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Silvestre Pacheco León

CRONICA MUNICIPALISTA

* El Parque Ecológico de La Vainilla y el agua del Calabazalito

El poblado del Calabazalito es un anexo del ejido de Las Ollas que pertenece al municipio de José Azueta, el segundo en importancia después de la cabecera ejidal. Se encuentra a 30 kilómetros de Zihuatanejo llegando por la carretera federal que sube de la costa a Ciudad Altamirano, o a 12 kilómetros si se utiliza la brecha de Mata de Sandía, construida para darle vida a lo que se ha dado en llamar el Parque Ecológico de La Vainilla, uno de tantos intentos fallidos de vincular al turismo de Zihuatanejo e Ixtapa con el entorno local.

En El Calabazalito viven casi 500 personas. El poblado está asentado junto al río del mismo nombre, uno de cuyos afluentes se origina en el cerro de La Vainilla, distante a unos 3 kilómetros, en cuyo trayecto solía formar una cascada digna de ser visitada.

Precisamente el aprovechamiento del caudal de este arroyo se convirtió en el problema a vencer para poder llevar adelante el proyecto ecoturístico ya mencionado.

El agua del arroyo de La Vainilla abastece al poblado de El Calabazalito desde hace muchos años. Es agua entubada que llega a los habitantes por gravedad sin costo adicional.

El proyecto ecoturístico emprendido hace 15 años por el gobierno municipal se enfrentó desde entonces a la oposición de los pobladores de El Calabazalito, apoyados por el ejido, pues se pretendía quitarles el agua para priorizarla en las necesidades del turismo cuyos beneficiarios directos serían los pocos habitantes de la pequeña población de La Vainilla.

Mientras el agua no se tocó, el proyecto ecoturístico siguió su cauce y justificó durante muchos años inversiones cuantiosas de programas municipales, estatales y federales que nunca se han evaluado. Sin embargo, nada se hizo por compenetrarse en la problemática de los habitantes y mucho menos en detener el creciente deterioro ecológico de la zona.

En los últimos 15 años la ganaderización, la agricultura tradicional y los incendios han acabado con la mayor parte de los atractivos naturales de la zona.

Los cerros de selva original, los ríos y arroyos, la flora y fauna rica y variada casi se han agotado. Incluso los añosos hujes que crecen en lo profundo de las barrancas y de los que solamente se apreciaba su semilla como forraje y para preparar infusiones, también están siendo víctimas de la deforestación ahora que escasea la madera para muebles.

El roble, la caoba, el cedro rojo, los jabalíes, los venados, las guacamayas, prácticamente han desaparecido. Los arroyos agotan su caudal tempranamente y la cascada ha desaparecido por completo.

El río otrora caudaloso y rico en camarón langostino está prácticamente seco y sus pozas de agua no serán suficientes para alimentar al ganado en los meses venideros.

Muchos ojos de agua se han secado. La mayoría de los cerros, sin importar su pendiente, han mudado de capa vegetal. Las selvas boscosas siempre verdes han dado paso a un paisaje de potreros con pastos inducidos que en este tiempo agregan grisura al panorama como paso previo a la desertización.

Los desmontes que no son otra cosa que el cambio de uso del suelo y que requerirían una autorización federal, son una práctica campesina que casi nadie cuestiona, ni siquiera las autoridades ambientales.

La ganadería extensiva es la ocupación principal de los ejidatarios, y los avecindados, sin tierra apenas, se benefician de una área común denominada Astillero de donde extraen su leña y madera para su uso familiar.

Esta área común que existía en muchos ejidos y que se consideraba como de reserva, también está desapareciendo debido a la presión de los propios habitantes.

Hace una semana, por ejemplo, no se pudo refrendar el compromiso de limitar el aprovechamiento forestal en esa área común porque los avecindados reclaman su derecho a servirse de ella como proveedora de leña y madera en rollo.

En estas condiciones de deterioro ambiental creciente, un núcleo de la población del Calabazalito, en el que participan sus líderes naturales y formales, ha emprendido la lucha por revertir la tendencia al desastre ecológico que se avecina.

Con recursos de la Semarnat iniciaron este año una campaña de reforestación fundamentalmente con cedro rojo, y se aprestan a la recuperación de suelos con el compromiso de no desmontar más y de aprovechar intensivamente los potreros ya establecidos.

El comisario municipal, Serafín Monge, el presidente del comisariado ejidal, Marino Espinoza Urieta, el presidente del comité del Fondo de Ahorro, Eleodoro Valdovinos, el dirigente del comité de salud, Federico Flores Apolinar, y el de la sociedad de padres de familia, Eutiquio Fuentes Barajas, así como los catequistas de la Iglesia Católica, encabezan la lucha ecologista y se han comprometido a dar ejemplo de cómo aprovechar productivamente los desechos orgánicos para fabricar abono natural que sustituya al químico contaminante del suelo, en los cultivos tradicionales.

Aprovechar el estiércol de las vacas, los caballos, burros, chivos y gallinas, así como el rastrojo y la hierva verde que abunda, fue una novedad y se convirtió en un propósito para el presente año. Este será un primer paso al segundo propósito que es convertir las áreas irrigables de este que fue un hermoso valle selvático, en productor de hortalizas orgánicas para aprovechar el potencial mercado turístico de Ixtapa y Zihuatanejo, tan distante y cercano a la vez de esta realidad rural tan precaria.

La reforestación, el establecimiento de zonas de reserva ecológica con el acuerdo local entre parcelas vecinas, la recuperación de suelos, el composteo de los desechos orgánicos y el aprovechamiento racional del agua para irrigar hasta 42 hectáreas que se mantienen ociosas, son parte de las metas que colectivamente se han fijado en reuniones intensas de capacitación realizadas en los últimos meses del año, en las que han participado responsables de la Semarnat, del Programa de Asistencia Técnica al Microfinanciamiento Rural de la Sagarpa y del Colectivo Costa Libre.

Se trata de cambiar el viejo y equivocado método que ve en los habitantes de las comunidades rurales solamente a objetos y justificación de programas y recursos destinados a un desarrollo incierto.

Cuando se parte de considerar como sujetos del desarrollo, como actores sociales, a los hombres y mujeres del medio rural, no hay riesgo de error, pues cualquier proyecto se puede concretar si son las personas beneficiarias las que participan en su diseño y lo adoptan como suyo.

No se puede llegar a una comunidad con la oferta de que uno es portador de su desarrollo y convocarlos a que se sometan y adopten calladamente el papel que se les ha asignado en el papel, como si fueran cosas, no personas.

Esa fue la lógica que siguieron los promotores del Parque Ecoturístico de La Vainilla, desde el gobierno municipal de Gabino Fernández hace 15 años.

Cuando los habitantes del Calabazalito se percataron que el proyecto ecoturístico financiado con recursos del Banco Mundial comprendía el uso de su agua y su suelo en prioridades que no eran las de ellos, hubo problemas. Primero demandaron conocer a detalle el proyecto y cuando ese derecho se les negó, el ejido procedió a separarse de la organización que lo alentaba y luego a que el Banco Mundial revisara el expediente.

La pretensión de ejecutar el proyecto pasando por encima de la asamblea del ejido provocó división entre los habitantes del Calabazalito y los de La Vainilla.

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