Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jesús Vargas Vargas

Marchas, bloqueos y plantones

El otro día un amigo periodista me atajó mientras se daba un bloqueo atrás del Palacio de Gobierno y una marcha de dos organizaciones sindicales sobre la misma calle Ignacio Ramírez en Chilpancingo con la pregunta ¿qué esta pasando? ¿ No cree que ya es mucho, que se le está saliendo del control al gobierno? Yo me dirigía a atender la instalación de una mesa de diálogo, y sólo alcancé a decirle que esas movilizaciones son normales y que no nos asustan porque el contexto de Guerrero es el de un estado con rezagos sociales muy fuertes, de una situación de pobreza extrema y con insuficiente apoyo presupuestal federal, y que la gente quiere respuestas a sus necesidades, además de que hay algunas actitudes de líderes y dirigentes, grupos y organizaciones que plantean cosas irracionales para las atribuciones y capacidad económica de respuesta del gobierno del estado. Y rematé diciéndole que sólo aquellos que viven en regiones de altos niveles de ingreso o en países desarrollados o vivan en Disneylandia sí pueden asustarse de los movimientos que pasan en Guerrero.

El teórico Juan Carlos Portantiero, en un análisis de las propuestas políticas weberianas y gramscianas, propone en gran medida una respuesta a esas inquietudes de mi amigo periodista: “No caben dudas acerca del peligro que significa, en la democracia de masas, que en política predominen los elementos irracionales. Como las masas piensan en términos inmediatos están siempre expuestas a influencias emocionales. Ese riesgo aparece con redoblada fuerza cuando esas masas están desorganizadas y tienden, por lo tanto, a practicar ‘la democracia en las calles’. Sin ‘partidos organizados racionalmente’ o con parlamentos débiles y políticos desacreditados, la probabilidad de que la activación sea incontrolable es aún más cercana” (Los usos de Gramsci, 1981).

Esta cita plantea perfectamente bien lo que está pasando en Guerrero respecto a las movilizaciones sociales y que la vox populi, los medios de comunicación y la oposición al régimen sospechan, catalogan o afirman que son una muestra de la ingobernabilidad e incapacidad del gobierno para atender las demandas y necesidades de la sociedad y para mantener el Estado de derecho.

Cuando se está entrando en la democracia de masas, dice Portantiero, existe el peligro de que este proceso de democratización sea confiscado por la izquierda o desbaratado por la derecha a través de la demagogia, recurso mediante el cual estas expresiones políticas confunden a las masas en cuanto a la importancia de su activación y participación en la democratización de la sociedad, haciéndoles creer que llevarles respuesta a sus necesidades inmediatas (despensas, pacas de lámina, dinero para fines personales, fertilizante) o llevarlas a la calle para exigir y gritar, bloquear y plantarse es la manera de (confundir) estar  construyendo y sintiendo la democracia.

En Guerrero todavía estamos transitando el ingreso a la democracia de masas, no como medio de dominación corporativista de la época de Cárdenas, sino como manipulación de las necesidades más elementales de existencia de la gente a cambio de un sufragio. ¿Y qué tipo de masas ? Pues mayoritariamente empobrecidas, paupérrimas, que gracias a la democracia que se ha estado abriendo desde 1988, están saliendo de sus pueblos, comunidades y colonias, exigiendo respuestas inmediatas a la situación que sienten.

En estas circunstancias, cuando las masas están influenciadas por sus emociones de protesta e inconformidad hacia su situación inmediata, llegan como redentores políticos de derecha y de izquierda, con el propósito de que esas masas se conviertan en sus seguidores para llegar al  poder. ¿Y cómo lo hacen?: con demagogia, con el “incontrolado reconocimiento de su activación y participación” en las decisiones democráticas del Estado moderno, llevándolas a la calle al bloqueo, la marcha, al plantón, a “practicar” la democracia en la calle.

Entonces, tenemos, por un lado, masas que están descubriendo con emoción, coraje e inconformidad la importancia de su activación y participación y, por otro lado, líderes de derecha y de izquierda que acuden a la demagogia, o sea el reconocimiento descontrolado de las masas, para atraerse mutuamente a sus fines personales, unos para poner aunque sea un techo de lámina a su casa y otros para llegar al poder.

Esos son dos de los factores irracionales que ponen en peligro la democracia, la política, como actividad de entendimientos civilizados basados en convicciones, ideología y ética, que permiten tratar con seriedad, responsabilidad y eficiencia los asuntos públicos y del poder.

Lo real de esto es que en mi oficina se presentan líderes que al no ver que haya posibilidades de una respuesta expedita por parte del gobierno a sus demandas contra las condiciones de pobreza en que viven, inmediatamente advierten que traerán a toda su gente (desorganizadamente) a las calles para  exigir  (practicar la  democracia) lo que por justicia –dicen–  les corresponde “porque pagamos nuestros impuestos”, sostienen. En esto yo encuentro demagogia y emociones que en nada ayudan a construir la democracia y a que la política opere.

Pero ¿qué más dice la cita de Portantiero que nos explica lo que pasa en Guerrero?: “Sin partidos organizados racionalmente o con parlamentos débiles y políticos desacreditados, la probabilidad de que la activación –de las masas– sea incontrolable es aún más cercana”.

Cuando veo un grupo de determinado sector social protestando en la calle me pregunto: ¿dónde están los partidos?, estas intelligenzias que se supone deben coadyuvar a la gobernabilidad y a canalizar legal y legítimamente las aspiraciones de la gente; también me pregunto por qué no van con algún político o representante popular que les sirva de interlocutor con las esferas de gobierno, y la respuesta es que no hay credibilidad en ellos.

Entonces ¿qué hay detrás de cada marcha, plantón o bloqueo? Todo eso: masas conducidas por sus emociones y líderes de derecha y de izquierda demagogos, desorganizados, que creen que en la calle encontrarán la democracia y la respuesta inmediata a sus exigencias; hay partidos que no funcionan y organizados no racionalmente, sin credibilidad y sin capacidad de interlocución; hay líderes y dirigentes políticos y sociales demagogos que exaltan la importancia de las masas –la base, dicen– y que creen que la democracia se practica en la calle; hay un Parlamento débil y políticos desacreditados y, por supuesto, hay un gobierno con límites en su capacidad de presupuesto, de eficiencia administrativa y de sensibilidad política, que centraliza medios administrativos, coercitivos y políticos para atender a la gente, pero, en fin, hasta la ley tiene sus propios límites –sobre todo en tiempos– que la gente muchas veces no conoce ni, en medio de sus emociones, está dispuesta a  entenderlos. A todo esto, aúnenle la ignorancia que en una medida o en otra tienen todos los actores aquí señalados.

Todo esto, y más, es lo que está detrás de una marcha, plantón o bloqueo, todo un fenómeno de relaciones políticas y sociales, de corresponsabilidades múltiples. No sólo hay una mala actuación del gobierno, creer esto es simplista, ver sólo el árbol y no el bosque, es ser crítico sin ser autocrítico, es idiosincrasia del tlatoani, del paternalismo de Estado, reducir la gobernabilidad a la responsabilidad del Estado sin mirar la de la sociedad.

PD 1. No es irracional exigir una paca de lámina para tapar los hoyos de una casa de cartón, lo irracional es que la gente crea que el gobierno tiene la obligación de poner techo a todas las casas.

PD 2. La necesidad de que la gente tenga trabajo o asistencia del gobierno es real y muchas veces justa, pero no justifica la anarquía.

PD 3. Decir que los bloqueos, marchas y plantones sean normales no equivale a decir que no pasa nada en Guerrero.

468 ad