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Fuimos víctimas del Paulina por negligencia de las autoridades: Magdaleno González

 * En nuestras calles aledañas a ese río nos organizamos y mantuvimos con servicios sin la ayuda del gobierno, recuerda

Aurelio Peláez * El 9 de julio de 1997 pudo haber cambiado la percepción de la participación civil que tenían los ciudadanos acapulqueños. Hasta esa fecha, parecía poco clara la noción de la solidaridad vecinal, tal y como había sucedido en el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la ciudad de México. La tragedia familiar y el drama social, cambiaron la noción que los acapulqueños tenían de su vida cotidiana. La protección civil fue a partir de entonces una de las variantes de la convivencia en esta ciudad, según los testimonios de los sobrevivientes.

 Magdaleno González Sandoval, profesor universitario. Habitante de la colonia Progreso y vecino de las calles Zimapán y Pachuca, cercanas al Río El Camarón.

“En lo particular sí sabía de la magnitud del huracán que venía. Yo todavía vi la repetición del noticiero de las doce de la noche, y me llamó mucho la atención cómo el noticiero Hechos se contacta con un canal metereológico de Chile, y afirman categóricamente que a las 2 de la mañana entraba Paulina a Acapulco. A las 12:30 de la noche se iluminaba mucho el patio. Era porque al parecer había una tormenta eléctrica por El Coloso, pero hasta ahí. Uno piensa que a uno nunca le pasan las cosas. Digo, a lo mejor las autoridades no entendieron la magnitud, pero yo vi el noticiero y a la información le dedicaron cinco minutos. Se decía que a las 2 de la mañana entraba Paulina. Yo me dormí tranquilamente. Al día siguiente, a las 5 de la mañana se oyen ruidos y me hablan unos vecinos y entonces me doy cuenta del desmadre que había”.

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“Cuando nos dimos cuenta del desastre ya no pudimos hacer nada para ayudar, salvo refugiarnos en la casa. El frente de la casa que era la calle Pachuca ya era un río, la casa de a un lado ya no existía, y la del otro lado tampoco existía, por tanto ya cuando nos dimos cuenta estábamos en una isla. No pudimos en ese momento auxiliar a los vecinos, nada, nada. Cuando nos damos cuenta de la magnitud del problema es que pasa agua por ambos lados de la casa. Una barda perimetral se la llevó la caída de agua, afortunadamente mi mujer oyó un ruido, abrió el zaguán y lo deja abierto y no hubo olas. El agua pasó por el zaguán de la casa, de la parte trasera salió hacia la calle. Ya cuando salimos, yo recuerdo que ese día amaneció ya muy tarde, eran como las ocho de la mañana, estaba tanta lluvia. No estaba claro, no había sol. El sol empezó a salir como a las 2, 3 de la tarde. Ahí en la casa había llegado recientemente mi cuñado con sus tres hijos, estaba mi suegra, mi cuñada”.

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“Cuando el río se lleva una casa vecina el rumor era endemoniado, porque el grueso del rió del Camarón pasó a un lado de mi casa. Afortunadamente la señora que vivió allí hizo un muro perimetral que colindaba con mi casa, de piedra, propiamente eran dos muros, sino a la casa nuestra se la lleva. Eso fue lo que impidió que la casa nuestra se fuera. Fuimos protegidos porque tuvimos dos vecinos excelentes. Del otro lado era el vecino que se llevó todo pero era una casita que no tenía bardas, las bardas perimetrales de sus vecinos eran su pared, entonces no hubo ninguna defensa”.

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“A eso de las 12 del día a todos nos sacaron. La Armada de México declaró ahí una zona de desastre y evacuaron a todos los vecinos. Era hasta la noche que vamos regresando, sobre todo los varones y empezamos a ver qué es lo que vamos a hacer. En primer lugar el criterio fue que no nos íbamos a salir de ahí. Empezamos a indagar por qué nos pasó lo que nos pasó y entonces nos reconocimos como víctimas de negligencia de las autoridades. Empezamos a reorganizar la llegada de los vecinos. Nuestra primera tarea fue la de desazolvar los pozos artesanos que había ahí en la colonia, que hay bastantes, para que la gente pudiera tener agua. En segundo lugar y dado que en Río Balsas pasaba una red importante de distribución de línea de luz, nos colgamos con venia de la CFE. Trasladamos la luz del río Balsas a nuestra calle Pachuca, unos 160 metros, y de ahí empezamos a proporcionar luz a los vecinos. Empezamos a hacer labores de trabajo todos, casa por casa. Con la gente se hicieron hasta cocinas. Sacamos estufas de restaurantes, pero el objetivo era que la gente permaneciera en nuestra calle, junto con los de la Acatlán. Es decir, a los tres días del Paulina ya teníamos agua. Yo tuve la fortuna de hablar con mis hermanos y amigos de Cuernavaca, y a los cuatro días ya teníamos ayuda externa. La gente de El Barzón de mi barrio en Morelos (Cuernavaca), mandaron despensas pero de verdura. Queríamos verdura, ya no latas ni nada y nos mandaron garrafones de agua potable, un camión”. 

