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Alfredo Arcos Castro

Inercias contra la democracia

 Mucho a cambiado México, pero todavía las grandes inercias -ilegalidad, pobreza, desigualdad, seguridad pública, violencia, déficit fiscal, aumento de la población- no se han podido solucionar del todo como quisiéramos. Se arribó a la democracia estable.

Los gobiernos mexicanos han sido incapaces de instaurar un régimen democrático, los desafíos son muy complejos. La edificación de una democracia estable, hoy en día, es la piedra de toque para el actual gobierno foxista.

El ensayista político Héctor Aguilar Camín nos dice al respecto “la modernidad social en México, en particular su cultura cívica, esta por debajo de los retos que plantea la modernidad democrática abierta por la elección del 2 de julio”. Sin duda, la democracia alcanzada en nuestro país, exige una cultura ciudadana que actualmente esta en pañales y en algunos casos todavía no han nacido.

Vivimos en un México diferente con elecciones libres, libertades democráticas e instituciones sólidas, políticamente equilibrado. Un país con prestigio internacional reconocido, abierto a la competencia mundial, una economía exportadora en auge, tratados de libre comercio con Estados Unidos de Norte América y la Unión Europea, sano en finanzas públicas, tipo de cambio estable, inflación baja y con tazas de crecimiento altas. En fin, un país con horizonte prometedor, no obstante, las grandes inercias atentan con destruir el encanto de la democracia. Los lastres del pasado son tan fuertes que pueden socavar el futuro de México.

En este sentido, México logró la democracia en el siglo XX sin resolver satisfactoriamente una cuestión central del estado: la seguridad pública y la violencia. Ambas hoy en día son herencias del pasado que ponen en tela de juicio el progreso y desarrollo del país. Su descuido de parte del estado ha permitido el avance de las más amenazantes realidades: rebelión, narcotráfico, guerrillas, magnicidios, secuestros, robos, asaltos, ciudades sitiadas por la inseguridad, corrupción de los cuerpos policíacos  y el Ejercito. Un  estado que no ofrece seguridad a sus ciudadanos, es un estado que no cumple con los principios que le dieron origen: garantizar la vida, el orden  y la paz. Por lo tanto no sirve para nada. De nada servirá que seamos un país con futuro, si no somos capaces de atacar la inseguridad pública y la violencia con firmeza tarde o temprano los logros en los demás  órdenes se vendrán abajo. Para México la seguridad pública se ha convertido en un problema de seguridad nacional. La pérdida de la seguridad en medio de una ganancia de libertades públicas, hace a México un país más democrático pero más inseguro que antes. La inseguridad pública y la violencia persiste en el tiempo y tienden a reproducirse, no a resolverse. A pesar del cambio las cosas se agravan cada día más. He ahí el dilema.

Otro vestigio del pasado es el déficit fiscal crónico que el país arrastra desde su fundación, es una herencia lacerante, muy difícil de superar. Somos un país que no está acostumbrado a pagar impuestos, gastamos mucho pero los ingresos son pocos. Un estado que no recauda los suficientes impuestos para el mejoramiento de la población y una ciudadanía que no paga impuestos da como resultado la quiebra del estado. El estado mexicano por años ha sido incapaz de cobrar impuestos y aplicar la ley. Este ha sido el drama de la economía y la sociedad mexicana. Los hechos están a la vista con la reciente reforma fiscal que no prosperó. El déficit fiscal es un lastre muy difícil de remontar. El cambio no logró superarlo.

El aumento de la población en nuestro país de acuerdo con los datos del XII censo general de la población y la vivienda ha aumentado considerablemente. Actualmente contamos con una población de casi 100 millones de personas, somos el undécimo país más poblado del mundo. Esta es una inercia que muy difícil se va a resolver con el cambio. A futuro México va a enfrentar problemas demográficos que lo pondrán en grandes aprietos. La avalancha demográfica es una de las causas estructurales del país. Es un hecho, se tuvo un crecimiento demográfico considerable, también es un hecho que hubo un crecimiento económico importante, pero también es un hecho que la economía lograda no alcanza a resolver el problema de la pobreza y la desigualdad  social. La falta de una política demográfica sistemática de parte de los gobiernos durante el siglo  veinte fue un grave error. En el siglo XXI empezaremos a ver los resultados con más crudeza. En suma, la pobreza,  la ilegalidad, la inseguridad pública, la violencia, la crisis fiscal crónica y la presión demográfica son inercias que ponen en entredicho a la democracia incipiente del país. La democracia no consiste solamente en asegurar elecciones libres, transparentes y honestas; su fin es superar la realidad vigente. Tarea nada fácil.

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