Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

CRONICA MUNICIPALISTA

 Día mundial del agua

 El 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, instituido como forma de influir entre la población sobre la necesidad de cuidar ese recurso vital que se acaba, se encarece y se contamina.

En la sierra de Petatlán, la Organización Ecologista se ha propuesto festejar este día con una campaña en la que participarán todos los pueblos de la cuenca, para hacer una limpieza del río y para localizar el lugar más adecuado como tiradero de basura.

Con esta acción se proponen dar ejemplo de consecuencia en su lucha ambiental que, desde luego, no se agota en el asunto de la limpieza de sus pueblos, sino que es inicio de la nueva cultura ecológica en la que se proponen revertir la tendencia acelerada en la destrucción de la capa vegetal que viven nuestras montañas.

Como este es también el año Internacional de las Montañas, los campesinos han ligado y entendido bien la relación que existe entre la frecuencia y abundancia de las lluvias con la presencia del bosque y la permanencia de la capa vegetal, pues como ellos dicen: “Las nubes van como personas por el camino y cuando encuentran un amigo se detienen, platican y se alegran, así sucede en los bosques de las montañas. Cuando las nubes no encuentran a sus amigos los árboles, se siguen de frente, el viento se las lleva y con ellos se aleja la lluvia”.

Los dirigentes de la Organización, Juan Bautista y Felipe Arriaga, platicaban preocupados acerca de los sucesos recientes: la cascada de La Calera, la misma que baña de rocío a los transeúntes que pasan a sus pies, se ha secado y con ella la poza que daba alivio al calor y al cansancio de los viajeros. Primera vez que sucede y los vecinos por eso están alarmados.

En la cuenca del río de Coyuquilla la noticia no es menos desalentadora, se cuentan seis los manantiales que se han secado en estos días, dice consternado un campesino que durante muchos años trabajó como motosierrista.

En Petatlán, la cabecera, los habitantes hasta hacen bromas de la escasez y mala calidad del agua entubada. Se ríen de su desgracia y se muestran indolentes con el basurero en que se ha convertido el lecho del río.

El arroyo de El Mesón, del que hace muchos años se servían los vecinos que viven en la parte norte de la carretera, es ahora canal de aguas negras a cielo abierto porque lleva los drenajes hasta el río.

El agua se acaba, se contamina, se encarece y se malgasta.

Como se sabe, las aguas superficiales que vemos correr en los ríos, estancada en los lagos y esteros, y hasta la que no vemos porque está en el subsuelo, toda ella se mantiene debido a la precipitación atmosférica, la lluvia, que varía desde un mínimo en el desierto o el Artico, hasta los 6 metros anuales en parte de la costa del Pacífico, que es el hogar de los bosques.

En el uso sin control del agua, el reporte de la comisión de América del Norte, que tiene que ver con la situación de los costeños, se inscribe la demanda de agua para la agricultura y su uso en la producción de energía termoeléctrica. Estos dos aprovechamientos dan cuenta de alrededor del 80 por ciento de la extracción de agua.

En la franja costera es cada vez más común la perforación de pozos para fines agrícolas pero también de consumo doméstico.

La termoeléctrica de Petacalco es otra muestra cercana del uso masivo de agua dulce como recurso en el proceso de la producción de energía eléctrica.

Quizá nadie se haya puesto a reflexionar sobre el agua subterránea o a lo mejor no falte quien crea que el agua es eterna y que Dios tendrá el cuidado de abastecernos a todos, pero lo cierto es que las fuentes subterráneas se han creado por la acumulación de la lluvia durante siglos, sin embargo, cuando la extraemos con una bomba no nos imaginamos que en pocas horas o meses o años las agotaremos. En las zonas agrícolas desarrolladas es un riesgo inminente la sequía de esos mantos acuíferos subterráneos.

En el norte de México, según el último reporte de los estudiosos, se dice que alrededor de 80 por ciento de los 459 acuíferos del subsuelo identificados, el bombeo excede la recarga, es decir, se extrae más agua de la que se acumula. Por eso es normal que en el Distrito Federal el suelo se esté hundiendo. Los espacios utilizados por los mantos freáticos se quedan huecos, la tierra se hunde y la infraestructura de tuberías se disloca.

Se prevé que en los primeros años del presente siglo el uso del agua para riego será dos veces la que se empleaba en 1980 y eso es lógico creerlo debido al crecimiento demográfico y al desarrollo económico del país.

Hace unos días fuimos testigos de la noticia que daba cuenta del desprendimiento de gigantescos bloques de hielo en el Polo Sur. Nadie duda que es parte del efecto del cambio climático que vive la tierra. Hace más calor cada vez y poco se hace por revertir las tendencias al calentamiento.

Estamos a punto de vivir en todo el país los incendios provocados como parte de la cultura ancestral de la tumba, roza y quema de la agricultura temporalera.

El ritmo de destrucción de la capa vegetal no aminora y las autoridades de la Semarnat y de la Profepa ni siquiera han logrado comunicar a las autoridades ejidales y municipales la obligación que tienen los campesinos de contar con permiso para cualquier cambio en el uso del suelo, es decir, para el establecimiento de sus tlacololes.

Desde ahora los estudiosos e investigadores de la problemática del agua dulce han dicho que “el alza en las temperaturas y la menor precipitación pluvial en regiones de por sí áridas o semiáridas, lo mismo que la baja en el rendimiento de los cultivos, generarán mayores presiones sociales y como consecuencia, crecerá la emigración y habrá más penurias y pobreza.

Todos estamos obligados a hacer algo para evitar las consecuencias críticas que ya se avizoran, basta modificar un poco nuestras viejas costumbres del desperdicio.

El agua que ahora desperdiciamos, mañana nos hará falta

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