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Moisés Alcaraz Jiménez

Elegir al mejor gobierno en Acapulco

Durante los últimos seis años de gobiernos priístas en Acapulco, la corrupción alcanzó niveles de escándalo y las ineficiencias se multiplicaron en todos los ámbitos de la administración municipal, principalmente durante el tiempo que ocuparon la presidencia Rogelio de la O Almazán y Manuel Añorve Baños. La Contraloría federal investiga a este diputado costachiquense cuyo gobierno fue de escasos beneficios para la población y prolífero en obras fantasmas y presupuestos inflados.

De la O Almazán ha logrado librarse gracias a que los ilícitos de los que se le acusa fueron cometidos bajo el manto protector del antiguo régimen, sinónimo de la podredumbre y paraíso de la impunidad.

El costo político que pagó el PRI fue muy alto: la entrega del mando municipal a una coalición perredista-panista, más lo primero que lo segundo, que impulsó a un gobierno que en dos años y medio no sólo ha hecho más obra pública que los cuatro anteriores alcaldes, sino que ha transformado al ayuntamiento en una renovada institución que empieza a salir del caos administrativo en que se encontraba, con orden en las finanzas y con mayor claridad en la rendición de cuentas.

La población acapulqueña ha percibido un verdadero cambio expresado en una mayor eficiencia en el gobierno de una ciudad con una problemática social sumamente compleja que para su solución requiere de mandatarios capaces y honestos.

Desde antes que Zeferino Torreblanca Galindo llegara al poder, Acapulco ya estaba pintado de amarillo, sólo que ahora este color ha adquirido un tono más fuerte y tiende a ocultar al tricolor, que ahora resplandece tenuemente sólo en algunas zonas rurales o en las áreas más atrasadas del municipio. Así como una mala administración afecta a todos aquellos que la impulsan, un buen gobierno reditúa un importante capital político al partido que lo postula.

El PRD se encuentra ahora en la cúspide de las preferencias electorales de los acapulqueños y si los demonios sectarios no hacen su aparición, la Presidencia Municipal puede ser nuevamente para este partido. Sin embargo, sería un grave error descartar las posibilidades que aún tiene el PRI para recuperar el poder. Menospreciar la fortaleza priísta podría costarle el triunfo al PRD.

Ciertamente, la encuesta de Mitofski no logró su principal propósito y la unidad tricolor se rompió. Prevalece en el PRI el histórico mar de desconfianzas, herencia de muchas décadas de antidemocracia, por ello existen serias dudas y sospechas sobre la objetividad de esta encuesta. Una gran mayoría de priístas opina que el mejor candidato sigue siendo Miguel Mayrén y no Ernesto Rodríguez Escalona.

Además de ese descontento y de la deserción de Luis Walton Aburto, la actitud cínica y ligera de César Flores Maldonado, que sólo utilizó a sus seguidores como instrumento de presión para negociar una Secretaría del gobierno del estado, contribuye también a disminuir las posibilidades priístas. Pero este es un partido que tiene una estructura territorial intacta que, inyectándole fuertes cantidades de recursos, puede reactivarse y alcanzar un buen nivel de competencia.

En el PRD la carta fuerte sigue siendo Alberto López Rosas, quien durante estos últimos años ha fortalecido su presencia en todo el municipio y está ubicado como el aspirante mejor posicionado y con posibilidades más reales de ganar los comicios de octubre próximo.

Son muchos los atributos y virtudes de López Rosas que lo convierten en la mejor opción perredista para la ciudadanía acapulqueña. Sólo falta que las sectas y los aspirantes que sin ninguna posibilidad se aventuran a competir y sólo lo hacen para lograr otro cargo, permitan una elección limpia que preserve la unidad interna, factor indispensable que ahora todo partido debe asegurar para poder aspirar al triunfo.

La ciudadanía acapulqueña siempre se ha caracterizado por su madurez política e interés en los asuntos públicos. Su participación será nuevamente fundamental para elegir al mejor gobierno.

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