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Cafeticultura: cuatro años de crisis y no se ve salida a corto plazo

 Arturo Martínez Núñez, especial para El Sur, Cartagena, Colombia Hoy comienza en Cartagena, Colombia, la 89 sesión del Consejo de la Organización Internacional del Café (OIC) que además cumple su 40 aniversario. Nunca en la historia de la cafeticultura mundial la situación había sido tan desesperante. La crisis mundial de precios está ya en su cuarto año y lo peor es que no se vislumbra una solución en el corto plazo.

La reunión de esta semana será sumamente importante al decidir la estrategia que seguirá la comunidad de países productores del aromático para intentar revertir la difícil situación que amenaza con sumir en la miseria a más de 125 millones de familias alrededor del mundo.

La presencia de los presidentes de Colombia, de Brasil y de Honduras (representando a todo Centroamérica) reafirma el nivel del encuentro al que asisten más de 500 delegados de todo el mundo.

El tamaño del problema es tal, que una de las estrategias que se manejan para presionar a los países compradores, es denunciarlos ante los más altos organismos internacionales por su posible responsabilidad ante el colapso que se podría venir y el peligro de que desaparezca la cafeticultura en un lapso de 15 años.

El director ejecutivo de la OIC, Néstor Uribe, ha advertido: “La industria y el sector productor pueden trabajar conjuntamente de manera que se garanticen los ingresos remunerativos para los cultivadores, porque de lo contrario en 15 años este negocio desaparece”.

El gerente de la antes poderosísima y admirada Federación Nacional de Cafeteros de Colombia ha dicho: “Los productores estamos todos en un nivel de desespero que si no hay soluciones, va a ser inevitable que se transite a una agenda de radicalidad que no es conveniente ni para la industria ni para la política internacional”. ¿Amenaza? No. Es una simple advertencia, pero desde luego que a nadie le conviene revolver el tejido social de países como los centroamericanos, México, Colombia y Brasil, para sólo mencionar a los del área.

Según Silva, de no ser escuchados los clamores, es muy probable que a la vuelta de unos pocos años, de los 60 países que se dedican al cultivo del grano en el mundo, tan sólo queden dos o tres, con consecuencias sociales como el aumento de las siembras de cultivos ilícitos, la inmigración ilegal hacia las naciones más ricas y el aumento de los cinturones de pobreza en el campo y en los centros urbanos de ciudades de Latinoamérica, África y Asia.

Las soluciones que se proponen son varias: Controlar la calidad de las exportaciones, para que el mercado deje de estar inundado del llamado café basura. Este mecanismo funcionaría correctamente sólo si Estados Unidos se compromete a endurecer sus normas comerciales evitando la compra de cafés baratos producidos por debajo del coste de producción.

Se propone también controlar el crecimiento del sector, apoyando la reconversión productiva de todas aquellas plantaciones que no garanticen la máxima calidad. Desde luego que los países productores tienen parte de la culpa, principalmente en lo relativo al consumo interno que en casos como el mexicano, es verdaderamente ridículo.

Es necesario convencer a Estados Unidos de que regresen a la OIC, de la que salieron en 1989 tras la ruptura del Pacto Internacional de Cuotas del Café.

México también salió en ese momento de la Organización y en nuestro caso es de extrema urgencia que volvamos a participar. No podemos seguir reclamando por un lado el multilateralismo y por el otro permanecer al margen de instancias como la OIC.

Alguna vez jugamos el papel de esquiroles, pero hoy más que nunca, debemos jugar el papel estelar y no el de simples comparsas.

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