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Alfredo Arcos Castro

La izquierda sin rumbo

Para el filósofo Fernando Savater la ética como arte de vivir, como proyecto razonable para armonizar las exigencias sociales de libertad e igualdad, como conciencia de la autonomía responsable, como reflexión crítica sobre los valores institucionales, hoy en día es vital. Negar la posibilidad de la ética equivaldría a negarnos a nosotros mismos como sujetos no ya civiles sino civilizados. El abandono moral significa en las circunstancias actuales el peor de los nihilismos; de sus consecuencias tanto individuales como sociales hemos tenido ya en el siglo XX y principios del siglo XXI los más catastróficos ejemplos: nazismo, comunismo, capitalismo, fascismo, neoliberalismo, islamismo.

En esta tesitura, el filósofo italiano Giovanni Sartori a nivel político, en una de tantas entrevistas a la pregunta ¿qué es la izquierda?, tajantemente respondió: la izquierda es la ética. En otras palabras, la izquierda en el contexto político se propone realizar ideales, principios y valores éticos. Esto no quiere decir que existan otras posiciones políticas que promuevan ideales y valores, el caso es que las exigencias, reclamos y demandas de la izquierda tienen un fondo ético. Las distintas izquierdas en el mundo occidental surgieron impulsadas por este principio ético: luchar por el mejoramiento de las condiciones y calidad de vida de los trabajadores, de los explotados por el sistema capitalista, en sus distintos niveles económico, político, social y cultural.

En México, el movimiento estudiantil de 1968 marcó la historia del país precisamente por haber sido un estallido de indignación moral frente a los usos y costumbres nefastos de un sistema político autoritario. Un sistema que desde sus orígenes practicó un profundo desprecio por la moralidad en todas sus versiones. El movimiento del 68 en sus acciones demandó y reclamó la práctica amoral e inmoral del presidencialismo autoritario y del poder. En aquel movimiento histórico los estudiantes y profesores de izquierda exigían algo tan simple como peligroso para un sistema acostumbrado a tratar a los individuos como súbditos, como clientes, como bases, como masas, como subordinados, pero nunca, ni de chiste, como personas, como ciudadanos, como legítimos titulares de derechos civiles y políticos, que deberían ser respetados por el Estado y las autoridades correspondientes. En efecto, el movimiento exigió en aquel entonces el respeto y la protección de los derechos consagrados en la Constitución, y como respuesta, fueron acribillados vilmente. Los reclamos, exigencias y demandas estudiantiles fueron sepultados a punta de balas.

Es un hecho que el movimiento estudiantil del 68 y su trágico desenlace hicieron posible el surgimiento de un conjunto de izquierdas que con distintos métodos –vía armada, guerrilla, construcción de sindicatos en universidades e instituciones de educación superior, organizaciones sociales de trabajadores y campesinos considerados como agentes del cambio social, etc.–, trataron de cambiar la realidad mexicana de aquel entonces. Pero la motivación central de todas ellas, lo que movió a miles y miles de jóvenes y no tan jóvenes a actuar, a comprometerse políticamente, a jugársela en luchas y organizaciones, fue, sin lugar a dudas, un sentimiento de justicia, una enorme y justificada indignación moral, una exigencia de civilidad y civilización. El movimiento estudiantil y magisterial sin duda alguna fue un proceso que estuvo encauzado en base a ideales, principios y valores, buscaban un futuro mejor para los mexicanos. Incluso producto de este movimiento estudiantil es la incipiente democracia que hoy en día estamos viviendo en nuestro país.

Lo preocupante del caso es que hoy en día “la izquierda” se encuentra en una situación muy endeble. El pragmatismo, la pérdida de principios, de ideales y valores la han minado fuertemente. El fundamento ético del movimiento estudiantil del 68 ha sido desplazado totalmente a tal grado que hoy “la izquierda” ha asimilado con rapidez las tradiciones más lamentables del viejo régimen priísta, corporativo, clientelar y, sobre todo inmoral. Es una tristeza que todo aquello que con tanto sacrificio y abnegación se logró, hoy se vea profundamente contaminado por el espíritu cínico y oportunista del viejo régimen autoritario.

Para constatar estos hechos simplemente hay que ver lo que pasa en nuestro estado con el Partido de la Revolución Democrática y “la izquierda” en la Universidad Autónoma de Guerrero donde la permisividad –entendida como tolerancia total que considera todo válido y lisito, con tal de que a la instancia subjetiva le perezca bien– ha arrasado con los mejores propósitos e ideales. De ahí, que las afirmaciones como “todo se vale”, “todo se puede” o “todo se negocia” son los principios centrales en los que se sustentan para mantenerse en el poder.

Como colofón quisiera concluir afirmando que nuestra bisoña democracia permanecerá incompleta mientras sigamos aceptando que la ética y la política nada tiene que ver. De ser así, lo único que estaríamos aprobando es la lucha descarnada por el poder. Lo irónico del asunto es que frente a esta visión no hay futuro para la gran mayoría de los mexicanos y guerrerenses en particular.

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