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Con López Rosas, estrategia de un juego de ajedrez sin sacrificio de piezas

 Aurelio Peláez * La defensa del presidente municipal Alberto López Rosas, ante regidores integrantes del grupo Juan R. Escudero se vio débil, ayer en la sesión de cabildo. En su bloque, regidores que no hablan, levantadedos automáticos; del otro, ediles que uno a uno fueron cercando al alcalde en una posición ya insostenible, la defensa del principio de autoridad, entendida esta como la negativa a entregar la cabeza de su secretaria de Desarrollo Social, Rossana Mora Patiño.

Peor aún, periódicos en mano, los regidores reprochaban al alcalde las declaraciones realizadas la víspera por Rossana Mora a reporteros, en donde insistía en que la demanda de su destitución era por motivos políticos, “por el 2005”, y porque se pretendían afectar las posibilidades de acceder a la gubernatura de López Rosas. Esto en El Sur. En El Sol, en otra declaración, la funcionaria municipal amenazaba a los regidores con demandarlos por difamación de honor.

Como en el ajedrez, y contra la lógica del juego, el alcalde se empeñaba en defender una pieza débil, aislada de las demás piezas, cercada por las del color contrario y cuya defensa ha sido a costa de varios jaques al presidente municipal. A las alturas del juego ya ni parece una pieza sacrificable, porque los regidores del grupo Juan R. Escudero ya van por la captura de otras tres, o dos. Una, la del Contralor municipal Esteban Celis, cuyo dictamen en el que exoneró a Rossana Mora de cualquier ilegalidad administrativa fue calificado de incompetente; otras, la del coordinador de asesores, Ramiro Solorio, y la del ex director de prensa y ahora asesor de Comunicación, Roberto Camps, de quienes formalmente demandaron disculpas públicas por las descalificaciones que hicieron, dijeron, a la labor de los ediles.

Quince regidores de un lado, trece con López Rosas. Con ellos, el síndico Marcial Rodríguez Saldaña, empeñado en cerrar la puerta a las salidas políticas. Por lo pronto, ya sólo es coordinador de la mitad de regidores de su partido, el PRD, pero de los que no hablan, de los que llegaron al cabildo por ser ayudantes o auxiliares de algún otro político que negoció el apoyo a López Rosas candidato. Y ahí están Juan Esteban, Alejandrina de Jesús, Germán Farías, Francisco Ramírez, Juan Calixto.

–¿Quieren resolverlo en forma en el terreno de la política o de las leyes? –retaba casi al final Marcial Rodríguez, doctor en Derecho, ex rector de la UAG, jurista, que se mostraba irónico ante los ediles del Juan R. Escudero que por hora y media acorralaron a López Rosas con argumentos y razones que pareciera que nunca escuchó el síndico: el principal, que el presidente municipal había incumplido un acuerdo con el grupo disidente para destituir a Rossana Mora, “y por eso tuvimos que llegar hasta acá, no había necesidad”, se lamentaba Wulfrano Salgado, del PRD.

“El presidente no puede establecer acuerdos políticos… el cabildo no puede destituir funcionarios, esa es una facultad del presidente… el cabildo no se puede erigir en un tribunal, como en la revolución francesa, donde se emitían sentencias sin juicio”, sentenciaba Marcial Rodríguez, atrincherándose en lo jurídico.

Pero ya Mario Ramos, de Convergencia, Alejandro Carabias, del PAN, Rubén Padilla y Fernando Donoso, del Frente Cívico, habían reiterado el incumplimiento del acuerdo político, de la palabra, de López Rosas; criticado el dictamen del contralor municipal, y señalado que la decisión de enviar el caso de Rossana a Esteban Celis, no era lo que se había platicado.

Padilla y Donoso en tanto, recriminaban lo del 2005 a Rossana Mora, y dijeron sentirse aludidos en el señalamiento de que son del grupo que trabaja por un “proyecto”, aceptando que ellos son parte del proyecto de Zeferino Torreblanca, lo que consideraron una falta de respeto de la funcionaria.

El alcalde, serio, escuchaba las ponencias. Daba la palabra, y aunque la propuesta de punto de acuerdo leída por Mario Ramos no se votaría en esa sesión, por no presentarse a tiempo –la destitución de Rossana Mora– parecía como dudar en tener sus piezas atorados en la defensa de un alfil, que defiende cual si tuviera el valor de una dama. Pero al entrampe no se le ve salida, tarde o temprano, por lo que se ve, tendrá que ceder la pieza, si quiere preservar las demás.

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