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Urge dejar la simulación y emprender el cambio real en la UAG: Bonilla

* Hay que encontrar al universitario que aprenda y no que memorice, afirmó el autor del texto, el profesor Rafael Bonilla

Sergio Ocampo Arista, corresponsal, Chilpancingo * Con el llamado del maestro Rafael Bonilla Romero a terminar con la simulación y a emprender realmente la transformación de la UAG, se presentó el viernes pasado el libro Crisis de la educación superior desvinculada de la realidad caso Universidad Autónoma de Guerrero.

Lleno de anécdotas, el maestro Bonilla, como se le conoce en la universidad, platicó algunos aspectos que se incluyeron en el texto, el cual forma parte de su visión sobre el acontecer universitario de las últimas cuatro décadas, en el que en todo momento privó la crítica a lo que sucede en estos momentos en la máxima cada de estudios de la entidad.

Bonilla Romero dijo que no espera que la obra se tome como una verdad sacralizada “sólo que al tener diferentes formas de pensar, que urge encontrar al universitario que aprenda y no que memorice,

propongo que la realidad la reflexionemos de distintas concepciones; traigo la visión de hace 39 años, cuando en 1964 ofrecí mi primera clase; ahí empezó un proceso de querer entender el por qué era un descalificado intelectual, y en segundo lugar pensar que quienes trabajan no sufren los mismos traumas, como sucedió desde que me formé en el convento de las monjas hasta que fui agrónomo”.

Dijo que Rosalío Wences Reza con sus pláticas le empezó a despertar su curiosidad del por qué hacía las cosas, “después de esto y en un discurso que en los hechos no me convencía, por aquello de ser crítico y reflexivo; pero la vigencia de la UAG redujo el fenómeno crítico y lo llevó a ser denunciante y reivindicador”.

Agregó: “Todo lo que hacíamos y decíamos en las manifestaciones, al regresar a las aulas, sobre todo los compas que eran más radicales hacían todo lo contrario a lo que se estaba demandando. Entonces vivir en esa situación me picó más la condición para ayudar a los demás, a partir de que la deformación del proyecto tuvo confusiones mayores que las mías que estaban a nivel de grupo para lavarles el cerebro a los muchachos y salieran sumisos”.

Expresó que la UAG sufrió un golpeteo duro “y al interior nos fuimos degenerando al grado de que quedó un proyecto de vida muy importante como institución educativa. Muchos planteamientos académicos se convirtieron no en planteamientos políticos, sino en propuestas raras y degeneradas; de buenas a primeras se dejó la seriación de las materias, pues se dijo que se suprimieran porque era una actitud imperialista; se permitió que el alumno que reprobara pudiera cursar el siguiente curso”.

Esta situación, añadió, llevó a la universidad a situaciones pavorosas, al grado que en las escuelas la mayoría de los alumnos son irregulares, “al querer ayudar a los alumnos sin revisar la esencia se hicieron cambios superficiales que ocasionaron pavorosos trastornos; no se hicieron los cambios de raíz, tal vez por flojera, lo que me llevó a publicar el libro La universidad deseada y la real”.

Cuando se realizó el Tercer Congreso General Universitario, recordó, “ la mayoría de los universitarios estábamos hartos de esta serie de circunstancias que tienen ahogada a la UAG, por lo que se trató de aportar algo que pudiera ponerle orden al caos y ratificar que la universidad volviera a ser crítica y reconociera la calidad primigenia de los seres humanos; la manzana es el símbolo de criticidad, la Biblia dice que ahí perdimos la inocencia, yo digo que ahí nos volvimos hombres”.

En ese momento de su plática, ejemplificó lo que sucede en la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense (FEUG). “Debemos permitir que quienes busquen en la UAG la oportunidad de desarrollarnos  como seres humanos encuentren el espacio correcto, yo les digo a los de la FEUG que tiene mucho tiempo que huele a muerta, la FEUG necesita rescatar la esencia del movimiento estudiantil”.

Y a manera de chascarrillo narró una anécdota que una estudiante platicó en una de las sesiones del Tercer Congreso: “La joven preguntaba si antes para pasar una materia se tenía que acostar con un maestro, que ahora con la reforma y lo que pretende  ¿con cuántos me tengo que acostar?; la verdad en ese momento al escuchar eso sentí que me jalaban el pescuezo, y en vez de que se reflexionara se convirtió en una cosa lastimosa; la UAG tiene que romper con esto”.

