Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

Las campañas

Hasta ahora todo el proceso electoral ha sido desangelado, por no llamarlo de otra manera, más parece una colección de comerciales que un evento político. En esta ocasión son más importantes los mercadólogos que los mismos candidatos. Las campañas políticas son para arengar, para motivar a los votantes, pero la actual campaña no motiva a nadie. ¿Son los candidatos o el sistema lo que está fallando?
Los candidatos son tan conocidos porque ya en la fase de la precampaña se consiguió ese objetivo. Ya sabemos quiénes son, hasta de sobra. Lo que el votante quiere oír es lo que harán con el poder si lo logran conquistar. La gente quiere comparar las alternativas, contrastar las personalidades y ver a través de los ojos de los candidatos el futuro al que ellos aspiran. En fin lo que se quiere, es oírlos hablar, tratar de que se salgan de las fórmulas acartonadas y de los slogans para oír realmente lo que ellos ven como futuro si lograran se gobernantes. Los discursos que hemos oído solo son como una colección de comerciales, sus propuestas son lugares comunes y su discurso realmente envilece hasta la misma demagogia.
Los periodistas reportan casi lo mismo, no hay en esta campaña una espontaneidad que permitieran ver la verdadera personalidad de un candidato y como los debates todavía no empiezan no se pueden contrastar las posiciones de cada quien. Es decir una campaña que tuvo una veda de 90 días después de la selección interna de los candidatos enfrió naturalmente el proceso político y a pesar de que con algunas argucias se trató de mantener las campañas vivas, lo cierto es que vimos un periodo frío, casi desierto de pensamiento político. Ahora en una campaña que han decidido sea de 90 días estamos viendo que van de un lugar a otro, siguen los acarreados de los tres partidos, siguen las promesas injustificables y siguen también abusando de un discurso que es ya tan atrasado y tan poco motivador que lo que puede pasar es que las campañas logren un gran abstencionismo.
Cuando piensa uno ¿qué cosa es lo que le sucedió al ambiente político? ¿por qué las campañas y los candidatos están tan acartonados y no parece que estemos viviendo una sucesión? A mi modo de ver la política electoral esta sobre-legislada. No solamente tenemos la elección más cara del mundo sino también tenemos la más reglamentada del mundo. Está bien que en una época había un partido único y se hacían atrocidades en el campo de la política, era necesario reglamentarlo, pero ahora nos hemos ido al punto que la política está perdiendo su espontaneidad y sin lugar a dudas también su trascendencia.
En un tiempo se esperaban los debates como una parte innovadora del proceso político electoral y ahora los estamos esperando, pero cada vez se han reducido aparentemente solamente a dos y con tantas reglas que la espontaneidad del debate casi está perdida. Hemos llegado al punto de que el debate sea un “no debate” sino la repetición de proposiciones que los mercadólogos han preparado para ponerla en boca de sus candidatos. Esto no ayuda de ninguna manera a crear una atmósfera emotiva que pudiera llegar a ser interesante para el proceso electoral.
Si tuviéramos que calificar el proceso electoral diríamos que es el más limitado de la historia, limitado por las propias reglas de la legislación, limitado por la misma actitud de los partidos, cuidando más la presencia política del partido que haciendo propuestas para el desarrollo nacional. Ante la falta de un proceso político verdadero se está recurriendo a la guerra sucia. Es decir, a desprestigiar a los candidatos y mostrar su lado malo, más que enfatizar las virtudes propias y el proyecto de gobierno de sus candidatos. Esto va a redundar a que sea no sólo la más fría, la más legislada sino también la más sucia de las campañas electorales.
Se legisló en exceso el proceso electoral y no se legisló en lo substancial que era lo que la ciudadanía estaba esperando: una reforma política a fondo, que garantizara una verdadera democracia. Lo que se quería era que se legislara para garantizar un Estado de derecho. Para ello es necesario garantizar un Ministerio Público independiente, una clara división de poderes que nos permitiera evolucionar en una verdadera República, que se hiciera realidad la democracia representativa, que se limitaran los poderes de los partidos políticos, que se eliminaran los legisladores plurinominales, para limitar la tremenda burocracia de los partidos políticos.

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