Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Aurelio Peláez

–¿Jugó Chivito en la selección?
Las personas que pudieran responder esta pregunta rondarán los 50 años y de entrada aquí su servidor, fiel comprador del comic que se publicó entre los años 70 y los 80 del siglo pasado, dice que no.
Chivas ra ra ra estaba dedicado al Guadalajara, y el equipo tenía entre sus acérrimos rivales a Los Canarios –así le decían al América–, y Los Cementeros –el Cruz Azul–, cuyos jugadores aparecían representados por bultos de cemento.
Chivito, el centro delantero del equipo era acompañado por jugadores del equipo Guadalajara de ese momento como El Centavo Muciño –cuya cara era la de una moneda–, Willy Gómez, un cordero, y el portero Pulpito era Nacho Calderón.
La revista fue la iniciación al deporte de mis compañeros en la primaria y no por eso terminamos siendo rayados.
Nunca en la historia del futbol nacional hubo un delantero tan exitoso como Chivito, que podía llegar a medio tiempo al partido, liberado después de ser secuestrado y resolverlo con media docena de goles.
Y es que la carencia de centro delantero siempre ha sido el coco de México. De los que hemos tenido pocos quedan en el anecdotario. Enrique Borja, que parecía sacado de un comic por su manera de meter goles –tacón y calcetinazo–, y Hugo Sánchez, eficaz en el Atlético y en el Real Madrid, olvidable en la selección.
Ya los dolientes recibimos feisbucasos diciendo que es-peremos, que en el Mundial de Rusia. A ver cómo llegamos, a pedazos creo, con esto del calentamiento global. ¿Y si en tanto apareciera un Chivito?

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Para quienes duden que lo imaginario literario no se puede cumplir, aquí va una:
En 1935 Elias Canetti publica Auto de fe (Muchnik, 1980 en español). En ella crea un personaje, un genio terrible del ajedrez apellidado Fischerle, un enano que reina en un bar no tras una cerveza, sino de un tablero de ajedrez. Jugadores de diversos lares van a retarlo y terminan derrotados y humillados. Tiene una alta autoestima como jugador, y desprecia a los campeones mundiales. En un pasaje declara: “Señores, estoy muy sorprendido al ver que en todas partes me llaman Fischerle. Mi nombre es Fischer”.
Ocho años después nace en Estados Unidos el genio del ajedrez Robert Fischer, quien en 1972 se convierte en campeón mundial y es también una persona terrible.

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