Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

María Luisa Garfias

   Mujer y poder político

 (Segunda y última parte)  

 El combate del movimiento feminista ante la invisibilidad de las mujeres, tanto de las autoridades, como de los mismos partidos políticos, tuvo eco con la de otros países, de tal manera que en la IV Conferencia Mundial de la Mujer, en Pekín,  en 1995, más de 190 países se comprometieran, entre ellos México, a impulsar en sus respectivas leyes, acciones positivas o afirmativas, buscando con ello promover la igualdad de oportunidades para las minorías étnicas y las mujeres. En el  terreno político, estas acciones buscan el aseguramiento de la representación proporcional de hombres y mujeres en las listas de candidaturas a diputados, senadores o planillas municipales. Sin embargo, el gobierno federal y estatal han incumplido con este acuerdo firmado, demostrando que el llamado voluntario a implantar el 50 por ciento de representatividad para ambos sexos no está funcionando. De igual manera, los partidos políticos se niegan a integrar un mayor número de mujeres, no solamente en sus órganos de dirección, sino también en las listas de candidaturas.

De tal manera que sólo hemos conseguido un 16 a un 18 por ciento de curules en el Congreso de la Unión, y en el estado, un porcentaje menor, a pesar de las reformas electorales federales y estatales. Quedando en letra muerta los porcentajes de candidaturas para ambos sexos, establecido en los propios estatutos partidarios.

En lo que se refiere al poder ejecutivo, no ha existido hasta el momento ninguna mujer, y a lo largo de la historia de estos 50 años, sólo tres candidatas han participado en los procesos a la presidencia de la República: doña Rosario Ibarra de Piedra, por el PRT, en 1982 y 1988; Marcela Lombardo, por el PPS, en 1994, y Cecilia Soto, por el PT, en 1994.

En los estados de la república, sólo cuatro han sido gobernados por mujeres: Colima, en 1979; Tlaxcala, en 1987; Yucatán, en 1991, y el DF en 1998.

De los 2 mil 427 municipios que conforman el país, hasta el año 2000, 85 presidencias  estaban a cargo de mujeres, es decir un 3.5 por ciento del total. En nuestro estado de Guerrero, la primera mujer que ocupó este cargo, sin elección popular, fue doña Aurora Meza Andraca, en 1936, y es hasta 1972 que llega por elección doña Sofía Iglesias Juárez, en Mártir de Cuilapan. A lo largo de estos 31 años, 27 mujeres han sido presidentas, en cambio, 804 han sido hombres.

La participación de las mujeres en el poder político ha aumentado en los últimos 27 años, y esto como resultado en buena medida del movimiento feminista, de estas mujeres luchadoras por los derechos humanos de las mujeres, quienes organizadas se han enfrentado al sistema patriarcal para destruirlo, y transformar económica, política, social, ideológica, psicológica y sexualmente a las mujeres. Cada día, los frutos de esta lucha son más visibles, más mujeres ocupan puestos de dirección, puestos de representación popular, cada día tienen más poder.

La lucha por ganar presencia en los espacios de poder político hace también necesario reflexionar sobre el ejercicio de este poder. ¿Para que quieren las mujeres el poder político? ¿Para repetir las mismas formas de relación autoritarias y violentas entre gobierno y gobernados, o entre hombres y mujeres, como lo han hecho durante años los varones ?  La respuesta sería ¡no! Las mujeres lo queremos para transformar las relaciones de poder jerárquicas, autoritarias y violentas, en relaciones de equidad, de respeto, de tolerancia entre hombres y mujeres; entre gobierno y gobernados. Es decir, queremos el poder político para construir un mundo diferente, una sociedad verdaderamente democrática  Esto nos lleva indiscutiblemente a mirar el trabajo legislativo de las mujeres, el de aquellas que fueran gobernadoras, o el de las presidentas municipales. ¿Cómo ha sido o es la relación entre ellas y la ciudadanía a la que representan? ¿Manipuladora, coercitiva, autoritaria, violenta o democrática? Las propuestas que presentan  en sus respectivos ámbitos, ¿vienen de las y los ciudadanos; informan a estos sobre la agenda política de los trabajos parlamentarios? Por otro lado, el trabajo político, legislativo o municipal, ¿ha  impactado en las condiciones de vida de las mujeres en general? Lo que  se puede apreciar es que la llegada de mujeres feministas y con posiciones ideológicas de izquierda en los espacios de poder político, han revolucionado el quehacer político, sobre todo en el legislativo, porque en la mesa de los debates, temas considerados como  prohibidos salieron a la luz pública: el aborto, la violencia sexual y familiar, el acoso y el hostigamiento sexual, así como la preferencia sexual. En algunos temas, las legisladoras han coincidido, independientemente de la fracción parlamentaria que representen, lo que ha redituado favorablemente en la población femenina. La ley para la prevención de la violencia familiar, las reformas al código penal y civil, así como las reformas a la ley electoral, son algunos ejemplos. Sin embargo, también es cierto, que el trabajo legislativo a favor de las mujeres es lento, falta mucho por hacer, las causas son diversas. Desde el número reducido de mujeres legisladoras en oposición a la gran mayoría de legisladores, hasta el conservadurismo ideológico de muchas de ellas, o el enfrentamiento de las corrientes políticas a las que pertenecen, pasando claro esta por  la falta de conciencia de género.

La lucha por el poder político se mantiene, y ello se manifiesta en el reclamo de mayores espacios, ahí en donde se toman las decisiones políticas. Sabemos que nuestra participación se da en el contexto de una sociedad que impone la violencia y la corrupción como expresión del quehacer cotidiano político. Y que los partidos tampoco están ajenos a esto, responden, se construyen y hacen política muchas de las veces desde este accionar; supuestamente buscan erradicar estos males, pero lo que hacen es repetir esquemas, por lo que nuestro objetivo no es nada fácil, ya que encontraremos a lo largo de este camino que nos hemos trazado, obstáculos, que pueden ir desde arrebatarnos triunfos hasta arrebatarnos la vida. La lucha política debe estar acompañada con el movimiento de mujeres en general, y en donde, las que lleguen, deberán estar comprometidas con la causa de las mujeres: los derechos humanos. Dejar de ser para los otros y construirnos desde nosotras es nuestro reto, que se acrecienta al acceder al mundo de la política. Ejercer el poder político también se ha convertido en un reto para las mujeres, pero ejercerlo democráticamente es  la vida misma.

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