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Cuauhtémoc Sandoval Ramírez

La matanza del 30 de diciembre de 1960

  El 30 de diciembre de 1960 ocurrió en Chilpancingo una matanza cometida por tropas del ejército federal contra el movimiento estudiantil y popular que había dado una formidable pelea ciudadana en los meses de octubre, noviembre y diciembre de ese año contra el tiránico y cruel gobierno del general Raúl Caballero Aburto.

Se trató de una salvaje respuesta a un espontáneo movimiento que fue surgiendo de las entrañas del pueblo guerrerense cansado de un excesivo autoritarismo y esperanzado por los cantos de sirena que formulaba el entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos quien llegó a decir que “los caciques duran mientras los pueblos los toleran”.

La matanza del 30 de diciembre de 1960 fue la gota que derramó el vaso y, ante la magnitud de la tragedia, la Cámara de Senadores decretó la desaparición de poderes en Guerrero el 3 de enero de 1961, y nombró gobernador provisional al licenciado Arturo Martínez Adame, quien de inmediato liberó a los estudiantes presos y encaminó los pasos para otorgar la autonomía de la Universidad Autónoma de Guerrero, así como adoptó medidas de distensión en distintos municipios de nuestra entidad federativa.

Según el libro del doctor Pablo Sandoval Cruz El movimiento social de 1960 (Ediciones de la LV Legislatura del Congreso de Guerrero. 2ª. Edición 1999), se pueden ubicar tres antecedentes de este formidable movimiento que estremeció todos los cimientos políticos y sociales de Guerrero.

Por un lado, la formidable batalla cívica del entonces alcalde de Acapulco, Jorge Joseph Piedra (recientemente fallecido) contra los métodos despóticos de gobernar del general Caballero Aburto, continuada posteriormente por don Canuto Nogueda Radilla, siguiendo la tradición revolucionaria de Juan R. Escudero y en la actualidad representada por los alcaldes acapulqueños Zeferino Torreblanca Galindo y Alberto López Rosas.

Por otro lado, el pujante movimiento estudiantil que se desarrolló en demanda de transformar el antiguo Colegio del Estado en una institución educativa autónoma, primero demandando la creación de la Universidad del Sur y posteriormente la Universidad Autónoma de Guerrero, que tuvo su punto culminante en la prolongada huelga estudiantil decretada desde el 21 de octubre de 1960.

Asimismo, el surgimiento de combativos organismos sociales como la Asociación Cívica Guerrerense dirigida por el legendario Genaro Vázquez Rojas que supo articular las demandas sociales con las protestas estudiantiles y ciudadanas y quien encabezó algunos años después un movimiento guerrillero en las montañas guerrerenses con el lema “¡Lograr la liberación de México y una patria nueva o morir por ella!”.

Desafortunadamente, el triunfante movimiento popular-estudiantil no encontró mecanismos y cauces para dar la batalla posterior de manera organizada e institucional, ya que no había partidos políticos nacionales o estatales que articularan sus inquietudes y demandas. Por otra parte, a nivel nacional se vivía un reflujo después de la derrota del movimiento ferrocarrilero y las cárceles de la capital del país se encontraban llenas de líderes políticos y sindicales. Solo en el lejano San Luis Potosí, el doctor Salvador Nava encabezó un movimiento cívico insurgente que también fue derrotado.

En el Congreso de la Unión no había, como en la actualidad, ni diputados federales ni senadores que representaran los intereses populares y que trasladaran la batalla cívica de Guerrero al corazón de las decisiones del país. Unos timoratos diputados como Herón Varela y Moisés Ochoa Campos, protestaron débilmente y sólo se atrevieron  a plantear que fuera cambiado de zona militar al general Julio Morales Guerrero, responsable directo de la matanza del 30 de diciembre. Sólo la voz aislada de la diputada Macrina Rabadán se oía en el viejo edificio de Donceles.

De esta manera, el Movimiento Estudiantil Popular de 1960 prácticamente se extinguió. Muchos de sus principales líderes fueron coptados por el sistema. Otros como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas fueron orillados a tomar las armas. Algunos salieron del estado o al exilio como el doctor Pablo Sandoval Cruz y su familia quienes encontramos refugio en la naciente revolución cubana. El PRI, cuya sede estatal fue saqueada el 28 de octubre de 1960 por las masas enfurecidas, pudo posteriormente recomponer su hegemonía.

La Asociación Cívica Guerrerense todavía hizo un último intento de dar una pelea institucional lanzando como candidato independiente a gobernador a don José María Suárez Téllez en 1962. Su incursión electoral terminó el 30 de diciembre, dos años después con una nueva masacre en Iguala y el encarcelamiento de Genaro Vázquez Rojas. Las matanzas prosiguieron el 18 de mayo de 1967 en Atoyac de Álvarez, antecedente inmediato del levantamiento de Lucio Cabañas y en agosto de ese mismo año con la matanza de copreros en Acapulco.

Una conclusión central es que tenemos que erradicar  la tesis que prevaleció durante mucho tiempo en el grupo gobernante a nivel nacional de que Guerrero es un estado bronco y violento y que por lo tanto es necesario una política dura, autoritaria y represiva como método de gobernar. Con sus obvias diferencias, esta tesis estuvo presente tanto en los gobiernos represivos de Rubén Figueroa Figueroa y Rubén Figueroa Alcocer e incluso en los gobiernos de ilustrados académicos como José Francisco Ruiz Massieu quien reprimió ferozmente la insurgencia electoral del 6 de julio de 1988, cuando nuevamente se modificó la correlación de fuerzas en nuestro estado con la creación del PRD, el 5 de mayo de 1999 y que este 2004 cumplirá sus primeros quince años.

Por último quisiera recordar en esta ocasión a destacados dirigentes estudiantiles de esa época: Jesús Araujo, Eulalio Alfaro, Che Lupe Solís, Rubén Fuentes, Sánchez Andraca, Pablo Sandoval Ramírez, Saúl Mendoza, Genaro Arcos Polito, Saúl López López, Bernardino y Jorge Vielma, Jaime y Jorge Alcaraz. No podemos olvidar a los profesores Abel Estrada Lobato y Pedro Ayala Fajardo, al doctor Edgar Pavía, a Gildardo Valenzo Miranda, a la maestra Julita Escobar, en fin, la lista es muy larga y no queremos dejar fuera a nadie.

Este 30 de diciembre como todos los años nos reuniremos frente al monumento a los caídos, en la alameda Granados Maldonado de Chilpancingo, para rendir un homenaje e inclinar nuestras banderas de lucha por todos los caídos en la lucha por un Guerrero libre, democrático que solucione los ancestrales problemas de pobreza que ha generado este bárbaro y despótico estilo de gobernar que debe quedar atrás para abrir paso a una nueva etapa democrática. Esta es nuestra apuesta de cara a la próxima campaña electoral en Guerrero que culminará con las elecciones de febrero de 2005.

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