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Alejandro Díaz Garay

Propaganda y contrapropaganda en la UAG

La propaganda electoral es coyuntural. Se busca destacar ciertas ideas y ciertos hombres con procedimientos bien determinados. Existe una propaganda más elaborada: la propaganda política. Sus orígenes datan de la revolución francesa. De los clubes, de las asambleas, de los comités revolucionarios salieron los primeros discursos de propaganda. Surge como auxiliar estratégico para vincular cierta ideología con las armas en la conducción de las guerras. Su objetivo último es crear la cohesión y el entusiasmo en el bando propio, y el desorden y el miedo en el del enemigo.

Los revolucionarios de izquierda tienen su propaganda al igual que los reaccionarios de la derecha. Basándome en la obra de Jean-Marie Domenach La propaganda política, expondré dos ejemplos de cada una de estas propagandas llamadas también leninista y hitleriana, respectivamente, para tratar de entender el momento universitario actual.

La propaganda leninista no es más que la traducción de la táctica, dónde las metas propuestas son las realmente perseguidas. Este tipo de propaganda se fundamenta en la voz de mando. Por ejemplo: cuando Lenin decía “Tierra y Paz”, quería decir realmente distribuir la tierra y firmar la paz.

Es decir, este tipo de propaganda se convierte en correa de transmisión que en este caso conectaba la masa obrera con el partido comunista, mismo que en su papel de vanguardia revolucionaria lograba inculcar en los trabajadores la conciencia de clase, base de la conciencia política. Lo mismo ocurría con la voz de mando “todo el poder a los Soviets”, aunque ciertamente dejó de serlo cuando los otros partidos representados en los Soviets se aliaron con la burguesía contrarrevolucionaria. Para practicar esta propaganda se requiere de información permanente. Esto permite reaccionar mucho más rápido que las propagandas adversas, desconcertarlas y, a menudo, adelantárseles.

La propaganda utilizada por Hitler era de naturaleza perversa. Cuando este lanzaba sus invocaciones sobre la sangre y la raza a una multitud fatalizada; sólo le interesaba excitar, en lo más profundo de esa masa, el odio y el ansia de poder. Este tipo de propaganda carece de objetivos concretos; sus promesas son tan descabelladas que no pueden ser admitidas por el ser humano, más que cuando este ha sido exaltado a tal grado que responde sin reflexionar, estimulado por una artillería psicológica en la que se emplea todo lo que lleva a la confrontación, y en la que, con tal de que la palabra cause efecto, la idea sale sobrando. Hitler descubrió que las últimas horas del día eran más favorables al influjo de una voluntad ajena. También que utilizando la radio, el cine y la prensa, repitiendo lo mismo sin cesar preparaba a las personas al objetivo requerido.

Existen algunas reglas de propaganda como la de simplificación y del enemigo único; de exageración y desfiguración; de orquestación; de transfusión; de la unanimidad y del contagio, que por no extender este artículo omitiré. Sin embargo, quisiera centrarme en la contrapropaganda, entendida como el combate a la tesis del adversario, la cual tiene sus propias reglas: atacar los puntos débiles; no atacar de frente cuando el enemigo es poderoso; atacar y desdeñar al adversario; demostrar que la propaganda está en contradicción con los hechos; ridiculizar al adversario; hacer que predomine el propio clima de fuerza, entre otras.

Hay una frase muy trillada que dice “en la guerra y en el amor todo se vale”. El asunto es que en un proceso electoral ni hay guerra ni hay amor. Ahora bien, no es lo mismo hablar de una campaña de la sociedad civil en lo general a una donde participe únicamente el sector universitario. Se espera en este último una campaña de corte leninista donde afloren las reglas de propaganda sin emplear las reglas de contrapropaganda, so pena de trivializar y vulgarizar el proceso, y de paso el prestigio de los contendientes y, lo que es peor, de la institución cuya administración esta en disputa.

En el actual proceso de la UAG el enemigo a vencer es Nelson, quien tuvo la habilidad de aglutinar en torno a su candidatura a las tres principales corrientes políticas, a cinco ex rectores, uno de los cuales vale por tres, el mayor número de directores de escuelas, una cantidad importante de núcleos independientes de catedráticos, la mayor cantidad de casas del estudiante, es decir, “va en caballo de hacienda”.

Del otro frente, que se autodenomina de izquierda, sufrió una división en su proceso de selección interna. Por una parte Alberto, quien a pesar de estar vinculado al PRI las encuestas lo ubican como el más débil de los candidatos.

Por la otra parte Rogelio, quien desde el momento de su registro ha echado mano de la contrapropaganda en contra de Nelson, practica muy común de la derecha (recuérdese la campaña de Fox) más no de la auténtica izquierda, lo que podría provocar contender en un terreno donde la perdedora será la misma de siempre.

Esta inusitada ofensiva pone de manifiesto el reconocimiento de su adversario y busca atacarlo, ridiculizarlo, desdeñarlo, desde el primer momento. Mismo que por cierto ha aceptado el debate en torno a un guión propuesto por la comisión de reforma. Esto elevará el nivel de la contienda, éste debe darse en el terreno de las ideas sobre la concepción de universidad y cuáles son las estrategias y tácticas para lograrla. Grave sería que alguno de los candidatos en desventaja utilizara la propaganda hitleriana, que combinada con la contrapropaganda resultaría denigrante para la comunidad universitaria.

La mejor forma de demostrar que se tiene el grado es elevando el discurso. Un mes de campaña es tan corto como para perder el tiempo hablando del proyecto del adversario y no del propio, a menos que no se tenga.

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