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Silvestre Pacheco León

CRONICA MUNICIPALISTA

 

* En la bahía de Petacalco, rayas en vez de huachinangos

Desde antes se sabía que el resultado de los estudios de la UNAM sobre el impacto ambiental de la termoeléctrica de Petacalco dejaría inconformes a los pescadores.

Ellos desde hace un año lo manifestaron, cuando el estudio en cuestión estaba en proceso. En el  origen de la inconformidad estaban  los términos de referencia de los estudios encargados, pues mientras en éstos se planteaba conocer si el nivel de la contaminación del agua de la bahía de Petacalco se mantenía dentro de los parámetros contenidos en la Norma Oficial Mexicana, los pescadores, demandaban que se midiera el grado de contaminación y su impacto ecológico.

Si bien es cierto que el trabajo de la UNAM es impecable en cuanto a los términos de referencia del estudio, la inconformidad de los pescadores es atendible por cuanto a que la misma investigación reconoce que existe alto contenido de plomo en los peces de la bahía.

Si es cierto que los representantes de la Comisión Federal de Electricidad pueden utilizar el trabajo de la UNAM para zafarse de cualquier obligación legal de indemnización, no menos cierto es que se avecinan nuevas movilizaciones de los  pobladores que se sienten afectados por la termoeléctrica.

Para evaluar el problema ambiental de Petacalco debe juzgársele un poco desde fuera del viciado ambiente de clientelismo electoral,  de amenazas, presiones, indemnizaciones y manipuleos tan socorridos.

El impacto negativo de la termoeléctrica en la bahía de Petacalco y en la región es un hecho innegable y el estudio de la UNAM sólo vino a corroborarlo, aunque diga que la contaminación del agua no rebasa lo permitido por las leyes mexicanas.

La termoeléctrica usa millones de litros de agua de río para enfriar sus generadores. Ese líquido lo toma del  Balsas, para lo cual construyó un canal que atraviesa la planta y se prolonga hasta la bahía de Petacalco.

Los pescadores tienen razón al contradecir con sus conocimientos empíricos a las deducciones de los científicos: el mar no cambia tanto en condiciones normales de explotación pesquera, aunque en términos generales sea verdad lo que dice el Doctor Botello, de que toda masa de agua sufre un cambio constante.

Los hombres del mar lo dijeron muy claro y en tono convincente: “Ahora sacamos rayas en vez de los huachinangos de antes, y para sobrevivir tenemos que ir más allá de la bahía”

El contenido de plomo en los organismos del mar capturados en la bahía produce hechos como los que han vivido los 213 cooperativistas. “Cuando los compradores saben que el producto es de Petacalco nadie lo quiere comprar porque está contaminado”. De modo que los jureles que llegan a entrar a la bahía y que de suerte uno pesca, no hay quien se los coma, así que no hay de que vivir”.

Quien conoce la región sabe que el río Balsas no desembocaba directamente a la bahía, pero ahora, una parte importante de su caudal, sí.

El agua que sale de la termoeléctrica, es residual y su calidad así como la temperatura debieron ser valorados por el estudio, de manera que se pudiera conocer el impacto que tiene en la pesca.

Pero más allá del manejo que se le ha dado a los resultados del estudio de la UNAM, eximiendo a la CFE de toda culpa, el daño que ésta provoca debe ser conocido y difundido, porque no sólo los pescadores deben llamarse afectados.

Si los 213 pescadores han identificado a la CFE como la culpable del daño irreversible a su fuente de empleo y demandan por ello una indemnización, su atención no resuelve el problema de la contaminación.

Qué bueno que las 213 familias que viven  o vivían del mar puedan conseguir indemnización de quien los deja sin empleo, pero qué malo que no se esté haciendo nada por remediar el daño ecológico que la termoeléctrica provoca.

La termoeléctrica ha modificado el medio ambiente, cambió la desembocadura del río Balsas, impactó a la bahía de Petacalco y modificó drásticamente la vida del pueblo y su traza urbana. Contamina visualmente y afectó la calidad del aire.

En el campo ha dañado los cultivos y en general impactó y modificó el entramado social en la región.

Los pescadores no son los dueños de la bahía de Petacalco y puede que lo irracional de la explotación que hacen de la pesca explique parte de su escasez, pero insisto en que hay un daño ecológico incuestionable de parte de la CFE que no se está señalando en este conflicto que la termoeléctrica tiene con los pescadores.

Habrá quienes sostengan que el manejo político y electoral del conflicto debe parar y que nada justifica nuevos gastos del dinero público para saciar la demanda de quienes han aprendido a pescar en tierra indemnizaciones intercambiadas por votos, pero, ¿quién responde por los daños ecológicos que finalmente padecemos los que vivimos fuera y lejos de Petacalco?

Los representantes de los 213 pescadores verán a René. Muy bien. Quizá les responda como lo piden y el dinero fluya como financiamiento de nuevos proyectos de esos que nunca se traducen en algo concreto y viable, pero que son eficaces para neutralizar conflictos.

Pero en este asunto son dos los hechos más preocupantes: por un lado es la afirmación no sustentada pero creíble, de que el agua del Balsas,  cuando entra a la planta termoeléctrica de Petacalco, viene ya contaminada río arriba, y no precisamente de las hidroeléctricas de La Villita e Infiernillo, sino de más allá, quizá de los pesticidas que utilizan las empresas meloneras en la Tierra Caliente, o de la mina Rey de Plata allá en Apaxtla, quizá también de las recientes maquiladoras instaladas en el estado de Puebla y puede que de todos estos lugares. Por otra parte,  si somos memoriosos, la CFE no sólo está dañando el entorno ecológico de Petacalco, sino el propio bolsillo de cada uno de los consumidores de energía eléctrica que ahora tendremos que pagar como producto de lujo la energía que se genera en un proceso de deterioro ambiental y que por su costo no llega aún a todos los hogares de la zona.

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