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“Hasta quince días después llegaron las autoridades. No se habían presentado. Angel Aguirre, el gobernador, y Carlos Ruiz Sacristán, el secretario de Comunicaciones, se encontraban en Río Balsas revisando lo de la instalación eléctrica. Hasta que en la cocina se dieron cuenta de que estaba ahí y los obligaron a ir al barrio. Ahí en nuestra calle tuvimos la oportunidad de platicar. Recuerdo que Arturo Solís, que estaba en RTG, se quedó desconcertado, junto con el gobernador, al ver la forma en que estaba organizado mi barrio, con unas mantas bien simbólicas, “aquí no somos limosneros, no queremos despensas”. La gente se rehusó a recibir despensas y agua, porque querían otro tipo de trato. Recuerdo que cuando llegó el gobernador se sorprendió porque había un gran anuncio: “Baños y lavandería Paulina”, donde todos los vecinos iban a lavar. Teníamos a la mano tres pozos artesianos y había otros conocidos que iban a lavar ropa hasta ahí. Se desarrolló mucha camaradería entre los compañeros. Nosotros no fuimos a las reuniones (de damnificados). El propio René Juárez (secretario de Planeación estatal) tuvo que estar ahí para entregar material a la gente, sobre todo material”. 

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“Yo a título personal me traté de explicar qué pasó. Cuando empezamos a indagar nos damos cuenta que el puente de la avenida Constituyentes, a la altura en donde estaba la iglesia, lo único que permitía era el paso de agua filtrada. Porque al lado de todo el puente y en sentido contrario a como baja el agua del río el Camarón, pasaban todas las redes de agua drenaje, de agua potable, de teléfonos, de todo. Entonces era una red. Estaba bien pensado, pero siempre y cuando se les hubiera dado mantenimiento a las presas gavión, pero nunca se les dio. Toda la infraestructura hidráulica quedó desecha. Por otro lado las autoridades permitieron que se desviaran los cauces de los ríos, permitieron por ejemplo que la Casa de la Sagrada Familia se construyera con pilotes sobre el lecho del rió del Camarón. Permitieron que tanto las propiedades del Río Balsas, la de Maricela Terrazas, como la de Maricela Ruiz Massieu (ambas de familias políticas), construyeran sobre las guarniciones del río el Camarón. O sea, les valió gorro. Propiamente era una válvula de escape. El río tuvo que buscar su cauce y lo encontró por otro lado, donde no tenía nada que hacer, en la parte baja entre Actopan y Acatlán, cuando no pasaba por ahí, el río pasa a cien metros. Pero todo eso derivado de negligencias y de falta de una política urbana, y lo siguen haciendo. No hay ningún respeto por los cauces naturales de los ríos”. 

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“Yo creo que el Paulina cambió la mentalidad de los acapulqueño. Para empezar, siempre nos vendieron la idea de que dadas las características de la bahía de Acapulco aquí no entraba un ciclón, eso se rompió. Nos demostró que Acapulco al igual que todos los lugares de costa, a pesar de esta corteza de cerro, es un lugar vulnerable a un huracán. Antes nos habían vendido la idea o nos la habíamos hecho de que aquí era imposible que pasara algo. Segundo, creo que esto trajo como consecuencia que se empezara a desarrollar lo que es una cultura de protección civil, pero sobre todo un detalle que es un sentido de vulnerabilidad, o sea el acapulqueño antes del Paulina y después del Paulina ya llueve y automáticamente le viene a la memoria Paulina, o sea cree que puede pasar algo. Ahora, hay que reconocer, la infraestructura hidráulica, puede uno ver el río del Camarón, el río de Ejido, creo que hoy las condiciones de los ríos son apropiadas. No voy a decir que no pueda pasar algo como Paulina, que no vaya a haber desgracias. Sí va a haber desgracias, pero no en las mismas proporciones”. 

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“Hay un detalle que pareciera que la gente no aprende. Seguimos poblando zonas. Aquí hay algo que no sé por qué nunca se ha cuestionado, que de manera perversa los lugares donde más hubo víctimas son aquellos que fueron dados principalmente por motivos políticos en 1989. Estamos hablando de la Generación 2000, Palma Sola Fovisste, la Lombardo Toledano y otras colonias sobre todo sobre calzada Pie de la Cuesta. Todas esas colonias fueron otorgadas después de 1988, como una forma de desmembrar al Frente Democrático Nacional y después al PRD. Todas las entregó el entonces gobernador José Francisco Ruiz Massieu y fue donde más víctimas hubo, porque ni las viejas invasiones de tierra  de hace 50 años, no eran tan pendejos, sabían que no eran zonas susceptibles de ser habitadas. Yo digo que esto es lo peor, se siguen habitando en estos lugares, y esas gentes no tienen ninguna defensa. El casco urbano de la ciudad, colonias como La Progreso, ya tienen resuelto su problema de seguridad pluvial,. Los lugares que aportaron el mayor número de muertos no, ni se va a resolver esto, y componer un cerro de esos implica inversiones millonarias que sólo puede hacer la gente de Las Brisas”. 

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“Hace siete años Acapulco recibió una solidaridad nacional e internacional que desafortunadamente no se ha correspondido con la actitud de los acapulqueños. Al año siguiente por ejemplo pasaba lo de El Charco (la matanza de indígenas en Ayutla) y han pasado muchas desgracias y fíjate que los acapulqueños no hemos correspondido a la solidaridad que nos proporcionaron. Yo recuerdo ahí en mi barrio las brigadas de jóvenes del Politécnico, de la UNAM, infinidad de brigadas de jóvenes de todas las universidades públicas y privadas del país vinieron a aportar su trabajo y la verdad es que nosotros como sociedad acapulqueña muy poco hemos apartado a las desgracias que han sucedido en el país. Estamos viendo lo que pasó en Chilpancingo, en Petaquillas (una tromba), y difícilmente vemos que un grupo de ciudadanos se hayan organizado para pensar qué les podemos proporcionar, y ya por no decir el centro de la República. Los acapulqueños, y no sólo los acapulqueños, el ciudadano común, sino las autoridades acapulqueñas debiera promover la posibilidad de que nosotros debiéramos corresponder a la solidaridad que se nos otorgó hace siete años. No hemos hecho nada”.

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