir, opinar, decidir y cambiar lo que no funciona en un ambiente de paz, libertad, tolerancia y de manera pacífica.

Sin embargo, parece que los caciques y compañía, por la ambición desmedida del poder, olvidaron estos principios. El resultado de este proceso supuestamente democrático, lo único que ocasionó fue abrirle las puertas al autoritarismo y con este el futuro de nuestra universidad quedó en entredicho.

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