Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

El Tata Gildo. Bicentenario de su muerte.

El 27 de junio de 1814, murió Hermenegildo Galena, uno de los brazos fuertes de don José María Morelos y Pavón, durante la guerra de Independencia, cuando ésta iba en pleno declive. El hecho ocurrió después de una batalla que este insurgente suriano y sus fuerzas, tuvieron en Coyuca de Benítez, en contra de fuerzas realistas, comandadas por el teniente coronel Fernández de Avilés, y que fue dominada por este último, situación que provocó la huida en forma desordenada de las fuerzas insurgentes; pero conociendo De Avilés el importante liderazgo de don Hermenegildo, comisionó a un selecto grupo de soldados para que siguieran a Galeana y lo capturaran o mataran.
Seguido muy de cerca por el grupo de realistas, Hermenegildo Galeana huía de sus perseguidores en vertiginosa carrera sobre su caballo, y en un momento de su acelerada corrida, instintivamente volteó a mirar que tan cerca iban de él sus cazadores, hecho que le impidió ver, que pasaba bajo un árbol con gruesas y bajas ramas, y recibe el jinete un fuerte golpe en la frente que lo derriba, y ya en el suelo, su más cercano perseguidor, un soldado llamado Joaquín León, le perfora el pecho de un certero balazo, salta después de su montura, y mediante un tajo de sable, le corta la cabeza al herido, y la coloca en una pica de lanza; se la lleva, y es instalada para su exhibición en una ceiba que estaba en la entrada de la plaza de Coyuca de Benítez. Esta situación incomodó a De Avilés, y ordenó que la cabeza fuera sepultada en el atrio de la iglesia, aunque nunca se ha conocido el sitio exacto.
Galeana fue un personaje sobresaliente en la región, pues era alto, muy blanco y de ojos verdes, situación que dio pie a la leyenda, que los Galeana descendían de un marino inglés o irlandes, sobreviviente de un naufragio ocurrido frente a las costas tecpanecas; que éste se instaló en Tecpan, en donde tuvo una numerosa descendencia, que hoy puebla prácticamente toda la Costa Grande de Guerrero; sin embargo, Arturo Ríos Díaz –investigador tecpaneco– afirma en su obra “Hermegildo y los Galeana. El brazo fuerte de Morelos”, editado por el Instituto Politécnico Nacional en 2007, que el apellido Galeana se deriva del nombre o apellido Galiano de origen latino –más específicamente italiano– que fue como llegó a nuestro país en el siglo XVII, y después se transformó en Galiano y Galiana, hasta quedar en Galeana, que es como lo conocemos. La fonética del apellido y sus antecedentes, hacen razonable esta deducción.
La vida de Galeana es nebulosa, pues poco se sabe de sus orígenes y poco rastro quedó de ellos después de su asesinato, para revelarlos, sin embargo, investigaciones recientes han dado un poco de luz al respecto. La fuente mencionada da a conocer que los padres de don Hermenegildo fueron don Sebastián Galeana y Francisca de Bargas, y aunque el mismo autor refiere con honestidad que hasta la fecha no se ha encontrado una partida o registro del nacimiento de don Hermenegildo –ocurrido, según tradición oral, el 13 de abril de 1762– que pudiera comprobar fehacientemente este hecho, es justo hacer notar que Ríos Díaz, en su obra, da a conocer otros documentos estudiados con los cuales indirectamente llegó a esta conclusión. Tata Gildo casó con doña Rafaela Ayerdi, originaria de Atoyac, no obstante, fue un matrimonio que no logró descendencia. Don Hermenegildo tuvo un buen nivel social que le permitía vivir con decoro, sin embargo, nunca fue un terrateniente de rico caudal, pues él se desempeñaba como administrador de la Hacienda del Zanjón –a pesar de ser iletrado– propiedad de su primo hermano Juan José Galeana, ubicada en lo que hoy es San Gerónimo.
Los hermanos Galeana encabezados por Juan José –que eran los primos acaudalados de don Hermenegildo– y el mismo Tata Gildo, se unieron a Morelos el 7 de noviembre de 1810, cuando Morelos, en pleno ascenso militar, se prestaba a tomar Acapulco al mando de cerca de mil hombres mal armados, y significaba ya un serio peligro para las fuerzas españolas; además de Hermenegildo, Pablo, uno de los hermanos de éste, también se distinguió como luchador insurgente.
Hermenegildo Galena rápidamente demostró sus dotes naturales como combatiente; a su genuino talento extraordinario, que le permitía tomar decisiones relampagueantes y certeras, se unía un carácter enérgico, dominador y valeroso, atemperado por sentimientos de la más extremada generosidad, que lo hacían dispuesto a los mayores sacrificios por los demás, hechos que explicaban la simpatía magnética de su personalidad, y que lo hacían un superdotado para la acción y el mando; don Hermenegildo, infundía en su gente, seguridad y confianza; a partir de su unión con las fuerzas insurgentes, Tata Gildo fue un elemento indispensable en el equipo de campaña de don José María Morelos y Pavón, y por ello, don Hermenegildo fue para Morelos, lo que en sus circunstancias fue para Napoleón el Mariscal Ney: “el valiente entre sus valientes”; por eso se dice, que cuando don José María supo la fatal noticia de su muerte, el caudillo, exclamó con voz entrecortada: “perdí mi brazo derecho”.
