Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jeremías Marquines

APUNTES DE UN VIEJO LEPERO

* Décadence

La poca capacidad de oposición de una sociedad a los desenfrenos, las insensateces, los vicios y las mentiras de sus dirigentes y gobernantes es un indicador del grado de descomposición y desvergüenza a que ha llegado un grupo social.

Una sociedad que aplaude como triunfadores a sus victimarios y explotadores, que finge ignorancia y desconocimiento ante la inmoralidad y la mentira; una sociedad con alto grado de inmovilidad; una sociedad donde sus periodistas, universitarios e intelectuales reaccionan contra todo espíritu crítico, es una sociedad hipócrita, decadente.

¿Qué más se puede pensar cuando nos enteramos de la corrupción que impera en la universidad de Guerrero para imponer a un candidato inmoral en la Rectoría? ¿Qué más se puede pensar cuando nos enteramos que los universitarios, académicos, trabajadores y estudiantes mantienen una vergonzosa inmovilidad, una nula oposición ante la evidente corrupción y las mentiras de Nelson Valle y sus protectores Florentino Cruz y Armando Chavarría? ¿Se vale hacerse el occiso, hacer como que no pasa nada, fingir normalidad cuando existen denuncias de que el personal de la administración central de la UAG trabaja todo, con descaro, para Valle López?

¿Se vale que los encargados de prensa de la Zona Sur, que cobran en la nómina de la universidad, Dulce Quintero y los otros, también sean los encargados de la casa de campaña que el candidato de la AEU tiene en avenida Niños Héroes?

¿Se vale –aun cuando lo prohíbe el reglamento electoral– que Nelson Valle haya tapizado con pintas y propaganda el interior y exterior de las escuelas de la UAG? ¿Se vale apoyar a un candidato que a la luz del día dispone de los recursos económicos y humanos de la universidad –que son recursos públicos, recursos de todos los guerrerenses– para impulsar una ambición particular que tiene como beneficiario directo la ambición del senador Chavarría? Y si no son recursos de la universidad los que usa este candidato, que explique cómo paga camiones, propaganda, pintas, computadoras, líneas telefónicas y viáticos y salarios a sus colaboradores.

¿Se vale que el rector Florentino Cruz, desde su posición maniobre en beneficio de este candidato a rector? ¿Se vale que despida, encubra y compre conciencias con los pocos, muy escasos, recursos de la universidad que debieron servir para formar mejores estudiantes? Después de todo este derroche para colocar en la Rectoría a un incondicional ¿se justifica la petición del rector de más recursos para la universidad? Acaso hacen falta más recursos económicos para corromper académicos, trabajadores y estudiantes; si a Hugo Vázquez le hicieron falta 20 millones, cuántos no podrá justificar Florentino al final del rectorado? ¿Bajo qué rubro va a justificar el dinero invertido en la campaña de Nelson Valle? Recuerden la máxima del rector: no vamos a juzgar a Hugo Vázquez para que no nos juzguen a nosotros.

¿Se vale pues, que a pesar de todo este dispendio –reiteradamente denunciado por los candidatos opositores aquí en El Sur–, de toda esta inmoralidad, todavía los universitarios sigan impasibles, continúen ágrafos y acríticos fingiendo ignorar la descomposición de la UAG? ¿Qué más hace falta para que despierten de su existencia de rebaño humano y sacudan su fardo de instintos primarios y normas ambivalentes, su decadencia que cada día se vuelve podredumbre?

¿Después de todo esto, ustedes creen que aún es válido el discurso de la reforma universitaria como bandera para ganar la Rectoría? ¿A qué reforma universitaria le dará seguimiento el nuevo rector, si durante la campaña todos los candidatos violentaron con escandalosa desvergüenza y abultado cinismo la ley de la UAG, el estatuto y el reglamento universitario que dicen respetar; todos violentaron los principios básicos de la reforma universitaria, pero principalmente Nelson Valle quien es el que más alarde hace de haber respetado la ley?

No sé por qué Valle López y Chavarría me recuerdan mucho a Roberto Madrazo a quien los tabasqueños soportaron durante seis años. Madrazo es de esos dirigentes tartufos que para acallar las conciencias se hacen pasar por los ejecutores de mandatos antiguos y supremos (los antepasados –sin empacho utiliza la imagen y memoria del padre muerto, Carlos A. Madrazo Becerra, a sus hijos y a su mujer para mover a la cursilería sentimentaloide de la masa–, los de la Constitución; los del derecho, los de las leyes e incluso los de Dios), con frecuencia recogen fórmulas gregarias de la mentalidad del rebaño y se ofrecen ya como el primer servidor del estado, el primer hombre apegado al derecho, el salvador de la democracia o el instrumento del bien público, cuando en la realidad han sido todo lo contrario.

A Madrazo se le recuerda en Tabasco por su desvergonzado cinismo y su inmensa capacidad histriónica. Un análisis sicológico de su personalidad muy difundido en Villahermosa allá por 1995, lo describía como un sicópata con tendencia a la sobrevaloración de su propia imagen. Dicen los sicólogos que Madrazo no gobernó Tabasco, sino que fantaseó un reinado que heredó a Manuel Andrade Díaz. Usó y abusó de la propaganda de corte fascista para embrutecer a la sociedad y de la contrapropaganda para golpear a sus adversarios del PRD y a los defensores de los derechos humanos. Llegó al grado de incluir en el escudo del estado la letra inicial de su apellido y a fingir un secuestro cuando Andrés Manuel exhibió las facturas del derroche de 70 millones de dólares durante su campaña a gobernador en 1994.

Durante su campaña ocurrieron dos hechos que nunca se esclarecieron: la ejecución –se cree que por drogas– de un policía en el interior de su residencia y el asesinato de Miguel Bosada Granier, personero del, en ese entonces, jefe del cártel del Golfo, Juan García Abrego en Tabasco y compadre del empresario periodístico Miguel Cantón Zetina a quien Madrazo volvió inmensamente rico.

Pero bueno, después de todo esto no me sorprende que en Guerrero Roberto Madrazo sea bien recibido por la clase priísta y frente a dos de los mayores caciques locales de los últimos tiempos –que se disputaban el saludo del candidato al PRI nacional–, y diga que él está en contra de los cacicazgos, por la democracia y el Estado de derecho. Igual dice Nelson Valle ¿no?

La contra: Va un fragmento de Altazor de Vicente Huidobro:

La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer / Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir, y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.

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