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Dos semanas esperando ayuda para la joven indígena violada por militares

* Por temor a los soldados, el médico del centro de salud de Caxitepec se negó a certificar las condiciones en que estaba Valentina Rosendo Cantú

Maribel Gutiérrez, Barranca Bejuco * La indígena me’paa Valentina Rosendo Cantú, de 17 años, denunció ante las autoridades de su pueblo la violencia que sufrió por parte de soldados, el sábado 16 de febrero, y de inmediato la comunidad buscó defender sus derechos.

Declara que ese día, como a las 3 de la tarde, estaba lavando su ropa en el río, que está a unos 200 metros de su casa, y como a una hora a pie del centro de Barranca Bejuco. De espaldas a ella, se acercaron al lugar cuatro soldados, a pie, que llevaban detenido y con las manos amarradas hacia atrás a un indígena que ella no conoce. Después de ese grupo se acercaron otros cuatro soldados y uno de ellos le preguntó, a gritos, qué estaba haciendo.

Ella contestó que lavando, y de inmediato el militar le preguntó: ¿dónde están los encapuchados?

“No conozco”, dijo Valentina, que dejó de lavar y se puso de pie, y vio que un soldado le apuntaba con su arma. Mientras, otro soldado le hacía preguntas y los seis restantes observaban alrededor, y a un lado, a la orilla del río, estaba el detenido amarrado.

El soldado que la interrogaba sacó la fotografía de un señor que ella no conoce, y le dijo que ese hombre había denunciado al Batallón a las personas de esta comunidad que son encapuchados, y sacó un papel donde tenía la lista y los nombró: Ezequiel Sierra Morales, Encarnación Sierra Morales, Fidel Bernardino Sierra, Facundo Sierra Morales, Pedro Sierra Morales, Silvano Presciliano Vázquez, Pablo de la Cruz Vázquez, Arnulfo Anastacio Flores, Cándido García Gutiérrez, Raúl Apolo Bernardino y Anastacio Cruz García.

Atemorizada, Valentina les dijo que no los conocía, porque ella es de Caxitepec, la comunidad más cercana, y que hace poco tiempo se casó con un muchacho de Barranca Bejuco pero que todavía no conoce a los vecinos.

Ante esta respuesta, el soldado que le apuntaba con el arma la golpeó en el abdomen con la culata. Ella se cayó y se pegó en la cabeza con la piedra en la que estaba lavando y se desmayó. Luego se levantó y se sentó en una piedra, pero el militar la levantó jalándola de los cabellos, y le dijo: Tú conoces a esta gente. Tú vienes de Barranca Bejuco, no de Caxitepec.

En realidad dice que conoce a nueve de los once que están en la lista, y uno de ellos es su esposo, Fidel Bernardino Sierra, de 22 años de edad, con quien tiene un bebé de tres meses.

El soldado le dijo que si no quería decir dónde están los encapuchados, entonces iban a ir a matar a todos los habitantes de Barranca Bejuco, porque dijo que “todos en ese pueblo son encapuchados”.

Entonces los dos soldados la golpearon, y uno con las dos manos la tomó de la cara y la jaló con fuerza y abusó sexualmente de ella.

Cuando la dejaron ir, ella corrió hacia su casa, y dejó en el río la ropa que estaba lavando. No había nadie, pero al poco tiempo llegó su esposo, que la encontró llorando y con la ropa mojada. Ella le informó lo que pasó.

Corriendo, Fidel fue al centro del pueblo, para dar parte del delegado municipal, Ezequiel Sierra Morales, quien informó a la asamblea del pueblo y determinó ir a denunciar a los militares.

El delegado salió hacia Chilpancingo el 17 de febrero, pero no supo cómo hacer la denuncia. Buscó entonces al presidente municipal de Acatepec, Jerónimo Godoy Avilés, quien le ofreció que iría a Barranca Bejuco el 26 de febrero. Con estas noticias, el delegado regresó el 22 de febrero, y la comunidad decidió esperar la visita del alcalde, pero el día fijado no llegó, y decidió entonces buscar ayuda en Ayutla, en la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos, que apoyó a la comunidad y a la agredida para enviar una queja a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y denunciar el caso ante organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación.

Dos semanas después de la agresión, Valentina tiene todavía las huellas: un visible moretón en la cara, abajo del ojo derecho, y los signos de golpes en el abdomen que en el Hospital Regional de Ayutla certificaron como “traumatismo en abdomen”.

El lunes 18, cuando tenía dolores intensos por los golpes y hemorragia al orinar, su esposo la llevó al servicio médico más cercano, el Centro de Salud de Caxitepec, situado a una hora de distancia caminando desde Barranca Bejuco.

La recibió el médico José Luis Zanábriga, responsable de la clínica de la Secretaría de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Progresa (Programa de Educación, Salud y Alimentación del gobierno federal), pero no le quiso dar un certificado médico ni una receta.

“El médico no nos dio la receta porque tiene miedo de que lo van a agarrar los soldados”, dice Valentina en idioma me’paa, con la traducción de una vecina de su comunidad.

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