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Xavier Carreto A.

La hora de los trabajadores

Lo que más me llama la atención de los lamentables acontecimientos suscitados durante la realización del Congreso Extraordinario de la Federación de Trabajadores del Estado de Guerrero (FTEG), es la actitud de Porfirio Camarena Castro. El ex secretario general de esta organización de trabajadores quien es una persona inteligente con mucha experiencia y conocimiento de la política.

Su alianza con Antonio  Valdés se explica, desde mi particular punto de vista, por la desesperación que siente de haber sido desplazado del principal cargo de la FTEG. Porfirio ocupó al mismo tiempo diversos cargos que le impidieron atender a los trabajadores guerrerenses. Su presencia en nuestra entidad, que también es la suya, fue escasa a lo largo de sus 12 años al frente de esta responsabilidad, aunque pudo haber realizado un buen trabajo, gracias a su capacidad, no atendió a los agremiados de la FTEG y menos resolvió sus demandas. Todo esto propicio el desencanto de quienes confiaron en él y perdió paulatinamente la fuerza con la cual había llegado a esta posición.

La FTEG, como filial de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), forma parte del PRI, el cual hoy se encuentra en plena decadencia a pesar de su reciente Asamblea Nacional y de la próxima renovación de su liderazgo nacional.

La situación caótica de la otrora poderosa federación, se explica, por una parte, por haber sido arrastrada por el partido al que pertenece y en parte a los errores de dirección y mala imagen que tiene su actual dirigente nacional; así como por las fallas en la conducción del propio Camarena.

En este escenario descrito, se debe reconocer que los grandes perdedores son los trabajadores guerrerenses que no cuentan con un instrumento de defensa de sus legítimos intereses.

La descripción de la situación del sindicalismo cetemista en Guerrero hecha por el delegado especial, José Luis Carazo, en su informe ante los asistentes al Congreso Extraordinario, es certera: “…está en completa indefensión, cargado de descalificaciones, de presión de grupos ajenos a los trabajadores y priva la desatención a sus problemas”. A esto habría que añadir las deplorables condiciones materiales en que se encuentran sus instalaciones físicas.

La FTEG debe aprovechar esta coyuntura en que vive para que los propios trabajadores, que no son otros más que los que laboran en la industria gastronómica, principalmente, realicen una depuración entre sus filas y queden únicamente aquellos que la ley reconoce como tales, es decir, quienes subordinados a un patrón realizan una jornada laboral a cambio de una remuneración y otras prestaciones que marca la Ley Federal del Trabajo.

Los dirigentes de la FTEG y sus sindicatos afiliados, y no remedos de éstos, deben luchar por mejores servicios médicos, abasto de medicamentos y otras prestaciones que otorga el Instituto Mexicano del Seguro Social para ellos y sus familiares; créditos para viviendas dignas que ofrece el Infonavit; capacitación y seguridad laboral que den los patrones supervisados por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social; créditos para enseres básicos y otros artículos, a cargo del Fonacot; cumplimiento de los patrones con sus aportaciones para los fondos de retiro, entre otras prestaciones a que tienen derecho.

El actual dirigente de la FTEG, José Luis Torreblanca, no representa ninguna garantía para que esta agrupación de trabajadores guerrrerenses salga adelante. Sus antecedentes de líder corrupto, por un lado, lo descalifican. Por otra parte, el liderazgo debe surgir de los propios trabajadores para garantizar la defensa de sus legítimos intereses ahora que Camarena está fuera y Antonio Valdés ha quedado a un lado.

Si quienes han hecho de la FTEG un instrumento para su beneficio no se encuentran dentro de la federación, creo que es la hora de los trabajadores, quienes deben asumir una actitud de lucha por reconquistar su organización y no seguir siendo una federación al servicio de líderes corruptos que siempre han buscado su beneficio personal; ya sea a la hora de revisar contratos colectivos o de obtener cargos de elección popular.

El sindicalismo guerrerense debe ser un instrumento de lucha al servicio de los trabajadores y no más botín de sus tramposos dirigentes como hasta ahora ha sido. Las condiciones políticas han cambiado y esto deben aprovecharlos los auténticos trabajadores para su beneficio.

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