Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

El arcángel asesinado

 (Tercera y última parte)

A dos meses de haber sufrido el primer intento de asesinato, Juan R. Escudero volvía a dirigir y a escribir en el periódico local Regeneración. Imposibilitado físicamente para hacerlo, es ayudado por su leal escribano el joven Alejandro Gómez Maganda. El Congreso local intenta desconocer al ayuntamiento popular de Acapulco, que a la postre queda intervenido.

El Partido Obrero de Acapulco (POA) dirigido por Juan, si bien no era derrotado a través de los votos, los fusiles de los militares lo mantenían agredido, acosado y acotado; preservando por la vía del crimen incluso, el monopolio de los gachupines en la economía porteña y manteniendo a salvo los latifundios costeños de los agraristas.

En un ambiente de tensiones, fricciones, provocaciones sin par, exaltadas y exarcebadas por influjos etílicos en los sicarios, el POA presenta a Escudero como su candidato a diputado federal en las elecciones del 5 de julio de 1922. Otra vez, a pesar del uso de artimañas electorales para impedirlo, el pueblo le otorga el triunfo. En diciembre de ese año participa activamente en la campaña electoral para la renovación de la comuna acapulqueña, encabezando la planilla que propone el POA.

Paco Ignacio Taibo II trata de retratar esos momentos con estas palabras: “Extraña estampa bajo el sol de invierno de Acapulco la de ese hombre paralizado del lado izquierdo, con el brazo derecho amputado, sentado en una silla de ruedas, con un adolescente al lado, subido en un cajón, que habla por él, y a su espalda una joven costeña que es su secretaria (Anita Bello) con una escuadra calibre 32 entre la falda y la blusa de encaje, al igual que su compañera de vida, Josefina Añorve… prometiendo el fin de la injusticia en el paraíso tropical corrompido”.

Al ganar las elecciones, el primero de enero de 1923 Juan R. Escudero es nombrado presidente municipal de Acapulco de nueva cuenta. Afectado por el fallecimiento de su padre en marzo de ese año y por su convalecencia física, se ve obligado a dejar dicha responsabilidad; sus hermanos Felipe y Francisco, que desde siempre respaldaron a Juan, continúan la tarea tenaz de poner el gobierno municipal al servicio del pueblo desde la tesorería y la oficina recaudadora de rentas del distrito.

El ayuntamiento popular escuderista continúo siendo objeto de hostigamiento con un sinnúmero de vicisitudes y saboteos alentados por los ricos del puerto. Hasta que la rebelión encabezada por el general Adolfo de la Huerta en contra del gobierno federal les proporcionó el pretexto para intentar asesinar por segunda ocasión a Juan R. Escudero.

Fue en el comedor de la casa comercial La ciudad de Oviedo donde se reunieron a conspirar los militares de la región y los grandes comerciantes. Los primeros les pidieron a los segundos dinero para sublevarse en el marco del movimiento delahuertista; a su vez, los segundos condicionaron la entrega de los pesos-oro a que asesinaran a Juan R. Escudero.

Ahí quedó negociado y pactado el crimen. Ahí, en esa casa comercial, varios apellidos españoles de raigambre en Acapulco quedaron manchados de sangre.

El 15 de septiembre, una patrulla militar asalta la casa de los hermanos Escudero, apresando a Juan, Francisco y Felipe. Durante cuatro días estuvieron encarcelados en el fuerte de San Diego. Al quinto día, 20 de diciembre, una vez cobrado el dinero, fueron sacados del fuerte, trasladados fuera del puerto, por el camino que va a Chilpancingo, y a la altura del poblado de Aguacatillo los tres hermanos Escudero fueron colocados ante una barda y fusilados a sangre fría por los soldados.

Por segunda ocasión en la vida, en su martirio cívico y político, Juan R. Escudero recibe el tiro de gracia en la cabeza. Por segunda ocasión no muere en el momento, es levantado por campesinos y pueblo de Acapulco que se trasladan al lugar de los hechos sangrientos. Dieciocho horas después, muere en brazos de sus amigos y compañeros, en el trayecto al puerto, a la edad de 33 años.

En la religión católica un arcángel es un ángel superior, protector. Juan R. Escudero no era un ángel, pero sí un hombre fuera de la medianía que por proteger y defender los intereses del pueblo acapulqueño, padeció el mismo infierno. Sus sueños, por obra de la avaricia y voracidad de algunos, se convirtieron en pesadillas. No hay mejor homenaje que su recuerdo vivo en el seno del pueblo y en la historia política y económica de Acapulco.

PD1. La historia preferentemente debe ser la narración en el tiempo, de la necesidad humana por tener una vida digna, justa y decorosa. Y en esa zaga, es menester encontrar la poesía de las gestas heroicas que nos posibiliten tener visión histórica, como diría Octavio Paz.

PD2. Que quede claro, en la gestión y aplicación de la inversión pública al campo guerrerense no convalidaré actos fraudulentos, vengan de donde provengan. Estoy convencido de que cuando erradiquemos la simulación y la corrupción en los protagonistas agrarios ya sean de derecha, centro o izquierda, el Guerrero rural será otro.

PD3. Mi apreciación personal es que la mayoría de las y los campesinos priístas del país votarán a favor de Beatriz Paredes Rangel para tomar las riendas del PRI.

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