Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Juan Carlos Moctezuma R.

El Mundial se quedó sin el mejor jugador del torneo. No, no es Neymar.
Hablamos del colombiano James Rodríguez, quien en cinco partidos brilló como no lo han hecho el ya mencionado brasileño, ni Messi, Cristiano Ronaldo, Robben y uno que otro más.
Y no es que James haya hecho más que los mencionados, sino que les lleva años luz en la forma en que lo hace. Veamos.
Hasta 1970 –que es hasta donde da mi memoria futbolística pues nunca pude ver jugar a Puskas, al recién fallecido Di Stéfano o a Garrincha–, la idea del futbolista completo la personificaba Pelé: fuerte, veloz, de técnica depurada, driblador, ambidiestro (con las piernas, se entiende), letal cabeceador y de potente disparo.
Nadie ponía en duda en ese entonces la definición de crack y O Rei lo epitomizaba.
Pero solamente cuatro años después llegó el futbol holandés que en la persona de Johan Cruyff mostraba la versión europea del moderno futbolista, con ciertas características técnicas similares a las del astro brasileño pero más pulidas y, sobre todo, trabajadas.
Ese fue el punto de quiebre del futbol moderno. A partir de ahí comenzó la idea del futbolista atlético, robusto, infatigable, que encontró en los años ochenta en el alemán Hans-Peter Briegel (el medio ofensivo cuyo nombre, según el adelantado cronista deportivo Ángel Fernández significaba Ferrocarriles Nacionales de Alemania), su modelo más acabado, su Terminator pues.
Atrás quedaba la exquisitez que, en el futbol mexicano de los setentas, domingo a domingo mostraban los Carlos Reinoso, Manuel Manzo, Pepe Delgado o Chepe Chávez.
Con ese nuevo paradigma comenzó la cimentación de los que es ahora el futbol: todos atacan, todos defienden, y si por ahí puedes hacer una floritura, se agradece, pero eso no es lo esencial. El grupo por encima del individuo.
Por eso brilló James Rodríguez. A diferencia de todos los futbolistas él no corre, camina en la cancha. Él no defiende, baja a recibir el balón para iniciar el ataque sin necesidad de mover las piernas a la velocidad de Messi o Maradona.
Sus compañeros están a la espera del pase impensable o la jugada maestra (como ese gol que le clavó al uruguayo Muslera, desde ya, el mejor del torneo mundialista).
James condensa el 10 talentoso que siempre nos salvaba en el juego dominical del barrio, ese 10 que tenía más de mago que de futbolista y que ahora, ojalá, podría estar de vuelta en el futbol mundial.

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