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La violencia de La Familia y Guerreros Unidos los sacó de sus pueblos, relatan desplazados de Totolapan

*A principios de este mes les dieron un ultimátum de cinco días a las comunidades de El Barroso y Santa María del Sur para que abandonaran los pueblos o entrarían a matarlos a todos. La delincuencia?incendió dos carros con material?de construcción que les había mandado el Ayuntamiento para obras sociales, recuerdan. Irrumpían grupos de “30 o 40, todos bien armados y en camionetas que pasaban amenazando y golpeando a todo aquél que se les ponía enfrente”

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Todo comenzó a finales de febrero cuando fue encontrado un hombre ejecutado con un puñal clavado en el pecho y un mensaje que decía: “esto les va a pasar a todos los que apoyen a la Familia Michoacana”. A partir de entonces se desató la violencia contra los pueblos de San Miguel Totolapan y por la que ahora, pueblos como El Barroso y Santa María del Sur han sido desplazados y un grupo de ellos se encuentra refugiado en Chilpancingo.
Testimonios de integrantes de este grupo que se encuentra refugiado en el Instituto del Deporte de Guerrero (Indeg) revelaron que fue la pugna entre miembros de la Familia Michoacana y Guerreros Unidos la causa de que pueblos enteros hayan sido amenazados para que abandonen la zona, como ocurrió con estas dos localidades.
“Aún aquí no tenemos ninguna garantía de seguridad y pueden venir esos amigos”, dijo uno de los desplazados el medio día del lunes, cuando, sentado en una barda del Indeg, observaba a quienes se ejercitaban en estas instalaciones.
Contó que fueron integrantes de uno de estos dos grupos quienes a principios de este mes de junio dieron un ultimátum de cinco días a las comunidades de El Barroso y Santa María del Sur, para que abandonaran los pueblos o entrarían a matarlos a todos.
Pero aseguró que desde unos dos meses antes la gente ya casi no salía de sus pueblos porque tenía temor de sufrir alguna agresión en la carretera.
Narró: “ya casi no había transporte, tampoco subían los camiones que reparten refrescos o alimentos, también dejaron de ir las autoridades y hasta el sacerdote que iba una vez a la semana a oficiar misas de bodas o bautizos dejó de visitarnos. Eso ya no era vida, estábamos secuestrados en nuestro propio pueblo”.
Recordó que en una ocasión, cerca de su comunidad la delincuencia?incendió dos carros con material?de construcción que les había mandado el Ayuntamiento para obras sociales.
“Esos amigos no se andan con juegos, cumplen su palabra, son capaces de todo, por eso decidimos dejar todo e irnos primero a Ajuchitlán, dijimos: ya de allí a ver pa donde jalamos, lo primero era salir del pueblo”. Fue así que, por ejemplo, de Santa María del Sur, abandonaron el lugar los 186 habitantes, entre hombres, mujeres ancianos y niños.
“Tengo entendido que también los de El Barroso se salieron todos pero hay de otras comunidades cercanas que también fueron amenazados, pero sólo algunos abandonaron sus casas, otros decidieron quedarse por su cuenta y riesgo, y a esos no sabemos cómo les vaya a ir, o a lo mejor son parte de los grupos de esos amigos”, declaró.
Contó que hasta el año pasado en estos pueblos todo era paz y tranquilidad, “no se sabía nada de la violencia, o sí, escuchábamos de algunas cosas que pasaban en otros pueblos alejados, pero nunca pensamos que iban a llegar hasta donde estábamos”.
El campesino, quien contó su testimonio a condición de que no se revelara su identidad, dijo que todo cambió cuando, de pronto, una mañana de finales de febrero, en la carretera de terracería que comunica a Santa María del Sur a San Rafael apareció un habitante de la segunda comunidad asesinado a balazos. “En el pecho tenía un mensaje escrito en un papel clavado con un puñal, el mensaje decía: esto les va a pasar a todos los que apoyen a la Familia Michoacana”.
Agregó que el problema es que “quienes no andamos metidos en esas chingaderas no sabemos ni quiénes son de uno ni quiénes son de otro grupo”.
Sin embargo supone que fueron los mismos que mataron al habitante de San Rafael los que a partir de marzo, “comenzaron a verse en los pueblos, eran muchos, unos 30 o 40, todos bien armados y en camionetas que pasaban amenazando y golpeando a todo aquél que se les ponía enfrente”.
A principios de junio llegaron a los pueblos y en algunos casos acudieron directamente con el comisario a exigirle que abandonaran la comunidad, si no, advirtieron, “entrarían a matarnos a todos”.
Dijo, “ellos no se andan con juegos, sus amenazas las cumplen, a poco cree que nomás porque sí íbamos a dejar nuestros pueblos donde teníamos nuestras siembritas, nuestras huertitas, teníamos nuestros animalitos y, aunque sea humildes, pero teníamos nuestras casitas, no como aquí que andamos causando lástima”.
El 5 de junio, 250 personas, 186 de Santa María del Sur y el resto de El Barroso salieron custodiadas por elementos del Ejército mexicano hasta Ajuchitlán del Progreso. De allí comenzaron a dispersarse en grupos y el 16 de junio 130 de ellos llegaron a Chilpancingo en donde con una marcha y un plantón pidieron ayuda del gobierno del estado.
Y es que el riesgo que corrían en sus comunidades era tan real que otro de los campiranos de Santa María del Sur contó que el día que salieron, un comandante del 34 Batallón de Infantería, encargado de la misión, antes de partir les recomendó, “tírense a donde sea para ponerse a salvo si ven o escuchan algo que los ponga en peligro”.
En tono nostálgico, recordó que el día que abandonaron su comunidad eran casi las 7 de la noche. Había llovido y había mucha nube en los cerros. La zona estaba oscura.
Reveló que antes, el jefe militar les confió que en sus aparatos de radio comunicación habían interferido llamadas telefónicas en las que los delincuentes amenazaban que en el trayecto emboscarían a la caravana. “Entonces yo pensé que nadie de nosotros saldría con vida pero creo que Dios nos ayudó”.
El viaje lo hicieron algunos vehículos particulares y en los camiones que llevaban los militares y la Policía Estatal.
El grupo que llegó a Chilpancingo fue albergado por el gobierno del estado en las instalaciones del Indeg con la promesa de que sólo sería mientras les conseguían otras instalaciones para mudarlos, pues llegaron al Indeg compartiendo espacio con los damnificados de la tormenta tropical Manuel.
Sin embargo, todavía ayer continuaban en estas instalaciones y según el comisario de Santa María del Sur, Eduardo Macedo Jaimes, no les habían dicho cuándo serán cambiados a otro lugar, pues con el secretario de Gobierno Jesús Martínez Garnelo no se han vuelto a reunir.
El comisario agregó que mucho menos tienen esperanzas de que el gobierno estatal les done un predio para que construyan sus casas, “la verdad no sabemos qué va a ser de nosotros, porque a nuestra comunidad ya no vamos a regresar”, declaró.
Mientras tanto, a 9 días de su estancia aquí, las secuelas comienzan a presentarse: este martes ocho niños presentaban diarrea y vómito, igual que otros seis adultos.
El comisario Macedo reconoció que, afortunadamente, han sido atendidos oportunamente por médicos que les manda el Ayuntamiento de Chilpancingo, pero que no les han dicho las causas de estos padecimientos.

