Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Descentralización inacabada

Si queremos acceder a una mayor modernización del país por cuanto a atención gubernamental se refiere, debemos profundizar, ampliar la agenda de la descentralización; dándole vigencia, a plenitud, al federalismo. Es decir, conferirle mayores facultades, funciones y recursos a los gobiernos estatales y municipales, para que las respuestas de gobierno se ubiquen más cerca de la gente y preservemos de esa forma la gobernabilidad democrática.

En Guerrero, si deseamos una mayor modernización gubernamental, tendremos que aplicarnos, con mayor ahínco, a desconcentrar las respuestas institucionales públicas a las regiones y llevar a cabo un proceso más agresivo de municipalización de presupuestos, atribuciones y reglamentaciones.

Máxime en estados como el de nosotros, que se caracterizan por su amplitud territorial y la dificultad de comunicación que impone su faz orográfica; verbigracia también Oaxaca y Chiapas. Si fuéramos un estado chico, como Morelos o Tlaxcala, no representaría mayor engorro u obstáculo tener concentrado y centralizado los recursos y los programas en la capital del estado.

Si bien es cierto que la centralización gubernamental de antaño cumplió un objetivo histórico de tener y contener las riendas de la autoridad y la acción gubernamental en tiempos de conformación e integración del país, de reconstrucción después de diversas contiendas civiles o de haber estado amenazada su independencia por potencias extranjeras (Estados Unidos y Francia principalmente), hoy ya no se justifica ni es procedente o pertinente; es más, representa, en la actualidad, un escollo y cuello de botella para acceder a instituciones públicas gubernamentales eficaces, desburocratizadas y colocadas más próximas ahí donde se generan los problemas y las demandas.

No ha sido fácil llevar a cabo los procesos de descentralización gubernamental; representan, en mayor o menor medida, pérdida de poder y de control burocrático. También significa el desprenderse de inercias monocéntricas perniciosas, fuertemente enquistadas en el plano de las actitudes, normas, programas, atribuciones y presupuestos.

Sabido es que, por definición, algunos servidores públicos federales nos ven a los servidores públicos estatales al menos con tres puntos abajo que lo normal en materia de coeficiente intelectual; es decir, nos consideran medio tontos e igualmente medio corruptos. Ni que decir a su vez de cómo vemos a los servidores públicos municipales: totalmente corruptos y tontos. Por lo tanto, hay desconfianza para delegar responsabilidades.

Por eso, por razones de suspicacia, cuando el gobierno federal descentraliza un programa, le impone a los gobiernos estatales una normatividad tan rigurosa, etiquetada y meticulosa para la operación, que poco falta para que en ella nos instruyan hasta como debemos limpiarnos cuando vamos al sanitario; deviniendo en auténticas camisas de fuerza que no permiten ejercer los recursos con agilidad, oportunidad y eficacia.

Agréguesele a lo anterior, las exageraciones que cometen ciertos delegados federales en la encomienda que tienen de observar y supervisar que el gobierno estatal aplique correctamente los programas federales descentralizados. Actúan verdaderamente como enanos del tapanco, burócratas ratoneros y mezquinos cuentachiles, que más que coadyuvar en el trabajo, se la pasan poniendo piedritas en el camino.

Qué decir de los programas diseñados centralmente. Algunos de ellos pecan de no tener en cuenta las especificidades regionales y no toman conciencia que México es todo un mosaico, que debe tener tratamientos diferenciados.

Algunos de los estrategas y diseñadores de políticas públicas, de las distintas secretarías del ramo federal, en sus propuestas, hacen de la República tabla rasa y nos divisan en lontananza, con sólo un tipo de binoculares a toda la provincia; desde sus oficinas mullidas y alfombradas del Distrito Federal, al calor de una buena taza de café humeante y bajo la inspiración que les provocan sus secretarias de doble propósito y edecanes de registro.

Concluyo reiterando que la descentralización estará inacabada si los gobiernos estatales, a su vez, no son congruentes con el espíritu federalista e inician un verdadero proceso en el mismo tenor para con los ayuntamientos de su ámbito estatal. Ahí tenemos toda una tarea incumplida y raquíticamente iniciada.

PD. Como diría el filósofo de Güemes: Lo que de aquí pa’llá es pa’rriba; lo de allá pa’cá es pa’bajo.

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