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Ambiente de campaña oficial del PRD en la marcha lopezrosista

* Simpatizantes desbordados en una plaza amarilla

Ricardo Castillo Díaz * Poco faltó para que la marcha de apoyo a la precandidatura de Alberto López Rosas fuera el arranque oficial de la campaña del PRD para mantenerse en el gobierno municipal.

Como en aquellos días de “Félix, el cambio”, cuando la oposición perredista estuvo a una nariz de ganar la gubernatura, ayer la ciudad la tomaron las huestes lopezrosistas y hasta se aparecieron por ahí ex funcionarios y líderes que en el PRI ya no vieron cristalizadas sus aspiraciones con alguna chamba.

Alrededor de las 9 de la mañana comenzaron a congregarse los simpatizantes del ex diputado federal, que dos horas después, de un puñado de cien perredistas pasaron a más de seis mil, mayoritariamente pobres. Los más vistosos por sus mantas provenían de invasiones denominadas colonias, como la Fuerza Aérea, objeto de litigios como el que mantiene en la cárcel a su dirigente David Molina Francisco.

El mismo panorama que en las marchas multitudinarias de apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas, Félix Salgado y Zeferino Torreblanca, retrataron en la movilización de López Rosas los varios fotógrafos de la prensa local: cientos de manifestantes desbordados por estar cerca de su candidato y por llegar primero al Zócalo como si allí los esperaran las urnas que se instalarán hasta dentro de nueve meses.

Los casi 20 responsables del “orden” de la marcha, cuyo brazo izquierdo apretaba un brazalete de listón amarillo con la palabra “seguridad”, resultaban ya insuficientes a las 11 de la mañana cuando apenas el aspirante a la alcaldía intentaba colocarse al frente de sus seguidores.

Más impedían el comienzo de la marcha los que –¡se trajeron del PRI hasta los gestos!– alguna vez esparcieron confeti y dieron entusiastas vueltas a la matraca pero en el tricolor. “Yo voy donde me inviten”, había explicado su presencia en el acto perredista quien fuera siempre aspirante a una regiduría por el PRI, la (¿ex?) añorvista presidenta del Frente de Rescate del Acapulco Tradicional (FRAT), Dulce María Gómez Velasco, minutos antes de abalanzarse hacia el hijo del Rey Lopitos y llegar a colocarse en la segunda fila, lo que en el PRI por lo menos garantiza cobrar en nómina.

Ramiro Solorio muestra una vez más que se las sabe de todas todas y le abre el paso al que, confía, será el próximo presidente municipal. El recién bajado del destartalado camión de 70 años que alguna vez fue una aplanadora, presume que un día antes ya comenzó reuniones con colonos del distrito 05 para pedirles otra vez el voto que lo lleve a una diputación local, la misma que no ganó apenas en el proceso electoral anterior frente al PRD y que ahora, dice, volverá a buscar pero en éste partido.

–¿Y Adela Román qué?, ¿Y Taja?– se le pregunta.

–Ya buscaremos la forma de que se sumen a nuestra precandidatura –responde Solorio con un garbo parecido al de los duros que siempre criticó.

A toda prisa, así como salió del PRI y del PAN en menos de dos años, llega a La Piñata del parque Papagayo el que ahora se presenta como delegado del partido de Dante Delgado, Convergencia por la Democracia, Víctor Manuel Zapata Morgado para abrazar a López Rosas.

Zapata Morgado, coordinador de Servicios Públicos y Emergencias Urbanas en la administración de los escándalos por corrupción, la de Rogelio de la O Almazán, justifica las pisadas de sus blancos e impecables tenis junto a los huaraches de perredistas: “Nosotros hicimos una encuesta y tanto en la zona rural como en la urbana, gana López Rosas”. Y dice que se salió del PAN –al que ingresó como amigo de Fox en la desbandada encabezada por Florencio Salazar– porque en el blanquiazul provocó celos por su “trabajo político”.

Con dificultad la marcha ya logró avanzar unos cuantos metros y la Cuauhtémoc está paralizada por un fuerte abrazo que parecen darle los manifestantes lopezrosistas: a la altura de la Firestone tienen que formar en la descubierta una especie de U humana hacia el frente para tratar de contener a la masa desbordada que opta por dejar el cuerpo de la marcha, ocupar todos los carriles de la vía y trotar por las banquetas para ganarle el paso a su precandidato a quien quieren más de cerca vitorear.

Nadie pela al dirigente de la colonia Jardín, Joel Castillo, desgañitándose en el altavoz para tratar de que los participantes vuelvan a su lugar. Como casi siempre, literalmente rebasan los perredistas a sus dirigentes que habían planeado ocupar un solo carril “para no afectar la circulación” y desde luego, para hacer crecer a lo largo el río de militantes.

Unos pasos adelante, en el monumento a los muertos del Paulina, sobre el río del Camarón, se detiene otra vez la “demostración de fuerza” que se propuso el aspirante perredista y en un audaz lance priísta se aparece el otrora orador oficial de los actos de gobierno y de campañas del PRI, Toño Calzada.

Sin ser reportero de ningún medio –aunque por muchos años escribió puntual su columna Ensalada Dominical–, Calzada se acerca a López Rosas y saca una pequeña grabadora para ¿entrevistar? al perredista. El contingente sigue detenido, ahora por la brevísima entrevista de una pregunta. Calzada aprieta el stop del aparato electrónico y el alboroto continúa. Un par de horas más tarde, cuando el mitin en el Zócalo ya terminó, el priísta se vuelve a dejar ver frente al aspirante a la alcaldía, allí en la banqueta del Videocentro, antes de abordar su camioneta.

La sorpresa mayor la da un felixista, cuando se supone que el diputado Salgado Macedonio es el tapado para la alcaldía. Sergio Valle aporta el aparato de sonido que lleva casi siempre a todos los eventos oficiales del PRD. A su camioneta amarilla que en las puertas trae el sello de su corriente –un “M-27” pintado con blanco–, unos y otros suben a corear porras desde el micrófono del también seguidor del multidemandado Antonio Valdés.

Ya en el mitin, desde el templete la cosa se ve mejor. No son los diez mil u ocho mil personas que dicen los organizadores y cercanos al precandidato, pero sí llenan la plaza.

A 249 días de la elección municipal del 6 de octubre, con el acto de uno solo de sus cinco aspirantes, el PRD logra tapizar el amarillo que lo identifica en cientos de camisietas impresas para la ocasión, gallardetes en los postes, banderines, gorras, paliacates, globos y calcomanías que incluso aquí ya traen pegados los canastos y chiquihuites de frituras, y los carritos de nieves y raspados que en menos de un discurso acaban sus ventas.

Todo se ve como en campaña. A López Rosas nada más le faltaron los dirigentes, obligados hasta ahora a la imparcialidad.

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