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Durante 8 horas 500 personas de la Santa Cecilia vivieron con la muerte al lado

 Aurelio Peláez (Segunda de cuatro partes) * Entre los habitantes de las colonias de las partes altas, había la idea de que las casas, los espacios habitacionales, eran protegidos de los vientos de los huracanes por la misma cortina de cerros que conforman el anfiteatro. No había por lo tanto una cultura de la protección civil.

El 9 de octubre los habitantes fueron despertados por el estruendo de la lluvia y de los ríos y arroyos crecidos por el paso del huracán Paulina. Y lo vivieron, alejados además de cualquier posibilidad de apoyo de los cuerpos de emergencia y de atención para casos de desastre ubicados en el área urbana.

Allá por la Santa Cecilia, en la parte alta, hubo decenas de familias que murieron, aunque para otras, afortunadamente, solo vivieron el susto de sus vidas.

José Max Ramírez Abarca, músico. Habitante de la colonia Santa Cecilia

“Nosotros creímos que la tormenta que venía era normal, como otras. Uno no espera una cosa así que digamos algo trágico. Uno siempre dice ‘no, que Acapulco no tiene problemas, el huracán siempre se compone de vientos muy fuertes, entonces siempre es protegido por los cerros’, esa era la situación. Y sí pues, había salido en la radio, pero no hablaba de algo de esa magnitud. Por eso uno se confía porque dice ‘no ha pasado nada en Acapulco’. Por ejemplo mis papás que tienen 60 años en Acapulco nunca había habido una situación así”.

“Acá donde vivimos las casas son de material, algunos con 25 o 30 años viviendo ahí. Yo tengo como 14 años viviendo ahí. En la noche nos fuimos a dormir tranquilos”.

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“Todo empezó a las 5 de la mañana. A las 5 en punto, porque yo tenía dos relojes de pared. Entonces estuvimos desde las 5 de la mañana hasta la 1 de la tarde atrapados entre dos ríos, cuando nos vinieron a rescatar. Fueron siete, ocho horas de infierno, estar viviendo con la muerte al lado. O sea, quedamos en medio del arroyo y de la calle, pero la calle era un río. O sea que el río venía directamente de frente, no se desvió y agarró la calle. El puente era pequeño y se tapó todo, el río se vino y toda la calle la destrozó, hizo abismos de siete, ocho metros, diez metros. La manzana que quedó atrapada llega hasta la colonia Pueblo Nuevo. Ahí me imagino que quedamos unas 500 personas y quedamos todos incomunicados, pidiendo auxilio, gritando, llorando, desesperados porque no se podía hacer nada, porque no te podías pasar (los ríos). Cuando ya empezó a esclarecer toda la gente del cerro del frente quería darnos ayuda, tiraban reatas y no alcanzaban a llegar y al momento que llegaban al río la misma fuerza del agua las rompía. Olía mucho a pólvora, por el golpe de las piedras. Se cree que la magnitud de la fuerza del río era de 700 a mil kilómetros por hora, era muy fuerte. Nosotros nos subimos a la loza, estuvimos esperando con miedo a que subiera más o se llevara la casa porque pareciera que estuviéramos en un terremoto, por los golpes de las piedras, no se podía salir porque había agua por los dos lados”.

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“A las casas de frente el arroyo las dejó volando. Ya cuando se bajó todo nada más quedamos con las casas volando. Como a las 2 de la tarde empezó a bajar al río. Ya entonces nos sacaron. Más que nada el apoyo fue de los mismos vecinos, porque los soldados lo más que hicieron fue vigilar y nunca ayudaron a quitar la tierra el lodo de las casas. Por ejemplo mi casa quedó de dos metros 30 centímetros de lodo y el agua pasaba por encima de la loza. Mi tercer vecino no tenía loza. Cuando el río se llevó su casa al señor lo golpeó una piedra y lo mató. Ahí quedó porque lo alcanzó a agarrar su hijo, lo amarraron. También hubo un derrumbe en una casa enfrente, y ahí quedaron dos niñas. Las anduvieron buscando en la playa, todo lo que es el río y después de un mes las encontraron, estaban ahí mismo, en descomposición, bajo la tierra. A la mamá le dieron una casita en (el centro habitacional) Plácido Domingo. Creo que tiene más hijos, pero yo nada más conocí a las dos niñas porque eran amigas de mis hijas”.

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“Después de que pasó la situación, le tienes que dar valor a las personas que perdieron vidas, familiares, sicológicamente apoyarlos y también ayudarlos. Yo sé algo de medicina y estaba ahí ayudándolos, inyectándolos, pero la verdad que fue una experiencia terrible. Después el gobierno rehizo la calle, se movilizaron bien, pero en cuestión de apoyo no. Yo perdí en ese tiempo 800 mil pesos, de equipo en una tienda, pero apenas nos ayudaron para remodelar un poquito el frente con 6 mil 500 pesos, es la única ayuda. Cada quien hizo como pudo. A mí no me ayudaron ni a sacar el lodo. En esos instantes hay gente que no sufre el problema directamente y fue la que más y son las más beneficiadas, porque tienen tiempo de andar buscando la manera de a ver qué le sacan al gobierno. Los líderes decían, ‘vamos acá para que te ayuden’, pero no los acompañé”.

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“Mi casa tiene cinco recámaras, tres baños. Estuve casi cinco meses quitando el lodo. Son 380 metros de extensión. Me pidieron donar mi terreno para el gobierno y a cambio ‘te damos una casita allá, en la Plácido Domingo’, pero no acepté. Mi casa valía entonces como 350 mil pesos. Cómo es posible irme a vivir para El Quemado, aquí ya nos conocemos. Aquí tengo mi negocio y allá iba a vivir con personas que no conozco. Yo no acepté una casita. Para el nivel de vida que lleva uno, con sacrificio, con trabajo busca la manera de vivir un poquito mejor. De irse para allá el problema es que uno no conoce, no sabe con qué gente te va a tocar y en la colonia nadie aceptó”.

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“Para nosotros fue una cosa muy difícil, fue una gran impresión para mi esposa, mis hijas, dos niñas, mi esposa y yo. Ahorita ya somos cinco. Ahora cuando empieza a llover fuerte nos salimos. Si ya vemos que la presa está comenzando a desbordarse, agarro a mi familia  y nos vamos con mi hermano, un familiar y hasta que pase, pues la verdad ya no es la misma confianza y la situación de que se viene el agua fuerte y ya está la presa desbordando y uno esperando va a venir Protección Civil, no vienen. Para mí no funciona eso”.

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“Para mí lo del Paulina fue una experiencia muy fuerte, pero la verdad uno tiene que trabajar más. Yo no me he superado económicamente ni mentalmente, es la verdad. Todo lo que había trabajado en 25 años ni modo, pero mi familia y yo estamos disfrutando de la vida. Sicológicamente uno no se va a reponer, pero cuando menos te queda la experiencia, no te confías”.

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