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Saca el artesano Martín Hernández los secretos del generoso bambú

 Xavier Rosado * Del arte chino de trabajar el bambú para hacer piezas de artesanía toma las ideas Martín Hernández Casanova para crear diversos objetos ornamentados con la técnica del pirograbado.

Desde un pequeño cuadro con un pensamiento o una frase célebre, hasta un enorme vaso cervecero, son los productos que elabora este artesano con la destreza de un carpintero y con el talento de un dibujante.

Todos los días se le encuentra por las tardes en la casa de la cultura, donde exhibe su trabajo en una pequeña mesa. Durante las mañanas trabaja para el gobierno del estado adscrito al centro de convenciones.

Dice que comenzó a trabajar la madera y el bambú desde 1989, y su motivación más que nada, fue sacar un dinerito extra para su familia, ya que el trabajo en la burocracia, no deja para mucho.

“De plano fue la necesidad de hacer algo, de trabajar por mi cuenta, porque ya ve que el salario del gobierno es medio bajo y pues yo comencé a buscar otros medios y aquí en la casa de la cultura, llegó un señor, no me acuerdo de su nombre, a dar un taller de pirograbado y yo aprendí con él la técnica”, recordó.

Explicó que desde hace siete años pone su mesa en la casa de la cultura, donde exhibe sus productos para los turistas.

Alhajeros, ceniceros, llaveritos de a 15 pesos, portalápices, cuadritos con mensajes y portaplumas, servilleteros, vasos y bases para arreglos florales, el bambú es planta fiel y pródiga para todas estas creaciones que se les añade el toque original con la pluma del pirógrafo.

“Tiene diferentes puntas que le dan forma lo que se quema en la madera, curvas, planas, anchas, con esas se puede dibujar prácticamente todo lo que se quiera”, explicó el artesano. 

¿Le ponemos su recuerdo joven? 

Con su pluma plasma sobre la madera dibujos de flores, marcos para los cuadros, logotipos, paisajes del mar, signos del zodiaco, hipocampos, tiburones, peces, una playa con sus rocas, íconos de la mitología prehispánica y sobre todo: frases célebres, poemas y el nombre de Acapulco. 

¿Cómo es la amistad?

Es como la brisa del amanecer

Como el pan fresco de cada día

Es dulce como las uvas maduras

Tierna como el rostro infantil

Es tan firme como el amor

Porque el amor sin amistad

Te desgasta. 

Escritos como éste forman parte del sencillo acervo cultural de Martín, quien con su pluma, incluso, hace complacencias a los clientes.

–¿Le ponemos su recuerdo joven? –le dice a un par de turistas que se detienen a leer las inscripciones en sus cuadritos, pero sólo observan y se retiran. Después llegan un par de señoras de León y le hacen varios encargos dirigidos a sus parientes.

“Ay, pero déjemelo más barato oiga, le vamos a comprar muchos”, exclama la visitante, sin dar mucho valor al trabajo de Martín.

El artesano se afana para dar gusto a las exigentes y regateadoras clientas, va a su área de taller, donde corta los cuadritos de triplay y sus soportes con una segueta de arco. 

El pródigo, generoso y flexible bambú 

“Hay que cortarlo fresco el bambú y luego dejarlo secar unos tres o cuatro días para que se seque, uno sabe que ya se secó porque se pone amarillo. Luego hay que lijarlo muy bien hasta que quede lisito, ya que está tersa la superficie, se hace el dibujo con lápiz, a mano o lo calcamos con papel albanene, eso cuando hay que hacer varios iguales y hay que seguir un patrón”, explicó.

Dijo que el bambú es un árbol muy generoso que crece prácticamente en todas partes, aunque es particular de las zonas tropicales.

“Es muy duro si se corta en forma horizontal, pero si se le hace un corte vertical, es decir de arriba abajo, se corta casi como cuchillo en mantequilla, la ventaja que tiene es que está dividido en secciones, lo que te permite hacer muchas cosas, por ejemplo, yo lo corto justo debajo de donde comienza un nuevo hueco, para usar el fondo”, detalló.

Cuando no es posible utilizar el fondo, Martín confecciona bases de madera de triplay para los alhajeros.

En cuanto a la técnica del acabado de sus artesanías abundó: “el pirograbado consiste en darle las tonalidades al motivo que se dibuje, hay que sombrearlo, hacer el fondo primero y luego darle la forma y el color por medio de las sombras y una vez que se quema el bambú, ya nunca se borra”.

Después de plasmar el dibujo o frase, viene el proceso de barnizado y secado, que para que quede bien firme, debe durar unas cuatro o cinco horas.

“El cliente es el que te va diciendo qué es lo que más le gusta, casi siempre me compran dibujos con el mar, pero lo que más se vende son los recuerditos con el nombre y las frases y pues eso es lo que más hago”, explicó.

 

Un negocio de temporada

 

“A nosotros nos va bien, como a todos aquí en Acapulco, en las temporadas de vacaciones, en un buen día llego a sacar hasta 500 pesos, pero es nada más cuando hay turistas, porque luego, en los días malos, casi siempre me voy en blanco, ahí de vez en cuando llego a sacar 30 o 50 pesos. Es una actividad para las temporadas, nada más, como toda la artesanía”

Dijo que los vasos es su producto más caro, los da a 50 pesos, los alhajeros a 40, los ceniceros, portalápices y cuadritos a 30.

“Cada día trato de hacer algo nuevo para que el cliente vea cosas diferentes, que se le hagan atractivas. Yo también tengo aquí mis libros para que de ahí tengan para escoger sus frases o sus poemas, pero casi siempre ellos traen sus propias frases”.

Y efectivamente, mientras hablaba llegó un señor de Toluca a encargarle un cuadro con una bendición para los alimentos que ya traía escrita, le dio a escoger el marco y luego se abocó a hacerle su cuadro, para recoger sus pertenencias alrededor de las nueve en temporada baja y a medianoche en vacaciones.

 

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