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-Crónica- Presidenta de la paz, realidad violenta

Aurelio Peláez Maya

 

 

De presidenta de la Educación a presidenta de la Paz: la realidad de la violencia obliga a agarrarse del discurso al que es más sensible el ciudadano de a pie. Aquí y allá, en el estado donde hubo un gobernador que dijo que con el narco “ni quiero ni puedo”, y donde el que le sigue igual hace como que la virgen le habla cuando se toca el tema, la candidata del PAN Josefina Vázquez Mota arremetió contra los políticos que pactan con el narco. Fin a la impunidad, arenga, y pide para ellos nada menos que cadena perpetua.

 

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Alejandro Martínez Sidney se desgañita; trata de encender el ánimo de los 2 mil asistentes al mitin de la candidata panista Josefina Vázquez Mota:

–¿Dónde están los panistas de San Marcos…?

–…

–¿Dónde están los de la Prepa 2 (de la ex izquierdista UAG)…?

–…

–¿Dónde están las mujeres del PAN…?

Por fin una respuesta, aislada; aplausos, vivas, que apenas se hacen escuchar ante el alto decibel de las bocinas instaladas para el mitin en el Zócalo de Acapulco.

Y es que, al menos en este puerto, las plazas llenas no se le dan al PAN, con todo y que en las elecciones presidenciales su votación se eleva por el 20 por ciento, que entonces aparenta una presencia electoral en Guerrero que se revela después ficticia en los comicios locales, cuando su votación regresa a su lugar histórico del 3 por ciento.

En la pasada elección estatal de febrero del 2011, el candidato panista Marcos Efrén Parra declinó competir al cuarto para las doce y con ello no se pudo conocer el peso real de ese partido, aunque todos apuestan a que igual no pasaría del corredor.

Afortunadamente en esta elección próxima se empatan la elección local con la federal, y los panistas se irán a dormir la noche del 1 de julio con la paz del deber cumplido, porque apostando a la fatalidad de la historia, no pasarían de maceta.

 

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La del Zócalo es una tarde sin viento. El tufillo del drenaje se despliega por el ambiente y el mar (rojo) repliega su aliento saleroso; apenas irrumpen en ese monopolio mareante los olores del elote con crema y chile; de plátanos machos fritos, de los chicharrones con salsa Búfalo. Martínez Sidney hace lo mejor que puede: vozarrón no le falta, pero si acaso prende a unos 500, los cercanos al templete donde se instalará la candidata. Los demás son colonos traídos desde sus casas –nada de acarreados, dicen– en una veintena de camiones estacionados sobre la Costera. Pero en el camino se les quedó el ánimo, o de plano no llegaron lo suficientemente motivados. Otra parte que deambula medio discreta, es la de los panistas que gracias a los triunfos de Fox y Calderón, se han incorporado a las diversas delegaciones federales en este periodo y que se les mira el rostro como desesperanzado, de no volver a medrar –perdón, servir al país— por otro sexenio más.

 

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Quizá Vázquez Mota hubiera preferido resaltar en su discurso que será la Presidenta de la Educación, quizá alargar la alusión a la falta de lecturas del candidato puntero, el priísta Enrique Peña Nieto, o que su anécdota sobre que aprendió a nadar en Puerto Marqués se diera en un contexto que no fuera el de la violencia, cuyo incremento se encaja a la política de seguridad del presidente Felipe Calderón. Pero como en las visitas que ha hecho a Nuevo León o Tamau-lipas, el tema es insalvable, se declara ahora la Presidenta de la Paz.

Aunque Vázquez Mota, que tácitamente apoya la ahora llamada Guerra de Calderón contra el narco, le añade un escenario de guerra contra los políticos, contra los gobernantes corruptos que pactan con el crimen organizado, pena perpetua dice, y una policía nacional que ataque el crimen: “No vamos a esperar que los gobernadores cuiden a sus familias“, dijo a manera de reproche. Pero eso sí, horas antes departía y ponderaba al ex gobernador Zeferino Torreblanca en la reunión con el Grupo ACA, ese que hizo máxima en su gobierno el principio de que “con el narco no quiero ni puedo”. Y la candidata tambiñen evadió cualquier confrontación directa con el actual gobernador Ángel Agui-rre, a quien finalmente apoyó su partido. Una beligerancia contra el narco como la de un Calderón hace seis años, aquí mismo en Acapulco: un discurso al que sucedieron 50 mil muertos.

