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Silvestre Pacheco León

CRONICA MUNICIPALISTA

  Agua pasa por mi casa, bosque de mi corazón  

 El recorrido se puede hacer hasta en media hora, pero si dispone de tiempo puede usted recrearse en cada uno de los paisajes y detenerse en imaginar lo que representan las cifras que conforman el cuadro dramático del deterioro ambiental.

Siguiendo el orden marcado desde el principio y después del recuento de cada uno de los asuntos más relevantes se puede apreciar la importancia que tienen las acciones comunitarias para revertir cada uno de los problemas que durante años han agravado la situación al nivel de desastre, como las cuencas del río Lerma, el Balsas y los lagos de Chapala y Pátzcuaro.

Después del recorrido, muchas de las personas que han vivido la experiencia aceptan de buen grado poner en blanco y negro sus comentarios y hasta algunas propuestas que podrían formar parte de nuevas iniciativas que ayuden a construir la nueva cultura ambiental.

Y no es para menos. Al principio la exposición lo ubica a usted frente a uno de los espectáculos más impresionantes de la naturaleza: una enorme cascada que a cada tramo se transforma en poza, recorre la sinuosa ladera cubierta de vegetación exhuberante, diseñando los paisajes más increibles.

Mirando el espectáculo se descubre la clave secreta que la naturaleza nos muestra: el vínculo entre el agua y el bosque. La lluvia reconoce su tiempo y se precipita como consecuencia del ciclo del agua. Si el terreno al que bendice con sus gotas está cubierto con capa vegetal, el agua se infiltrará, humedecerá el suelo, abastecerá los mantos acuíferos, será torrente perenne y hará el milagro de que las plantas nazcan, crezcan y se reproduzcan.

Sin el agua no sería posible la vida de los árboles y plantas que en la tierra hacen posible convertir la energía del sol en oxígeno y alimentos.

Más adelante el visitante encuentra las razones de que a la Tierra se le conozca como el planeta azul. Las tres cuartas partes son mares y océanos que desde el espacio sideral la pintan azul.

Como paradoja los terrícolas del planeta azul sufrimos por la escasez de agua, pues da la casualidad que por cada 10 litros del líquido que ocupa tres cuartas partes del planeta, solamente 2.5 litros son de agua dulce y de esos el 80 por ciento está contaminada principalmente por la industria.

Una lección rápida sobre las cuencas y el papel que juegan dentro del ciclo del agua nos permite identificar la que le da el nombre a la bahía de Zihuatanejo. Si uno junta sus dos manos como un cuenco, inmediatamente entiende que sus bordes son los cerros del anfiteatro y que aún cuando la lluvia nos socorre humedeciéndola toda durante los meses de junio a octubre, cada vez resulta más escasa el agua a nuestra disposición, pues con la pérdida de la capa vegetal de los cerros, nada hay que detenga los escurrimientos. El agua de lluvia, con mayor velocidad cada vez, provocando mayores trastornos en menos tiempo, llega a la bahía para salarse como maldición.

Por eso después del recorrido uno queda tentado a luchar hasta por modificar el dicho tan popular que manda dejar correr el agua que no se ha de beber. La consigna a compartir es no dejar el agua correr, aunque no sea para beber, detenerla naturalmente. Eso es lo más recomendable, por tal razón, cuidar la regeneración natural del bosque y reforestar donde es posible, debería ser una campaña obligatoria y permanente.

Al principio los primeros jóvenes y niños que vivieron la experiencia se impacientaban tratando de conocer todo al mismo tiempo, sin orden ni concierto, pero a medida que fueron pasando los días prevaleció el orden, de tal manera que desde el recibimiento de los grupos, pasando por una plática introductoria, hasta la formación de los equipos para correr juntos la aventura, se logró que en la segunda semana todo marchara mejor.

Puede parecer insignificante para muchos el número de 6 mil visitantes en el universo de cien mil habitantes que viven en la ciudad, pero quizá la cantidad de personas que tendrán la experiencia en lo que resta del mes deba ser punto de referencia en el recuento de las acciones que tienen que ver con la cultura ambiental y la toma de conciencia ecológica en Zihuatanejo.

En dos semanas, además de los cientos de personas que visitan diariamente el palacio municipal y se encuentran con el espectáculo, la exposición itinerante sobre el bosque y el agua que SOS Bahía montó en el vestíbulo, ha recibido a 6 mil estudiantes de 20 escuelas de la ciudad, entre preparatorias, secundarias, primarias y una preprimaria con muchos padres de familia.

La exposición continuará en Zihuatanejo hasta el último viernes de octubre recibiendo estudiantes y público en general, después estará en el Palacio Municipal de Lázaro Cárdenas para continuar su recorrido por Petatlán, Atoyac y Acapulco.

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