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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*Semántica futbolera

“El puto suele comerse como postre, y es usual además en los desayunos”, describe más que define Wilkipedia la palabra más famosa en México y en otras partes del mundo, al menos en estos días: Puto.
Serenos morenos, todos o casi todos. No traguen saliva respetables indecisos y enclosetados; no se indignen o entusiasmen, respetables homosexuales; no se rasguen ropajes tan respetables como persignadas señoras y ensotanados y adustos clérigos… y ni se atrevan a emitir sonido o insinuar gesto algunos, inches mendigos sacerdotes pederastas nada respetables.
La entrecomillada es una frase de varias en Wilkipedia, para definir y describir el significado y costumbres de “puto”, un pastel de arroz (no, no, no, mal pensados y albureros lectores, no con popote) cocido al vapor, tradicional en la cocina de Filipinas.
Reconozco culpa si a más de uno pudiera parecerle lo que sigue de mamila mi entrada a esta entrega, responsabilidad de este escribidor. Mamila, me defiendo muy digno, pero distinta a todo lo que habían leído (seguro harto) de y sobre la palabra “puto”, desde que a la FIFA le hizo ruidito la palabreja gritada por la porra azteca, cada vez que un cancerbero rival despeja esféricos parados, desde su área chica.
“¡¡¡eeeeeeEEE… puuutooo!!!”.
Uta qué pinche pena ajena me cae, pensé cachetes enrojecidos, al oír a la suertuda porra mexicana que pudo viajar a Brasil y asistir al estadio para el partido contra Camerún.
Y es que siempre me pareció ajena pero penosa la costumbrita porrística de la liga mexicana de futbol. Penosa por homofóbica, machista y grosera. Pero pos acá somos un montón los llevados, mal hablados y aun políticamente incorrectos, y así como que no da tanta pena, es como un “aquí entre nos”.
Pero totalmente otra cosa mariposa (ojo, ma-ri-po-sa, que no mariposón) es que en todo el planeta nos vean y oigan, bien contentotes y ladinos, gritándoles “¡puto!” a los cancerberos rivales en un certamen tan convocador como el Mundial de Futbol.
O sea, en el México-Camerún sentí tanta pena como cuando los franceses vieron y oyeron al ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa diciendo algo así como: “cuando muera, quiero que me entierren con un brasier sobre los ojos y una pantaleta sobre el corazón”.
Chale, que pena con los señores y más con las señoras francesas. Chihuahuas, van a decir que todos los mexicanos varones somos arrechos hasta la muerte y que para todas las mexicanas féminas no hay fijón con tales exabruptos.
Eso dije cuando vi entonces el programa “El señor gobernador”, producido por la televisión gala, y eso dije al concluir el mentado primer partido de la selección en el mundial carioca.
Pero luego a la FIFA le pareció pertinente y conducente redactar y dirigir un extrañamiento advertidor a la FMF, pidiendo explicaciones sobre el cuestionado vocablo.
Pronto, la Conapred condenó en un comunicado que “el grito de ‘puto’ es expresión de desprecio, de rechazo. No es descripción ni expresión neutra; es calificación negativa, es estigma, es minusvaloración. Homologa la condición homosexual con cobardía, con equívoco, es una forma de equiparar a los rivales con las mujeres, una forma de ridiculizarlas en un espacio deportivo que siempre se ha concebido como casi exclusivamente masculino”.
Pos sí, claro, asentí leyendo el comunicado.
Pero entonces, chale, gritó la porra de allá y las de acá; chale, dijeron un montón de paisanos; y, chale declararon Decio de María, Héctor González Iñárritu, Ricardo Peláez y El Piojo Herrera, y todos les mecheches entrevistados al respecto. Y luego todos los analistas y editorialistas, deportivos y no, y casi todos los mexicanos, pamboleros y no, le entraron con alegría al debate semántico. Y chale, también dijeron en la sobremesa familiar y en las redes sociales, y un montón de Memes parodiaron sarcásticos el motivo del alboroto.
Y luego Mauricio Cabrera, enviado al mundial de un portal web especializado en futbol, argumentó con no poca razón, entre otras cosas, que “puto es sinónimo de lo que el mexicano quiera. Es el equivalente a güey pero con más confianza o más enojo. Lo usamos diario, tanto que para la FIFA somos homofóbicos hasta con las cosas. Puto teléfono, puto carro, puto control, puto balón. También con los imponderables. Puto sol, puto tráfico, puto granizo, puto desmadre. Está arraigado en nuestra cultura. Lo decimos sin pensar en un hombre penetrando a otro”.
Chale, pensé luego de todo lo anterior. Pues la verdad es que no hay por qué sentir tanta pena, más bien hay que explicarle al mundo que en nuestra cultura “puto” no es solamente una expresión homofóbica; y además porque, inche FIFA con qué autoridad nos dirige su extrañamiento advertidor, si designó a Quatar como próxima sede del Mundial de Futbol 2018, donde ser gay es casi un crimen.
Aunque reconozco acalambrarme gacho aun al ver a un par de fulanos besándose cañón de lengüita (neta, no tanto si los besadores son besadoras), yo y todas mis conocencias somos gente educada. Como dice Mauricio Cabrera: “a ellos no se los decimos, al menos no en su cara. Se nos ha educado para ser respetuosos cuando detectamos a un gay entre nosotros. Salvo que sea nuestro amigo, porque entonces cabe. Y es posible que él también nos diga puto sin que ello implique la posibilidad de acabar en la cama. Vivimos en un país de putos”.
Para colmo, confundido y todo me sorprendió la histórica, épica y gloriosa victoria mexicana sobre los croatas, así que imagínense como me siento ahora. En pocas palabras, pienso que dejaré el debate para cuando termine el Mundial, y que me concentraré en tanto eso sucede, a sudar manos en ansiosa espera de los holandeses, y cuando su cancerbero haga el primero de sus despejes, gritaré sin gritar, con una mezcla de sonrisa y rubor en la cara, para escuchar a la porra azteca en el estadio gritar “¡eeeeeeEE… puuutooo!”.

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