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“¡A este déjalo, ya está muerto!”, gritaban unos jóvenes en la balacera del miércoles en Chilapa, relatan

*Persiste la incertidumbre. Reabren los negocios del centro pero cierran a las tres de la tarde

Redacción

“Chilapa es tierra de nadie; tenemos que vivir en esta incertidumbre”, dijeron vecinos a tres días de la balacera del miércoles por la noche en el centro de la ciudad y en medio de la zozobra que persiste a pesar de la presencia militar.
Desde los primeros minutos del martes 8 y hasta las últimas horas del miércoles en la zona rural y en diferentes puntos de la cabecera de Chilapa, incluido el centro de la ciudad, se suscitaron enfrentamientos entre sicarios del crimen organizado y fuerzas estatales que dejaron un saldo de 14 personas muertas, entre civiles armados, taxistas y un policía estatal, así como decenas de heridos.
Posterior a estos hechos violentos, se ha vivido una psicosis y se ha declarado un toque de queda virtual entre la ciudadanía.
“Nunca se había dado algo de está dimensión, Chilapa se convirtió en un escenario de guerra, los balazos no conocen las garantías individuales”, relataron testigos.
A unos días de los enfrentamientos y de un pánico colectivo que rebasó a las autoridades, el sábado por la mañana los negocios abrieron de manera normal, hubo clientela y trabajo, pero la mayoría cerró después de las tres de la tarde.
Durante mediodía, en el jardín y plaza central, ciudadanos y familias salieron, caminaron, descansaron y platicaron sin aparente miedo; transportistas, automóviles particulares, motociclistas y bicitaxis circularon de manera fluida.
Los conductores de taxi del servicio local trabajaron con normalidad, a pesar de que la madrugada del martes dos de sus compañeros fueron víctimas del primer enfrentamiento en la periferia.
Los militares y policías estatales continuaron instalados en sus puntos de revisión en las entradas al poblado y recorrieron sus calles aparatosamente.
No obstante, persiste la inquietud entre los comerciantes del primer cuadro. Dijeron que el viernes cerraron sus cortinas porque ya no había a quién venderle, ya no había gente en las calles. Ayer, dijeron, valorarían hacer lo mismo en caso de que no hubiera clientela.
“El jueves como a las 12 y media (del día) le avisé al encargado que iba a cerrar el negocio, cuando comenzó el desmadre”, comentó el trabajador de una de las muchas farmacias del primer cuadro de la ciudad cuando el jueves escuchó “dos disparos de bajo calibre”.
“La gente está saliendo más que ayer (viernes), ella misma dice que se siente un poco más segura por la presencia de la policía (estatal) y pues aunque no queramos, tenemos que realizar nuestras actividades, en la tarde estamos viendo la posibilidad de cerrar”, comentó otro comerciante.
“Hoy (ayer sábado) se ve más movimiento, pero la cosa estará tranquila hasta que los militares estén aquí, cuando se vayan todo va a volver a ser igual, no nos podemos confiar”, dijo un transeúnte.
El jueves, la psicosis que se desató en el centro de la ciudad llegó hasta el Mercado Nuevo, sobre el bulevar Eucaría Apreza, al otro lado de la ciudad. Ahí comenzó a difundirse que había un nuevo tiroteo; los comerciantes, marchantes y los comensales que estaban el área de comida ambulante formaron una estampida humana y corrieron a refugiarse a las tiendas, escuelas  y oficinas del sector educativo.
Ese mismo jueves al mediodía, en el auditorio municipal, un Preescolar clausuraba su ciclo. Maestros, padres de familia, alumnos e invitados, se arrinconaron. Se concluyó de inmediato el acto y el orador pidió a los presentes que recogieran a sus hijos y que se fueran directo a sus casas.
También se corrió la versión de que había disparos en el Hospital General, lo que orilló a que los negocios cerraran de inmediato y que todos corrieran a salvaguardarse; a la una de la tarde en el centro no había ni una sola persona en la calle.
“Fue un toque de queda que jamás se había visto, pero nunca hubo ninguna detonación, disparos, nada, ya había presencia de militares y de la policía del estado desde el miércoles”, dijo un locatario.
Un día antes, el miércoles por la noche, un vecino del centro de la ciudad se encontraba en el primer piso de su casa cuando a las 8:30 de la noche comenzaron los estruendos, las ráfagas de armas de alto calibre. De inmediato, relató, apagó sus luces; lo mismo hicieron todos los vecinos, la gente comenzó a correr desesperada y los negocios cerraron sus cortinas.
La balacera se dio sobre un tramo de la avenida Insurgentes a la altura del Ministerio Público, frente a una universidad privada y se extendió a los costados, al poniente de la ciudad y a la altura de un antiguo edificio conocido como Casa Hogar.
Luego de apagar la luz, continuó el testigo, se acercó a la ventana desde donde escuchó a unos jóvenes gritar: “¡A este déjalo, ya está muerto!”.
En calles aledañas se escuchaba: “¡hijos de su puta madre, se los va a cargar la chingada!”.
La batalla duró más de una hora y aún como las 10:30 de la noche, se escucharon detonaciones aisladas y pausadas.
“Fue una noche tensa, aunque me preparé unos huevitos con frijolitos no pude cenar, el hambre se me fue, el sueño también”, relató uno de los habitantes.
“Nunca se había dado algo de esta dimensión, (Chilapa) se convirtió en un escenario de guerra, los balazos no conocen las garantías individuales”, dijo.
Otro vecino de esas calles céntricas que fue testigo de esas “horas de infierno” consideró que “Chilapa es tierra de nadie”, ya que “nadie puede garantizar nada, nadie te puede garantizar la vida, nadie sabe quién gobierna”
La noche del miércoles, a maestros, alumnos y padres de familia que se encontraban en el colegio Carrillo Cárdenas, también en el centro de la ciudad, se les permitió pernoctar en las instalaciones de esa escuela por no haber seguridad de transitar, además de que las lámparas del centro fueron apagadas.
“La incertidumbre va a seguir, esta forma de vida va a continuar, tenemos que vivir en esta incertidumbre, el presidente (Francisco Javier García González) ya lo dijo y está claro que no pueda garantizar nuestra seguridad”, dijo.
Ese miércoles, minutos antes del tiroteo, el alcalde Francisco Javier García González, difundió un primer comunicado donde clamó al gobernador Ángel Aguirre “su oportuna intervención y ser el vínculo con el gobierno federal, para dar pronta solución a estos brotes de violencia” y acusó a los medios de comunicación de promover “pánico y zozobra en la ciudadanía, y hacer ver a Chilapa como un escenario de guerra”.
Después de dos días del toque de queda que han impuesto los ciudadanos, el alcalde y el gobernador han negado que exista esa medida de precaución.

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