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Silvestre Pacheco León

CRONICA MUNICIPALISTA

 La situación poselectoral del PRD

 Con las elecciones internas del PRD el domingo pasado, se da un paso más en el proceso de definición de la candidatura de la oposición a la alcaldía de José Azueta.

Más allá de la falta de tersura en la confrontación interna de las corrientes o tribus que forman el PRD, es conveniente anotar que los resultados conocidos fueron atípicos respecto a lo sucedido en la generalidad de los municipios, sobre todo, en el caso de las candidaturas a la dirigencia nacional perredista.

Aquí el triunfador fue Jesús Ortega y la gran perdedora, Rosario Robles. Estos resultados, independientemente de los mecanismos empleados para asegurarlos, hablan de un avance importante en el posicionamiento de la candidatura de Amador Campos Aburto, que contradice los resultados que, en vísperas de las elecciones, dio a conocer a su favor, Joaquín González Ramírez, derivados de una encuesta aplicada por su propio equipo de campaña.

Las elecciones del domingo en José Azueta dan cuenta también de lo partido que está el PRD, pues la Fuerza de Amador ganó, además de la presidencia nacional de Jesús Ortega, la municipal con Miguel Angel Méndez Avendaño y 15 de los 16 comités de base autorizados en el municipio.

Lo partido del PRD tiene su raíz en el juego sucio que permea a este partido y que amenaza con echar por tierra la necesaria unidad que se requiere para llegar con la mayor fuerza a las elecciones constitucionales del primer domingo de octubre.

Uno de los obstáculos más grandes que tendrá la elección del candidato a la alcaldía será la falta de neutralidad en la dirección del partido, lo que ya predispone en contra de los previsibles resultados a la fuerza que ve en riesgo su triunfo.

De por sí en los últimos dos años la vida del  PRD en José Azueta giró en torno a la política no de su dirección municipal, sino de los grupos de los aspirantes a la candidatura.

Así las cosas, lo novedoso, innovador y avanzado de la política que cualquier ciudadano esperaría de un partido moderno de izquierda, devinieron reproducción de todo lo viejo, viciado y detestable de la política tradicional.

En el partido de enfrente, parecido más a una mafia donde los capos se guían por las reglas no escritas de la subordinación y la jerarquización, la disciplina ganada bajo el compromiso de observar el escalafón de las complicidades, simplifica siempre la elección o designación de su candidato, cosa que evita confrontaciones, ahorra recursos, energía y tiempo para emplearlos a fondo en la campaña constitucional.

Sin embargo, un partido moderno y de izquierda, es portador de una nueva cultura política, donde la forma y el fondo constituyen  unidad indisociable. Si el PRD se repunta como democrático, cada uno de sus miembros es igual y debe estar preparado para ejercer sus derechos cada vez que haga falta, atenido a su obligación de coadyuvar en un proceso que debe ser transparente para evitar que sus resultados sean cuestionados.

En esta tarea ardua no hay atajos, por eso se exige una política consecuente en el partido que se dice portador de los cambios que la mayoría de los ciudadanos desea.

Tanto rollo viene a cuento porque aún hay personas que creen en la necesidad y posibilidad de cambiar la cosa pública a través  de la participación política partidista.

Es decir, en José Azueta y no sólo en este municipio, por desgracia, mucha gente le apuesta al cambio pensando en que se puede ahorrar camino, creyendo que hay atajos. Bajo el equivocado principio de que el fin justifica los medios, caen en la tentación de que es correcto valerse de los mismos medios y recursos del enemigo con el fin de ganar. Hay incautos que creen en eso y entonces pasan por alto que el acarreo, el fraude electoral, la promesa o la dádiva, a cambio del voto, no traen consecuencias negativas para el propósito que les anima, sin darse cuenta que así vuelven al pasado reproduciendo en los hechos lo que siempre dijeron combatir.

Yo creo que, en efecto, la mayoría de los ciudadanos queremos que las cosas cambien, que accedamos a gobiernos municipales eficientes, que actúen con transparencia, rindiendo cuentas de sus actos, ejerciendo el gasto para atender las necesidades prioritarias de la población, promoviendo la participación colectiva para la toma de decisiones.

Sin embargo, hasta en la idea de que el ayuntamiento es el alcalde, se equivocan los militantes de la oposición y su partido.

Si estamos pensando en construir un gobierno municipal democrático, por ejemplo, debemos partir del entendimiento que seguir reproduciendo el poder presidencialista del alcalde, es contraproducente. Tanto el partido como sus militantes deben empezar por entender que el ayuntamiento es un gobierno colegiado y que al presidente municipal lo único que lo hace diferente a cualquier otro miembro de la comuna, es que él ejecuta lo que el cabildo acuerde.

Con lo anterior quiero insistir en que el PRD, más que reproducir el presidencialismo que dice combatir, debe empezar por plantearse la discusión del método más democrático para procesar la elección de todos sus candidatos al ayuntamiento, no nada más la del presidente, pues como están ahora las cosas en el panorama nacional, el PRD poco se diferencia de los demás partidos, porque su mayor esfuerzo lo pone en la elección de sus candidatos a presidentes municipales, que sólo pueden ser aquellos que cuentan con los recursos económicos para sostener su campaña.

Los militantes de a pie, aún con los mayores méritos de formación política, vocación de servicio, honestos y experimentados, se van quedando a la zaga porque la equidad y la igualdad son solo enunciados que se van olvidando en aras, de un pragmatismo por  ganar municipios donde los cambios esperados nunca suceden o si acontecen, muchos se convierten en retrocesos.

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