Tata Gildo participó en el ataque a Acapulco, en donde los insurgentes se apoderaron del cerro del Veladero, dejando Morelos este lugar estratégico bajo el mando de Juan de Ávila, cuando él y el resto de sus fuerzas se fueron al centro de lo que es ahora Guerrero; en La Sabana, Tata Gildo destacó en el ataque de Nicolás de Cosío; junto a Morelos –quien lo había nombrado su lugarteniente en mayo de 1811– entró triunfante a Cuautla; durante su estancia en esta población, recibió –al mismo tiempo que los otros insurgentes– un indulto mandado por Calleja, que fue rechazado por todos ellos; participó brillantemente, en la toma de Orizaba, y fue derrotado –junto con Morelos– en las cumbres de Acultzingo; después intervino en forma importante en la toma de Oaxaca; luego, tomó parte en el fracasado ataque a Valladolid, de donde volvió a la actual costa guerrerense, y rechazó a de Avilés en Cacalutla; volvió a la hacienda del Zanjón el 25 de junio, y de ahí se dirigió a Coyuca de Benítez, en donde fue emboscado por el mismo De Avilés, con los resultados descritos en párrafos anteriores.
De hecho, las múltiples batallas en las que intervino Tata Gildo son mencionadas en las crónicas de aquellos tiempos; se hicieron famosas por encabezar don Hermenegildo a contingentes en los cuales predominaban los costeños de color, que blandían sus machetes con asombrosa maestría, y se imponían a sus enemigos con arrojo en las luchas cuerpo a cuerpo, provocando un temor bien justificado en las fuerzas realistas, que los llamaban “los negros de Galeana”, afirmando que peleaban como diablos. No puede olvidarse como Galeana con su batallón de costeños impidió la captura de Morelos en el sitio de Cuautla, cuando éste en un descuido, estuvo a punto de ser muerto o hecho prisionero por fuerzas realistas; tampoco, la importancia de Galeana y sus huestes costeñas en la toma de Orizaba; sin embargo, una de las más mencionadas –quizá por lo atípico de ella– lo fue la que protagonizaron a la orilla del río Chichihualco, cerca de la Hacienda de los Bravo, lugar a donde los mandó Morelos a defender a esta familia y a sus colaboradores, que iban a ser aprehendidos por fuerzas realistas salidas de Tixtla con esa comisión, y que eran comandadas por Lorenzo Garrote.
El contingente realista encontró a la mayoría de las fuerzas de Galeana bañándose desnudos en el río mencionado, mientras otros dormitaban tumbados en la orilla, con su sombrero en la cara protegiéndose del sol, sin embargo, esto no impidió, que al grito de alerta de Galeana, al ver que los soldados se acercaban, los costeños salieran rápidamente del río como estaban, empuñaran sus machetes, e iniciaran –supuestamente con desventaja– una cruenta pelea, al grito de ¡Galeana! ¡Galeana!; los negros, arremetieron con tal furia, que las fuerzas de la corona al mando de Garrote se vieron impotentes para contenerlos, y huyeron en forma desordenada, dejando varios soldados macheteados muertos o heridos; de esta manera, el embate y la determinación de Galeana y sus costeños se impuso, y los llevó al triunfo. La picaresca popular de la época aprovechó luego para mencionar, con malicia y risas a granel, que los realistas se habían acobardado más por la desnudez de los terribles combatientes negros, que por los machetes que estos empuñaban.
De ahí, las fuerzas de Morelos, ya con los refuerzos conseguidos con los Bravo y sumadas a ellas, se trasladaron a la realista Tixtla –la población más importante de la región en ese tiempo– con la finalidad de tomarla; don Hermenegildo Galeana, al mando del Batallón de Guadalupe, y ya con su joven asistente Vicente Guerrero colaborando con él, ayudó notablemente para lograr el objetivo, pues devastó cada trinchera que enfrentó. Al llegar al atrio de la iglesia, mataron a numerosos soldados realistas que ahí se encontraban y tomaron prisioneros a muchos indígenas habilitados como soldados. En esta iglesia oficiaba el sacerdote Manuel Mayol, quien aprovechaba el púlpito para atacar cotidianamente a Morelos y a la insurgencia, llamándoles “hijos del demonio” que deberían de desaparecer, con la ayuda de toda la población; Morelos lo corrió, no sin antes obligarlo a dejar el símbolo del santísimo, que pretendía llevarse. Por su parte Cosío y Guevara, que defendían la plaza, ya habían huido para la Ciudad de México, sin explicarse cómo ellos, con mil 500 hombres armados y ocho cañones bien surtidos de municiones, habían sido vencidos por una chusma, compuesta de 600 hombres mal armados.
La historia biográfica de don Hermenegildo Galeana ocupa tanto espacio que es imposible transmitir al lector en un artículo periodístico, toda la trascendencia que tuvo este personaje para el desarrollo de la guerra de Independencia de México; no obstante, no deseo terminar este resumen sin recordar también algunas de las decepciones que tuvo Tata Gildo con su jefe; seguramente, la mayor de ellas fue cuando Morelos nombró en Ajuchitlán teniente general al “perfumado” y mediocre militar –y después traidor– Juan Nepomuceno Rosainz, en sustitución de Matamoros, sólo por su capacidad intelectual, hecho que obligó a don Hermengildo a decirle a Morelos entre amargado y resentido, cuando bajaban la sierra, después de la frustrada captura de don José María en Tlacotepec: “Señor, aquí me separo, voy a sembrar algodón para comer y pasar mi vida en secreto y olvidado de las gentes….Todo se ha perdido, porque usted se ha fiado de hombres que no debiera para el mando de las armas. Yo no podré escribir un papel, es verdad, pero sí atacar un campo”. Sin embargo, la fuerza del ideal se sobrepuso al amor propio herido, y el legendario y bizarro Tata Gildo, a instancias de Morelos, regresó a la lucha.
* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI.

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