Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Aurelio Peláez

La regla de América para los americanos y Europa para… etc, está por resquebrajarse. Con Brasil fuera del Mundial, queda Argentina como representante del continente en estas semifinales y va contra Holanda. Los argentinos llegan a este partido sin el del Real Madrid, De María, lesionado en los primeros minutos de los cuartos ante Bélgica, equipo que apenas dio pelea y no forzó el mejor futbol de los sudamericanos, como no lo hicieron Bosnia, Irán, Nigeria y Suiza. Ante Holanda, los 5 minutos en que Messi despierta por partido no parece que basten y su ausencia de carisma harán que se extrañe a Maradona, que seguirá reinando como el mejor 10 de ese país. Eso lo creo después de ver por enésima vez en la televisión –completando el rompecabezas en las noches de insomnio– Maradona, 2008, el film del serbio Emir Kusturica.

*La noche del 16 de julio de 1950, los jugadores de la selección uruguaya reunieron la plata que les quedaba, y compraron cervezas para festejar el triunfo sobre Brasil que los dejaba en el sitio histórico de campeones del mundo. El festejo comenzó en el vestidor y siguió al hotel, se imagina uno, en un recorrido entre un mar de dolientes por la derrota del equipo carioca. Por la mañana los diarios locales ya lo daban vencedor: Brasil Campeão Mundial de Futebol 1950, titulaba O Mundo.
En el inter del festejo, el delantero de la selección de obreros y capitán, Obdulio Varela, quien había protagonizado una huelga de jugadores en su país, que en los vestidores rebatió a su entrenador que sugería una formación defensiva para evitar una derrota humillante (“Juancito es un buen hombre, pero ahora se equivoca”), que al entrar al estadio y ser recibidos por el estruendo de los miles animó a sus compañeros, “los que miran son de palo”, y que durante el partido discutió con el árbitro para enfriar la ofensiva rival y colabora en el segundo gol, el del triunfo, se escapa de la fiesta y se va a visitar los bares –los pocos que abrieron-, donde convive con la afición brasileña de Río de Janeiro. Regresa por la madrugada, ebrio, ya algunos de sus compañeros duermen. Quienes lo reciben lo escuchan lamentarse: “No sé por qué les hicimos esto, son tan buenos” (Maracaná, La Película, de Sebastián Bednarik y Andrés Varela. 2014, Uruguay).

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