Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

J. Jesús Blancornelas

CONVERSACIONES PRIVADAS  

 Video o CD

Unas parejas llegan al motel y entran sin esconderse. No le hace si es de día. Ni les interesa ser vistos. Menos lo que digan de ellos. Pero otros aparecen angustiados. De plano esperan al anochecer. Cuando no hay tráfico ni andantes. Escabullen habladurías. A veces la mujer se acurruca bajo el tablero del auto. Entonces parecerá que el hombre va solo y manejando. En otras mandan alguien por delante para arreglar todo. Así la pareja ya no hará alto a la entrada. Ni registrarse y pagar. Ahora que si es necesario ni modo. A inscribirse con otro nombre. Juan Pérez. José López. Pedro Infante. Son las formas para no dejar huella.

Hay parejas que prefieren rentar un taxi. Se sumen en el asiento trasero a la hora de entrar. Le dicen al chofer Tenga…, soltándole un billete. “Por favor rente un cuarto y regresa por nosotros dentro de una hora”. Lo hacen por miedo. Es que a lo mejor algún conocido puede ver su carro desde la calle. Luego andará chismeando. Por eso se trepan al auto de alquiler y asunto arreglado. Pero ahora la modernidad afortunó a tan intranquilas parejas. En los moteles arreglaron el estacionamiento. Son individuales y tapados con lonas de colores y hasta puertas corredizas. Más discreción y seguridad. Aparte, entrada de la cochera al cuarto. Así ni quien se dé cuenta desde afuera.

Llegar al motel es dificultoso para unos. Facilito para otros. Pero como sea ya estando en el cuarto olvidan mortificación o desentendimiento. El amor huidizo en esos lugares es siempre apasionado. Bueno, la mayor de las ocasiones. En otros es simple compra-venta. Satisfacción. Capricho desabrido. Con olor a dinero. Lejos del aroma enfervorizado. No aquella entrega dibujada por el poeta como “…el exquisito abandono de mujer” que en “…blanco diván de tul aguardaré”.

Las parejas buscan intimidad en el motel. Solteros, casados o divorciados. La relación a escondidas estremece. Es de pocas palabras. “Hasta hacerte enloquecer” como cantaba la inolvidable y guapota Lucha Villa. Es amor de principio temeroso y tembloroso. “…tengo pena que me veas” y a la hora del embeleso ni se acuerda de la desnudez. Amor con todo sin lugar a nada. Momentos para no andarlos cacareando. Intimos. “No se tú/pero yo quisiera repetir/el cansancio que me hiciste sentir…”.

Hay moteles para todos los gustos. Servicio al cuarto sin poder el mesero ver a la pareja. Con o sin televisión. Jacuzzi. Baños estilo romano. Camas redondas. Hermosos tapices. Sorprendente limpieza. Pero también existen aquellos pestilentes. Puerta sin seguro. Regadera de chisguete. Jabón usado. Y a veces trozos de papel periódicos y no en rollo para el baño. Camas destendidas. Sábanas sucias. Arrugadas. En ocasiones hasta jeringas o vasos usados sobre el buró quemado por colillas. Pero con todo y eso, cuando hay amor, ni en cuenta.

Supe de algunos hoteles o moteles en manos de mafiosos.  Construidos a todo lujo. Hasta la extravangancia. Los he visto en zonas céntricas. A orillas de las ciudades. En playas hermosas. No sé cómo les encanta a los capos el garigoleado tipo antiguo repleto de dorados. O paredes gruesas, locales achaparrados y todo blanco. Supe de uno que bajo el estacionamiento encementado tienen sepultados a matarifes enemigos. De pronto son cerrados al público. Celebran grandes fiestones. Bautizos o bodas. Y entonces le echan a perder a las parejas sus escapadas amorosas. Encuentran el odioso letrero: “No hay cuartos”. Entonces, de sorpresa a desilusión. Adiós amor apasionado que andaba todo alborotado.

Pero el peor de los casos ese no es. Ahora me ofrecieron por internet “una excelente recopilación de clips XXX en más de cuatro horas de videos”. La publicidad incluye “erotismo al más alto nivel”. Nada de fingimiento. Todo logrado con cámaras ocultas “escondidas en los lugares más impensados”. Y explican: “En dormitorios universitarios, autos, hoteles”. Ofrecen ese CD más otros dos “por 40 dólares”. La oferta orienta “haciendo click aquí. Indicando su nombre y dirección”. Aclarando. “Se lo enviamos por correo contra reembolso”. Para engatusar remata el anuncio: “No cobramos gastos de envío. Absoluta reserva”.

Recién recibí este mensaje. Me enteré: efectivamente hay cámaras de video escondidas en muchos moteles. Especialmente fronterizos. Están instalando en el resto mexicano. Es la moda. Cuestión de narcos. Y hasta me reportaron: muchas escenas no se distribuyen directamente aquí. Primero las envían a Japón y ciudades sudamericanas. Luego las ofrecen desde allá. Cientos de momentos íntimos. Amorosos. En video o CD pero grabados en México. Se venden exitosamente. Y las parejitas en escena ni cuenta se han dado. De nada sirven los apuros para llegar al motel. En el interior funcionan las cámaras escondidas.

Recuerdo la película LA Confidential. La hermosa Kim Bassinger. El oscariado Rusell Crowe. Dany DeVitto desparramando simpatía protagonizando a un periodista. Y el excelente Kevin Spacey en el papel de policía. Hay la escena de una pareja apasionada y ennmotelada. Filman sus acurrumacos hasta el sudor y desde otro cuarto. Lo hacen a través del espejo instalado en el ocupado por los enamorados.

Pero ahora ya no hace falta esa maniobra. Basta con las minúsculas cámaras. Hasta digitales han de ser. Lo mismo escondidas en candiles o lámparas de techo. Empotradas al tocador, baño y hasta cama. Artilugios para captar ángulos difíciles o el sonido más quedito. Es una grave falta. Engañosa. Chanchullería. Meten narices en la intimidad sin los enamorados saberlo. Luego sus imágenes, gestos, figuros y desfiguros vistos por desconocidos. Comercian con sentimientos. Se derrapa del amor verdadero a la pornografía. De la delicadeza a lo corriente.

No sé cuantos moteles mexicanos tengan cámaras escondidas. Pero estoy seguro que deben ser muchos. Ahora me consta mas cuando recibo estas ofertas para comprar videos “grabados en secreto”. No me imagino cómo y cuánto sentirán las parejas viéndose en un CD a la venta. O sabiendo cómo muchos atestiguaron y hasta se burlaron de su intimidad, cuerpos y formas. Debe ser horrible. No sé si alguien se atreva a demandarlos a riesgo de su romance descubrir. Tal vez tome venganza por mano propia. Por lo pronto no hay que tenerle confianza a los espejos ni a los colguijes en moteles.

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