Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tamales o hamburguesas; disyuntiva entre el nacionalismo y la globalización

 Xavier Rosado * Aunque no quiso dar su nombre verdadero, por temor a las autoridades municipales, lleva casi 14 años vendiendo tamales en la vía pública.

Ahora, por el crecimiento comercial del puerto, la empresa de hamburguesas Burger King se instaló justo en el local enfrente del cual ha estado por años, sin que esto fuera motivo para que ella se moviera, o mucho menos, perdiera su clientela.

Durante 10 años la tamalera estuvo haciendo sus contribuciones a la Dirección de Vía Pública del ayuntamiento, sin embargo, a partir de 1999, le dijeron que ya no le cobrarían nada, porque seguramente, la quitarían de su pedacito de banqueta en la avenida Cuauhtémoc, cerca de la calle del Río.

Desde entonces se las ha tenido que ver con los funcionarios de dicha dependencia, además ahora, del hostigamiento que sufre por parte del personal de vigilancia del restaurante –instalado hace cuatro meses– a quienes incomoda la presencia de la tamalera.

(Por cierto, sin saberlo, la tamalera forma parte de una especie de resistencia contra la proliferación de este tipo de establecimientos. Guardadas las proporciones, hace unos meses la empresa McDonald’s intentó ubicar una de sus franquicias en el centro de la ciudad de Oaxaca, lo que motivó el rechazo de organizaciones y personas ligadas a la cultura, encabezadas por el pintor Francisco Toledo, y cuya magna manifestación terminó frente al local con una gigantesca tamalada ofrecida a los transeúntes).

Quizá por eso la tamalera ha establecido un estándar comparativo entre la lucha por preservar nuestras costumbres y la invasión de la forma de vida estadunidense que ha proliferado en este puerto.

El vigilante que trabaja para la enorme cadena hamburguesera, se asoma, mira a través del vidrio cómo la señora vende bien sus tamales y su atole y es que de 66 pesos que cuesta un paquete de hamburguesa con papas y refresco, a muschos les resulta más conveniente el paquete de dos tamales y un vaso de atole por 25 pesos.

El guardia se ve molesto, pero no puede hacer nada, según la tamalera, estamos en un país libre y “nadie puede comprar una banqueta”.

Sin embargo, es una lucha constante la de la vendedora de tamales, contra la gente del restaurante que se quejan ante las autoridades municipales de su presencia y consecuentemente, con los de vía pública que la semana pasada se la llevaron con todo y carrito, con el objetivo de confiscarle su mercancía y sus enseres de trabajo, sin embargo solamente pagó una multa.

“Ya habían pasado hace como dos semanas y me dijeron que me tenía que quitar de aquí, según porque el presidente municipal ya dio la orden de que ya no va a haber ambulantes, pero pues yo tengo que vivir de algo y por necesidad, tuve que regresar a los dos días, para trabajar, ni modo, ese día no pasó nada, pero al otro, que llegan en una camioneta y nomás me dijeron ‘se lo advertimos señora’ y que me suben con todo y carrito”, dijo.

Todo esto lo platicó mientras tomaba la orden de la gente que se le amontonaba para pedir su comida “dos de pollo verdes y dos de champiñones”.

Los tamales están de buen ver y de mejor sabor; pollo en salsa verde o roja, rajas con queso, puerco en salsa verde, dulce con pasitas (que puede ser de piña o fresa), champiñones con queso. La oferta es variada y además los ofrece en hojas de plátano o de elote.

Y como dice la tamalera, no puede faltar el complemento al tamal que es el atolito, espeso y calientito, porque los conserva en unas garrafas lecheras, con un recubrimiento especial que conserva el calor. Hay de piña, avena, tamarindo, arroz con leche (el más solicitado) y el clásico champurrado de chocolate.

La señora comentó que todos los días, se levanta temprano para ir a conseguir los ingredientes para los tamales, que deben estar frescos, ya que no acostumbra guardar los que quedan de un día para otro.

“Yo me puse aquí porque en la esquina había una panadería, entonces combinaba muy bien un puesto de tamales enfrente, luego pusieron el banco y yo me tuve que recorrer más hacia acá a donde está el super y no hubo problema porque yo llego en la noche, a las siete, ocho y ya para esas horas pues ya estaba cerrado el banco”, explicó.

“Luego el banco lo hicieron más hacia la esquina y se pusieron ellos y quedaron justo atrás de mí, pero eso ya no fue mi culpa, así que como quien dice yo llegué primero, pero yo no creo que les afecte a ellos que yo me ponga aquí, porque ya el que viene por una hamburguesa, se mete a pedirla y yo ya tengo mi clientela muy aparte, que desde hace años ya saben que estoy aquí y vienen seguido a comprarme”.

La señora tiene un trato especial con la gente, viste un largo delantal blanco, con bolsas al frente, ahí guarda los billetes y en una cubetita que usa como tapa para una olla, las monedas. La gente la saluda, bromea con ella, pide su orden, paga y se va contenta con sus tamales.

“Tengo dos hijas y las dos gracias a Dios están estudiando, mi marido está enfermo tiene diabetes y si me quitan de aquí, pues ahora sí que me vayan avisando para empezar a aclientarme en otra parte”.

468 ad