Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

* El líder Campesino

Era mucho de romanticismo lo que ocupaba el ánimo universitario por la revolución en la segunda mitad de los setentas.
Pedro cumplía entusiasmado la tarea de organizar la comisión guerrerense que viajaría hasta Sonora al encuentro campesino en los valles del Yaqui y del Mayo que convocaba la Coalición de Ejidos en aquel estado como pioneros en la creación de empresas rurales.
En las vacaciones de la UAM Pedro viajaba desde la ciudad de México a la Costa Grande para subir luego a la sierra de Técpan donde se desarrollaba un trabajo organizativo como parte de las tareas políticas del PMT, con el dirigente campesino Anacleto Ramos Ramírez, salido recientemente de la clandestinidad, cuya personalidad y elocuencia impactó en el ambiente universitario.
Pedro y sus compañeros de la universidad admiraban el liderazgo de Anacleto Ramos cuyo historial le adjudicaba la negociación con el presidente Luis Echeverría para que cesaran las agresiones del Ejército a los pobladores de la sierra, como secuela del combate a la guerrilla de Lucio Cabañas, luego de una larga caminata evadiendo los retenes del ejército.
Como el viaje a Sonora era largo y costoso se había determinado que los delegados fueran escogidos entre los mejores cuadros de cada núcleo organizado quienes por sus propios medios debían llegar hasta el puerto de Zihuatanejo, elegido como sede regional y punto de partida del autobús fletado para ése fin.
Cuenta Pedro que cuando recogió al delegado que venía en representación de la sierra de Técpan le causó una buena impresión porque era un muchacho joven, de carácter reservado y en cuya figura quiso ver el sufrimiento y la abnegación de los campesinos, quienes a pesar de su pobreza mantienen en alto su espíritu de lucha.
Relató Pedro que en cuanto abordaron el autobús, Ezequiel, que así se llamaba  el campesino que venía de Técpan, muy a propósito fue a sentarse alejado de los demás delegados y que cuando él se dirigía a pedirle que se acercara con los demás pasajeros, se contuvo al mirar que Ezequiel sacaba de su mochila un libro que de inmediato se puso a leer.
Pedro quedó admirado imaginándose que el libro que leía Ezequiel versaría sobre los temas a discutir en aquel encuentro campesino que se avecinaba, y casi con veneración procuró no molestarlo durante el camino pensando que más tarde habría tiempo de buscar un mayor acercamiento y mejor se unió al relajo de los otros delegados que procedían de las cooperativas salineras, de los ejidos ganaderos y de los grupos de pescadores.
Así pasó la noche en ése viaje en el que cada quien se acomodó en su asiento lo mejor que pudo para dormir mientras el autobús seguía su marcha.
A la mañana siguiente ya iban por Santiago Compostela en Nayarit y como Pedro consensaba entre los viajeros la posibilidad de que el autobús hiciera un descanso para almorzar, se dirigió al asiento de Ezequiel quien seguía embebido en su libro  de lectura, lo que provocó en Pedro mayor admiración porque dice que hasta creyó ver en la portada del libro que se trataba de un ejemplar del Manifiesto del Partido Comunista.
De todos modos lo interrumpió para comentarle que se bajarían del autobús para el almuerzo, al tiempo que hacía planes para hacerle compañía después del descanso, pensando en una buena charla sobre marxismo en lo que restaba del camino.
Más relajado Ezequiel almorzó con los demás y pronto regresó al autobús para ocupar su lugar, se sentó, abrió la ventanilla y se puso a admirar a los grupos de muchachas que pasaban por la calle mientras Pedro, a distancia, lo veía complacido pensando en el futuro brillante de aquel cuadro político formado bajo la tradición bolchevique.
Habiendo almorzado, con más decisión, Pedro se encaminó hasta el asiento del que consideraba un cuadro campesino modelo, quien distraído por lo que pasaba en la calle se había enfrascado en una discusión con un par de jóvenes que se sintieron obligados a defender la honra de las muchachas a las que Ezequiel habría dicho algún piropo.
-¡Bájate del camión pinche puto!, le gritaban.
Entonces Cheque les respondió retadoramente con la clásica seña obscena que se hace con el brazo derecho extendido torciendo la muñeca en sentido contrario a las manecillas del reloj, mientras los dedos se contraen sin llegar a ser un puño porque con el hueco formado por los dedos pulgar e índice semejas el cañón del arma con la que quisieras disparar el proyectil  dirigido hacia ellos.
Cuando eso sucedía ya Pedro estaba junto al asiento de Cheque, presto para sentarse y hacerle compañía pensando en la manera de iniciar la plática  sobre el brillante texto escrito por Carlos Marx que nuestro amigo creyó ver en las manos del campesino.
Pero se contuvo al instante cuando al levantar el libro del asiento con el que Cheque se había desvelado la noche anterior, leyó el título que lo desconcertó y lo volvió de inmediato a la realidad: era un ejemplar de El Libro Vaquero, Duelo al Amanecer.

La Liga

En la década de los setenta  la pregunta que más reiteradamente trataba de responderme desde mi joven militancia, era sobre el por qué de la atomización de la izquierda, pues me resultaba irónico que mientras  en su discurso los dirigentes hablaran de la necesaria unidad para avanzar, en los hechos cada quien defendiera su pequeña parcela de poder.
Me abrumaba la cantidad de organizaciones que decían luchar por los mismos ideales sin que nadie diera pasos firmes para la unidad.
Por eso me pareció lo más natural apoyar en lo que nos pedían los compañeros que nos facilitaron su mimeógrafo para un tiraje de volantes que repartiríamos en el desfile del Primero de Mayo de 1976 en el zócalo de la ciudad de México.
Nos habíamos dado cita en el cuarto de azotea que tenían como taller y vivienda  en un viejo edificio de Bucareli.
Cuando terminamos de imprimir nuestra propaganda en su mimeógrafo nos pidieron si podíamos ayudarles con la difusión de un volante que nos darían en la mañana del día del desfile, a lo que respondí que sí, que con mucho gusto.
Cuando en la reunión de nuestro comité delegacional del PMT informé del compromiso adquirido, mis compañeros me cuestionaron sobre el nombre de la organización y el contenido del volante.
Como no supe responder acordamos condicionar nuestro apoyo hasta estar seguros de que el contenido de su propaganda no nos comprometía.
Al otro día, primero de mayo, los compas llegaron puntualmente al lugar de la cita con los volantes para repartir, permitiéndonos leer su contenido.
Cuando leímos el volante les respondimos que era imposible nuestro apoyo porque nos comprometía.
El volante lo firmaba una célula de la Liga Comunista 23 de Septiembre y en él se convocaba al pueblo a las armas proveyéndoselas cada quien mediante el ataque a los policías para desarmarlos.
Cuando en una reunión posterior comentamos las consecuencias que podía haber tenido nuestra solidaridad con la Liga me quedó claro que las diferencias entre las organizaciones de izquierda tienen que ver con su táctica y su estrategia con miras a la toma del poder.

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