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Humberto Musacchio

Atencazo en Morelia; vuelve Díaz Ordaz

Incapaz de escuchar a los jóvenes e ignorante de sus razones y sus demandas, Fausto Vallejo, el “gobernador” priista de Michoacán, soltó a sus perros de presa para que golpearan, vejaran y detuvieran a más de 200 estudiantes cuyo delito es exigir mínimas condiciones para su desarrollo escolar.
Desde hace tiempo, los alumnos de la Universidad Nicolaíta que habitan en casas del estudiante demandan una elevación del mísero subsidio que reciben y quieren apoyo para los viajes que, como parte de carrera, deben realizar. Como es explicable, se trata de muchachos de pocos recursos, en muchos casos hijos de familias campesinas que ven en la universidad la única vía para salir de la miseria.
Lo que piden esos jóvenes nada tiene de extraordinario, pero el rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Salvador Jara Guerrero, está chapado a la antigua, en los viejos modos del priato, y es un convencido de que la letra con sangre entra, como lo prueba su apoyo a la violencia desatada por el “gobernador”.
Los jóvenes se enfrentaron a la cerrazón autoritaria porque se trataba de exasperarlos para que las autoridades pudieran acusarlos de faltar al orden. De ahí la interesada sordera del rector y la fingida indiferencia del inepto mandatario estatal, que de esa manera empujaban a los estudiantes a realizar actos desesperados o, algo peor, a ser víctimas de la provocación de personas ajenas a la institución educativa, que es precisamente lo que sostienen representantes gubernamentales y el rector.
Por supuesto, tras de reprimir a los muchachos, había que “justificar” la golpiza. Como en los viejos tiempos, las autoridades insisten en que los jóvenes eran manipulados por gente ajena a la Universidad y al estado. Para el caso, entre los consignados se insiste en que uno es veracruzano, otro del estado de México y uno más de Guanajuato, como si eso los hiciera menos mexicanos y como si no contaran con inscripción vigente en la Nicolaíta.
Son 13 los consignados, a quienes se ha dado trato de peligrosos delincuentes y se les mantiene encarcelados en el penal de alta seguridad que simbólicamente lleva el nombre de David Franco Rodríguez, quien fuera de 1964 a 1973 subprocurador general de la República, perrunamente fiel al multihomicida Gustavo Díaz Ordaz y a su compinche, Luis Echeverría Álvarez, el que ordenó el crimen masivo del 10 de junio de 1971 y la guerra sucia contra la guerrilla.
Para conocer la raíz priista de un gobernante mexicano basta con verlo actuar ante una protesta juvenil y, en general, ante todo movimiento social. Importa muy poco si, como en Guerrero, llegó al poder apoyado por otro partido. Tienen un odio animal por todo lo que se manifiesta de manera independiente, como lo demostró Enrique Peña Nieto ante los pobladores de Atenco, pues luego de mostrarse sordo a sus demandas desató contra ellos una represión brutal, con numerosos lesionados, violaciones, robos en casa habitación y toda clase de tropelías.
Lo de Morelia no es más que la reedición de la misma película. El PRI está impedido de manera congénita para responder a los movimientos sociales con los recursos propios de la política. Una y otra vez los gobernantes priistas sacan el revólver cuando escuchan la palabra democracia.
Pero no será la violencia de Fausto Vallejo –a quien ya salió a respaldar el PAN michoacano– lo que detenga a los universitarios, los que ya están en plena resistencia con apoyo popular. Se necesita algo más que macanas para doblegar a quienes buscan justicia.

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