Se les escabulle el gobernador

Este martes los desplazados pensaron que por primera vez tendrían la oportunidad de hablar con el gobernador Ángel Aguirre Rivero, cuando se enteraron que acudiría a las instalaciones del Indeg para abordar allí el helicóptero que lo trasladaría al municipio de Mártir de Cuilapan, pero se les escabulló.
A las 11 de la mañana se agruparon y se pusieron de acuerdo en que primeramente le pedirían ropa y calzado, porque la mayoría salió de su pueblo sólo con lo que tenían puesto.
En segundo lugar le pedirían su reubicación a otras instalaciones y finalmente, insistirían en la donación de un predio en algún lugar del estado para que construyan sus casas.
Sin embargo, un empleado del gobierno del estado los distrajo, les dijo que el gobernador entraría por el acceso principal del Indeg, cuando sólo fue un señuelo, pues  la caravana de vehículos ingresó por otra entrada y cuando los desplazados se enteraron del engaño, ya los dos helicópteros en los que se trasladaba el gobernador y su equipo se levantaban de la cancha de fut bol.
Aún tienen esperanzas de reunirse con él. El comisario Macedo Jaimes informó que el presidente municipal Mario Moreno Arcos fue a visitarlos la semana pasada y que les prometió que invitará al gobernador Aguirre Rivero a que vaya a platicar con ellos, “ojalá esta vez sí se nos haga”, dijo otro de los campesinos que sobreviven aquí.

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