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Héctor Manuel Popoca Boone

El programa de fertilizantes

 Nos fue heredado, estaba centralizado, orientado al clientelismo político, pero sumamente demandado por los campesinos temporaleros que siembran granos básicos. Después del programa Procampo, es el que beneficia al mayor número de campesinos y en el que se invierte mayor presupuesto público. Esto es, 284 mil beneficiados, 369 mil hectáreas atendidas con un importe de 191.4 millones de pesos, de acuerdo con los registros más recientes de la operación del programa en el año 2001.

No se requiere mandar hacer una encuesta a Mitofsky o a cualquier otra empresa para saber si es un programa solicitado y pedido por los campesinos de Guerrero. Basta con recorrer los ejidos y comunidades para percatarse de ello. Para cualquier gobernante, de cualquier ideología, el tratar de suprimirlo le acarrearía altos costos políticos y movilizaciones campesinas de todo tipo. Ni los presidentes municipales ni mucho menos el gobernador del estado quieren pecar de ingenuos o de miopes.

El meollo del asunto es que el programa de fertilizantes ya está enraizado en las demandas de los campesinos temporaleros, independientemente de las fallas que tenga. No es nimiedad la opinión de algunos políticos en el sentido de que se suprima o reduzca, pero lo importante para una evaluación del mismo es la opinión de esos 284 mil campesinos que participan en él. Hasta el momento no nos han exteriorizado su rechazo o repudio manifiesto.

Una primera crítica razonable que se le hace es la de que deteriora, a la larga, la fertilidad de los suelos; máxime si únicamente se distribuye sulfato de amonio. Al respecto, en el año 2000 procedimos a ampliar los tipos de fertilizantes químicos que pudieran recibir los campesinos. El abanico de opciones fue ampliado además del sulfato, al 18-46-0, comúnmente llamado granulado, y a la urea. En el año 2001 flexibilizamos aún más el programa para que todo aquel núcleo agrario que prefiriera la fertilización semiorgánica o totalmente orgánica, pudiera recibir el mismo apoyo económico que recibía al utilizar el fertilizante químico. Prácticamente nadie lo solicitó.

Aún cuando me cuento entre los partidarios de la fertilización orgánica en vez de la química, estoy consciente que el método para la adopción de esa opción por parte de los campesinos es el convencimiento y no la imposición, es una cuestión de cultura tecnológica y, por lo tanto, de práctica arraigada que solamente puede ser modificada por procesos graduales de adopción paulatina.

Como ejemplo análogo, podemos decir que lo mismo pasa con la labranza de conservación. Es a la larga, mucho mejor para el cuidado y calidad de los suelos que la labranza tradicional; pero pocos la han adoptado pese a los años que se lleva promoviéndola.

Una segunda crítica incorrecta al programa es aquella que afirma que no ha sido eficaz, porque no ha repercutido en un incremento sensible de la producción estatal de granos básicos. Esta aseveración se hace por desconocimiento o por mala fe,  ya que no existe una correlación directamente proporcional de mayor fertilizante, mayor producción. Las buenas cosechas o el incremento de la producción no dependen tan sólo del fertilizante, sino también de la calidad de la semilla, las prácticas culturales, la presencia de plagas o enfermedades, de la existencia o no de vientos, grado de luminosidad y sobre todo de la disponibilidad de agua.

Tan es así, que la cosecha de maíz del ciclo primavera-verano del año 2001 en Guerrero resultó sensiblemente más baja que en los años anteriores, no obstante la operación del programa de fertilizante y los millones de pesos erogados, por la sequía que se presentó principalmente en la Costa Chica, en el Centro y parte de La Montaña. Lo mismo aconteció en la cañada de Huamuxtitlán con el cultivo del arroz que fue dañado por la presencia de una enfermedad en el cultivo.

Una tercera crítica, dirigida al programa, hasta cierto punto egoísta o interesada, es aquella referida a que absorbe mucha inversión  pública que pudiera destinarse a apoyar a otros productores y a otras actividades del agro que tienen presupuestos magros. Creo que no es quitándoles los apoyos a quienes ya lo tienen para dárselos a otros, como vamos a atender mejor y resolver los problemas del campo guerrerense. Lo pertinente es luchar porque se asignen más recursos para los productores que no han sido atendidos o lo son insuficientemente.

Por último, cabe mencionar que en el año 2001 el programa de fertilizantes queda totalmente municipalizado, salvo lo distribuido a través de organizaciones campesinas. El gobierno estatal únicamente transfiere los recursos presupuestales que le corresponde aportar a cada uno de los gobiernos municipales y estos se encargan de la adquisición, transportación y distribución del insumo. En la actualidad, el programa es financiado en forma tripartita. El gobierno estatal aporta 35 por ciento de los recursos, los ayuntamientos 35 por ciento y los productores aportan el 30 por ciento restante.

De cómo lo recibimos, hemos, conjuntamente con los ayuntamientos, mejorado su operación a la fecha; aún cuando debo reconocer que no hemos logrado integrar un padrón único de beneficiarios por municipios.

PD 1: Hace tiempo, el secretario de Educación del país, Jesús Reyes Heroles, dijo que, en términos generales, la Universidad Autónoma de Guerrero era cualquier otra cosa menos una universidad. El tiempo le dio la razón.

PD 2: Solamente en Guerrero se presencia un bloqueo de una carretera federal para exigir que la esposa del autor de tal ilícito sea postulada como candidata del PRI a una presidencia municipal.

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