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PosPaulina: apatía vecinal, a 6 años de la inmediata intervención militar

* No lograron organizarse para su tradicional acto anual en memoria de los 17 muertos que hubo en esa zona

Ricardo Castillo Díaz * A decir del abogado Andrés Barreto Grande, quien logra movilizar a sus vecinos igual para marchas del PRD que para la peregrinación Guadalupana, en las calles Zimapán, Pachuca, Del Chico y Acatlán, de las más afectadas por el Paulina, “ya olvidaron lo que vivimos en esa tragedia”.

Andrés Barreto vive en la calle Del Chico, adyacente a la Zimapán, allí donde habitó la familia Centell que perdió a sus diez integrantes. En este rumbo, donde aquella mañana del desastre de 1997 cuando todavía no dejaba de llover la rápida llegada del Ejército impidió que la sociedad se organizara, el problema para Barreto es que eso de movilizar a su gente, esta vez no le fue tan fácil.

Es jueves cuando accede a recibir a los reporteros de El Sur, faltando unas 10 horas para que llegue el 9 de octubre, y con él, el sexto aniversario del más y peor recordado huracán. Aunque aquello de conservar a Paulina en la memoria, Barreto ya no lo cree tanto. Lo explica mientras se le encuentra arreglando unas flores para colocarlas en un altar que hay sobre la calle, que los vecinos erigieron para recordar a sus 17 muertos que en total se llevó el río del Camarón.

“Este año, por primera vez, de los seis que llevamos después del huracán, no tendremos ningún acto para recordar a los que se nos fueron”, dice Barreto con una nerviosa sonrisa con la que intenta ocultar su pesar.

Como muestra de uno de los frutos de aquella intervención militar en sustitución de la vecinal, cuenta que ahora “nadie, ningún vecino quiso organizarse para celebrar la misa que tradicionalmente hacemos aquí, en la que siempre tenemos al arzobispo, la velación, nada, no va haber nada”.

Dice que en parte se debe a que para la ceremonia que acostumbran para este día “nadie quiso cooperar”. Admite que “no es mucho el dinero”, pero agrega que “nada más la misa, cuesta”. Además recuerda que el año pasado hubo poca asistencia. “Es más, ni siquiera vivieron los familiares de nuestros muertos”, lamenta.

Barreto viene acompañado de un amigo, de nombre Felipe, con quien barre y limpia la placa con los nombres de los muertos, y un nicho que hay de la Virgen de Guadalupe. Juntos colocan una extensión eléctrica, sus flores, y una bandera nacional junto a la plancha de concreto en la que están inscritos los decesos. De la Pachuca: Alfredo Centell Córdova, Marbella Vergara de Centel, sus hijas Adriana, Selene y Celina Centell Vergara; Gabriela Marroquín Centell, José Antonio y Miguel Angel Solano Centell, Luis Alberto y Diego Alfredo Lobato Centell, Daniela Meza Centell. De la Acatlán: Ernesto Alvarez Gutiérrez y su esposa María Gutiérrez de Alvarez, y la hija de ambos Margarita Alvarez Gutiérrez. De la Pachuca: Yolanda Pichardo García y sus pequeños hijos Yolanda y Martín Alberto Gálvez Pichardo.

“Ni modo, vinieron en balde, no va a haber nada, y eso que era la única colonia en la que hacíamos una reunión vecinal para recordar a los que nos quitó Paulina”, se despide Barreto de los reporteros. A unos pasos de allí, solitaria, la deshabitada casa de los Centell, al pie de un inofensivo riachuelo que ayer miércoles era El Camarón.

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