La razón de la UAG, planteó Bonilla, es el estudiante, pero en otro concepto porque los maestros no somos dueños de la verdad, “la escuela que el mundo de hoy necesita es diferente, antes había poca producción en el campo del saber porque memorizábamos las preguntas que el maestro nos hacía, pero hoy los avances tecnológicos son impresionantes, pero todavía como maestros si llegamos crudos a la clase queremos justificarnos, y les decimos a los alumnos saquen una hoja para hacer examen aunque las preguntas estén pésimamente redactadas”.

Seguimos, dijo, con estudiantes que memorizan libros del año de “la canica”, por eso el sujeto de las aulas no debemos verlo como estudiante, sino como un aprendente; “hay que encontrar el para qué educamos, porque todos tenemos a quien educar, la clientela la tenemos asegurada, pero tenemos que enseñar”.

El texto, editado por Fomento Universitas y prologado por Rogelio Ortega Martínez, se presentó el viernes pasado en el auditorio de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UAG, y fungieron como comentaristas Felicidad Bonilla Gómez, profesora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAG, y el magistrado Fermín Gerardo Alvarado Arroyo, quienes estuvieron acompañados en el presidium por Max Arturo López Hernández, en representación de la SEG; Francisco Guerrero Flores, representante del rector de la UAG, Florentino Cruz Ramírez, y el autor Rafael Bonilla Romero.

Previamente, Felicidad Bonilla indicó que es imposible entender a (Rafael) Bonilla sin escucharlo en defensa de la universidad, porque a pesar de su salud se la pasa leyendo y escribiendo, “y así son todos los días de la semana, aunque su pasión es coordinar grupos académicos”.

Señaló que el libro –que consta de 297 páginas– forma parte de su compromiso real al grado de que se  ha responsabilizado de sus propios cambios, y que representa largas jornadas de trabajo a lo largo de sus 40 años de labor docente interrumpida, a través de infinidad de reuniones en donde se debatieron sus experiencias al buscar que la UAG diera el salto.

Expresó ante unos cien universitarios que abarrotaron el auditorio, “la gran esperanza de mi padre, a la vez mi maestro, es que se tomen en cuenta sus propuestas en lo que será la segunda etapa de la reforma universitaria”.

Por su parte, Fermín Gerardo Alvarado Arroyo, el segundo comentarista, señaló que el texto de Bonilla es su autobiografía y permite la múltiplicación de los conocimientos, reconstruir el significado de las ideas; en términos generales es el trabajo denso y fundamental. “En cualquiera de los párrafos o páginas nos vamos a encontrar referentes muy importantes entremezclados.

Agregó que se puede apreciar diversas propuestas de cómo sería el modelo teórico hacia el cual pudiera llegar la UAG, de manera reflexiva, propositiva y crítica; el currículum en cuanto a categorías de universidades, y de los actores universitarios resumidos como instrumentos pedagógicos, y sobre todo la evaluación que hace de la UAG.

En la obra de Bonilla, continúo, la crítica objetiva es real, no es visceral, como sucede actualmente en la UAG, lo que la ha llevado a una gran crisis y a la posibilidad de que llegue al colapso, como lo ha advertido Max Arturo López Hernández: “Bonilla propone que la UAG haga algo para que puedan egresar sujetos propositivos que lleven soluciones a los problemas de la entidad; a cambiar en serio y a fondo, para luego corregir y solucionar lo más complejo”.

Consideró además que su trabajo marca un hito en la historia de la universidad, porque plantea una reforma integral, una educación crítica desde desarrollo del currículum hasta el aula. “La UAG debe de constituirse en agente de cambio para poder realmente vincularse a los problemas; los supuestos en su propuesta es la teoría de sistemas y la acción participativa que incluye a todos los sectores”.

Después, el magistrado y ex funcionario de gobierno volvió a criticar la situación que impera en la UAG en estos momentos. “Desde los 70 la intolerancia en la UAG sentó reales, pues los universitarios se adjetivaron como marxistas de la izquierda infantil, a quienes pretendió callar la crítica”.

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