Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez

UAG: ¿la esperanza ha muerto?

La Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), vive un nuevo proceso para elegir rector. La comisión responsable registró a dos candidatos y dio un plazo de 30 días a otro más para que concluya los trámites de revalidación en nuestro país de estudios que hizo en el extranjero. Atrás de cada uno de estos tres aspirantes, principalmente de dos de ellos, existe una considerable cantidad de grupos que históricamente se han disputado el control de la UAG.

Una de las características de la máxima casa de estudios de Guerrero, es precisamente la proliferación de estas agrupaciones a las que se señala como las principales responsables del atraso académico y del caos administrativo en que se encuentra la institución, además de que a muchos de sus dirigentes se les acusa de cometer escandalosos actos de corrupción.

A diferencia de lo que antes sucedía, ahora muchos de estos grupos carecen de identidad política o ideológica, lo cual podría resultar positivo para la vida académica de la universidad. Sin embargo, ahora la situación es mucho peor: en este aspecto los grupos de poder navegan a la deriva y con relación a los partidos, están con todos y con ninguno. Ya no tienen afinidad con alguna corriente de pensamiento, pero ahora existe en ellos una verdadera mezcolanza de intereses y son una masa amorfa en donde en tiempos electorales abundan los repentinos cambios de bando y las traiciones y son posibles las más aberrantes alianzas entre grupos que se pensaba que eran de signo opuesto.

No son ni de izquierda ni de derecha, pero tampoco son “lo contrario” (Luis Echeverría Alvarez). Son muy diferentes unos de otros, lo único que los identifica es su desmedido afán de participar en el reparto del raquítico subsidio. Es tradicional que durante los procesos para elegir rector entren en fuertes confrontaciones que sólo terminan cuando los puestos de dirección, que deberían ser para los mejores académicos o investigadores, son repartidos como botín político o prebendas entre sus principales dirigentes.

Con algunas excepciones, la mayoría de estos grupos desprecia la academia y la investigación. Han privilegiado siempre el activismo y la grilla y han olvidado la esencia y fines de toda universidad.  Muchos están convertidos en verdaderos grupos de presión, sus dirigentes han formado cotos de poder, feudos impenetrables, cacicazgos que les han permitido utilizar a la UAG como plataforma de lanzamiento para obtener puestos políticos.

Sus “líderes” más destacados tienen un pésimo historial académico o acumulan títulos (de dudosa procedencia) no para ser mejores y enseñar más, sino para tener un mayor acceso a la nómina. Sin embargo, algunos de ellos han llegado a ser rectores a través del único procedimiento posible: organizando elecciones que en nada se diferencian del antiguo PRI: demagogia, clientelismo, acarreo, compra y coacción de voto, desvío de recursos, fraudes, resultados que a nadie satisfacen y reclamos posteriores.

Los grupos políticos son el sector más poderoso que desde hace muchos años dirige los destinos de la universidad. Constituyen una fuerte burocracia sobrepuesta a la academia. A lo largo de su dominio han demostrado una incapacidad enorme para sacar del atraso a la UAG. No obstante, ahora se perfilan nuevamente para ocupar los más altos cargos administrativos.

¿Qué hacer? La cabeza principal del grupo hegemónico, llamado Movimiento por la Academia y la Reforma, ha dicho que los tres candidatos registrados provienen de su organización. ¿Cuál es entonces la alternativa? ¿Acaso no tienen opción aquellos que realizan las actividades sustantivas de la institución: los verdaderos estudiantes, los verdaderos docentes e investigadores, los trabajadores que sí trabajan? ¿Ha muerto la esperanza de librar a la universidad de aquellos que la han llevado al fracaso?

Como centros de enseñanza, de investigación y de fomento y divulgación de la cultura, como generadoras del conocimiento y la creatividad, las universidades son la antítesis de la ignorancia, de la corrupción, del vandalismo, de la improvisación y del caos. Las universidades públicas son creadoras del pensamiento libre y crítico, de la reflexión y del análisis.

Aquí radica el principal potencial para el rescate de la UAG. Falta que los auténticos universitarios acudan a estos principios, valores y virtudes de nuestra Alma Mater para transformarla en una universidad de prestigio, productora de profesionales de calidad.

468 ad