Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Aurelio Peláez

Todo aficionado lleva un director técnico dentro. Eso es inapelable. Y cómo técnicos nunca nos equivocamos, especialmente cuando el que está en la banca supliéndonos no nos pela y perdemos. Igualmente, en algún momento de insomnio, realizamos mentalmente jugadas virtuosas que los jugadores fallan ya en la cancha de manera inexplicable, a menos que se llamen Messi o Neymar, que casi las hacen como uno.
Así, en lo que resta de aquí al domingo, estos alter ego nuestros desmenuzarán las posibilidades de anular a Holanda y aprovechar las cualidades de dos o tres jugadores mexicanos para darnos una victoria. Un 3-0 estaría bien, pero el asunto es que toca con la que se ha mostrado como la mejor selección del Mundial.
Robben, el delantero del Bayern, es un tipo indetenible, con torpedos en las piernas y Van Persie no sólo gana los largos pases aéreos, sino hasta los rebotes del área chica.
El peor escenario es ver correr detrás del pelón Robben una y otra vez al Maza y Salcido.
Dicen que para evitarse malos ratos, en los años sesenta el General Núñez, dueño del Atlante, desde su palco veía los partidos de espaldas a la portería de su equipo, mirando hacia la rival. La cosa es que hacia su lado bueno no pasaba nada, y la emoción estaba tras él.
Este saludable ejercicio no lo podríamos realizar estando tan lejos de Brasil y menos en un bar donde la tele no es nuestra.
La máquina perfecta de juego holandés debería tener algunos errores. Si hasta Pelé iba a miar y los brasileños tomaban agua, como lo descubrieron el técnico de Argentina Bilardo y Maradona cuando en el Mundial de Italia 90, dieron agua con somníferos a los cariocas durante una interrupción del juego, a saber, una falta al propio Diego al parecer, ya tramada. El fingimiento y el agua. Argentina ganó a Brasil en octavos con apenas 1-0 y varios jugadores brasileños terminaron dopados luego de que los aguadores argentinos les dieron de beber durante esa interrupción.
Pero la mejor consigna técnica a distancia –que el Piojo no debería descartar– la dio mi amigo R. Solorio en un partido Toluca-Pumas, que veíamos. Él le iba a los Pumas y Vicente Sánchez hacía pedazos su defensiva.
–¡Rómpele la pata! –dio la orden de guerra a una defensa que afortunadamente no lo oyó.
Táctica preventiva, creo que se llama.

468 ad