 

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Si una característica tiene la clase política del PAN es la falta de continuidad de sus cuadros; hace doce años recibían al candidato panista Vicente Fox, personajes como Max Tejeda, Cuauhtémoc García Amor, Ángel Pasta Muñúzuri, Gloria Ocampo Aranda, presidenta del partido y que pasaría a ocupar la delegación de Migración, que desde entonces no ha soltado.

Ya la dirigencia nacional había descabezado al grupo compacto del ex presidente del partido, Enrique Caballero Peraza, y al nuevo que buscaba armar su ex candidato a gobernador Miguel Ángel Flores Mesino.

Con Felipe Calderón, la foto es otra; aparecen en los diversos actos de recepción Marcos Efrén Parra, su cuate desde que coincidieron en una legislatura federal y al que hizo delegado del IMSS; el delegado estatal –un recurso que ya es costumbre por parte del CEN panista para dirigir salomónicamente los conflictos permanentes de su militancia en Guerrero– era Javier de Jesús Zepeda Constantitno, de origen chiapaneco y de paso furtivo; Francisco Rodriguez Otero, Ángel Pasta y el desaparecido Jorge Bajos. Sobreviven de ese grupo de recepción Alejandro Martínez Sidney, entonces candidato a senador, y su suplente Laura Caballero, ahora candidata a diputada federal por el distrito 09.

Con Vázquez Mota el hombre fuerte en Guerrero es ahora el ex candidato a diputado federal por la Tierra Caliente, ex funcionario zeferinista, ex delegado federal de Sagarpa y efímero candidato a senador, Jorge Camacho Peñaloza, quien lo acompaña como enlace con la prensa por todo el país; el presidente del partido es ahora Andrés Bahena Montero, hace seis años sin rating interno, y otro nuevo en la foto es Braulio Zaragoza. Nuevas adquisiciones son el ex árbitro guerrerense Adolfo Aquino, candidato a diputado federal por el distrito 04 de Acapulco, y Digna Marroquín Cisneros, dirigente sindical en el IMSS, también sin trayectoria panista.

Otros tantos cuadros que también se borraron del mapa fueron los que atendieron la máxima del priísmo más rancio: “Amistad que no se refleja en la nómina es pura demagogia“.

 

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La niña Lina Estefany Durán Meléndez abrió el mitin con un discurso muy elaborado sobre el tema de la violencia en Acapulco. Habló –sin telepronter— de la “sicosis” de los ciudadanos por la violencia; del miedo a salir a las calles; de las autoridades rebasadas por el crimen; de la necesidad de detener a los cabecillas del narco y de depurar a las policías. Al final su seguridad se quiebra. Cuando es abordada por Vázquez Mota para felicitarla, asoman lágrimas en su rostro. Se las limpia. Vázquez Mota, que en su discurso ofrece trabajar para niñas como ella, le regala un reloj, con la carátula del PAN, que le habían regalado antes unos militantes de Chilpan-cingo.

–¿No que los regalos no se regresan? –se oye a alguien decir en el mitin.

 

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Aunque Vázquez Mota llega a su reunión con los integrantes del Grupo ACA en el hotel Crowne Plaza en una caravana de unas cuatro o seis camionetas negras, al frente dos agentes de tránsito que le abren paso y escoltada por tres patrullas, y tres camionetas con policías federales, a eso de las 2:15 de la tarde, al mitin de las 7 de la noche sale a bordo del autobús La Jefa. Igualmente es escoltada por patrulleros, agentes de tránsito y federales. En el camino se cruzan con Hummers del Ejército que patrullan las calles como parte de la Operación Guerrero Seguro. Al Zócalo llega a las 7:10. En el tránsito hacia el templete se demora quizá unos veinte minutos, saludando a la gente que le estira la mano por sobre las vallas de metal. Martínez Sidney repite varias veces, “ya está aquí la candidata”; ensaya el coro de recepción, “Jo-se-fi-na”. Apenas un cuarto de asistentes le siguen, y eso que no es Estadio Azul, donde se le fueron los vecinos a medio mitin. La candidata se demora. El animador improvisa: “… entonces la candidata ya viene por allí en las vallas, va a subir esas escaleras –tac, tac, se imagina uno— y aquí estará con ustedes”, revela señalando el piso.

 

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Vázquez Mora cambia para el mitin de la tarde de vestido: del traje formal, azul con dorado de la mañana, a un huipil blanco quizá de manufactura costachiquense:

¿Qué no le queda un poco grande?

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