Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

La diplomacia mexicana

Más allá de gustos sobre estilos y personalidades que llenaron el ámbito periodístico el primer año de gobierno, debemos entender que sí ha habido cambios y cuáles han sido. En un mundo intercomunicado es necesario entender que las relaciones diplomáticas tienen también que ajustarse a la nueva realidad global, que hay valores que predominan en un mundo global.

En este primer año se pueden observar dos tendencias muy claras que se han establecido como “el estilo personal de gobernar”, como dijera don Daniel Cosío Villegas. Una de ellas  es la de hacer presencia, subirse  al foro, participar, hacer ruido, en otras palabras hacerse sentir. Por otro lado el gobierno ha mostrado una mayor aceptación a los organismos internacionales y se han tomado medidas para mostrar esta característica del nuevo gobierno.

Ha habido una mayor actividad para mostrarse al mundo. La campaña diplomática para lograr los votos necesarios para llegar al Consejo de Seguridad de la ONU, la llegada de nuestro país a ese organismo, la cumbre de Monterrey y las múltiples giras al extranjero son muestras de estas tendencias. En parte gracias a esta política se ha logrado que la posición acordada a México por los órganos evaluadores haya mejorado y no se contaminara el ambiente con el “efecto Argentina”.

En cuanto a los organismos internacionales, se ha mostrado una mayor permeabilidad a sus observadores. En relación a los derechos humanos se liberó a los campesinos ecologistas, a los pescadores y ahora, el caso más notorio, el del general Gallardo. A este gobierno se le  puede definir como uno que tiene una mayor sensibilidad a las opiniones de los organismos internacionales y a las organizaciones no gubernamentales.

De hecho hay un cambio de actitud y de práctica de fondo. Si se revisan los casos en que ha habido observaciones al gobierno mexicano de estos organismos en el último cuarto de siglo, podemos ver que se utilizaba el concepto de buscar la forma de no afrontar los casos. Se buscaba encontrar algún paso no dado en el trámite nacional para responder que no se había cumplido con el proceso del país y que todavía había recursos legales que interponer, que  por lo tanto no se aceptaba la observación. El fondo era hacer tan engorroso y largo el proceso para desanimar a los mexicanos a utilizar la vías internacionales.

Aquí cabe una explicación, el gobierno mexicano firmó, y fue aprobado por el Senado de la República, el Protocolo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero no firmó el Protocolo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que hoy tiene su sede en San José, Costa Rica. Esto quiere decir que la Comisión solamente puede hacer recomendaciones, pero éstas no son de atención obligatoria. Si hubiera sido vía la Corte, sus resultados serían inapelables. Esta ambigüedad que viene desde la creación de estos organismos pienso que debe terminar. ¿Por qué no firmar el Protocolo de la Corte y aceptar sus decisiones?

En este sentido se han dado los primeros pasos, se han rectificado omisiones de otros gobiernos, pero esto no es suficiente. Pienso que el aceptar a la Corte y someterse a su arbitraje sería el paso definitivo y tanto el pueblo de México como las organizaciones no gubernamentales lo aplaudirían.

En los casos recientes hemos visto un híbrido, se acepta a medias la intervención de los organismos y luego se negocia internamente. Es una mezcla de buenas intenciones con los métodos del pasado. Arreglar las cosas tras bambalinas para que nadie pierda prestancia, como el caso del general Gallardo con el ejército, con la idea de que lo importante son los resultados y no el método. En cierta forma esto es cierto, los resultados hablan por sí solos, pero la verdad es que si estamos ante un cambio trascendente, la reforma del método es aún más importante. En estos momentos el prestigio del gobierno en este aspecto es solamente casuística, no es de fondo.

Se puede decir con certeza que se está reaccionando a las presiones de las organizaciones internacionales, pero pareciera que solamente es para tener una mejor presencia en el exterior. Muchos quedaríamos convencidos si esta actitud se transformara en una política de Estado.

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